La fallida Magna deja decepción y lamentos en la restauración
Sólo los negocios situados bajo los soportales se salvan del desastre total
Lo que prometía ser un día histórico, lleno de júbilo y cargado de expectativas halagüeñas para la hostelería y otros servicios se ha convertido, tras cumplirse las peores previsiones meteorológicas, en un desastre económico para quienes habían cargado arcones y neveras con un extra de provisiones. A la hora en la que 17 pasos deberían estar recorriendo las calles de la capital hasta llegar a una Plaza de las Monjas abarrotada a la espera de la celebración del Acto de Fe, sólo había calles desiertas moteadas por algunos paraguas, autobuses llegando vacíos desde las barriadas más populosas y caras largas en las puertas de las parroquias y de los bares.
Un panorama radicalmente opuesto a la jornada festiva que prometía ser y en el que sólo los hoteles -que oscilan entre el completo del Familia Conde y el 90% de ocupación del Eurostar Tartessos, a pesar de haber tenido algunas cancelaciones de última hora- y los establecimientos situados bajo los soportales de la Gran Vía, han conseguido salvar el tipo.
Restaurantes como La Mirta confesaban haber tenido, incluso, un "buen día". "Ha estado bien, aunque está claro que no ha habido tanto como se esperaba", señalaba David Balongo, mientras Vicente Contreras, de Restaurante Ambigú, admitía con resignación que "la cosa ha estado floja para lo previsto, pero bueno...". También algunos taxistas ponían buena cara al mal tiempo y hacían un balance positivo de la jornada, discreto, pero "mejor que un día normal", al fin y al cabo.
La misma escena se repetía una y otra vez, un bar tras otro, a ambos lados de una Gran Vía repleta de sillas vacías y empapadas; palcos desiertos y terrazas más o menos llenas, finalmente abiertas al público y no retiradas, tal y como había exigido en principio el Ayuntamiento, dado que el Acto de Fe, ya a media tarde, no tenía visos de celebrarse. Pero hasta el momento de la confirmación definitiva de la suspensión de la celebración principal en la Plaza de las Monjas, la única fe ciega parecía ser la del creciente número de personas que, a pesar de la lluvia, permanecieron en los aledaños de la plaza a la espera de que el tiempo cambiara. Todavía quedaba en esa zona lugar para la esperanza, y quienes no habían conseguido un asiento en una de las concurridas terrazas, aguardaban estoicamente, algunos incluso tomando un café, para conocer la decisión definitiva del Consejo de Cofradías.
La otra cara de la moneda fue la de los ubicados a la intemperie, víctimas absolutas de un día en el que la lluvia, finalmente, y a pesar de la confianza de la organización en una mejora de las condiciones meteorológicas, ocupó el lugar que le atribuían las previsiones.
"La hemos fastidiado, amiga", lamentaba Antonio Rodríguez, de Burguer Fernando, que el día antes celebraba un cálculo de clientes con tres ceros. "Pero bueno, no pasa nada, abrimos mañana y a seguir adelante", se animaba a sí mismo una vez conocida ya la decisión oficial: el Acto de Fe no se celebraría ni en el día ni en el lugar previstos. Tampoco contarían los hosteleros con bulla en la cena, plan B que manejaba el sector cuando la suspensión de la Magna era sólo un rumor.
A esas horas, más o menos las seis de la tarde, llovía de forma intermitente sobre la Plaza del Punto y los negocios de la zona, sin el salvavidas del soportal, miraban atónitos las existencias amontonadas en las barras.
"Tengo preparadas 25 tortillas de patatas de tres kilos cada una, Hemos invertido un montón, desde desayunos hasta montaditos, porque nos dijeron que iban a venir 40.000 personas, que iban a llegar autocares de fuera, pero aquí no ha venido nadie", contaba Luis Gonçalves, de Bar Café Descubridores.
Igual destino sufrieron los empleados de Acevedo, que pese a los casi 700 montaditos preparados, entre otras existencias, y sin nadie que se los llevara a la boca, se tomaban el asunto con humor y esperaban aún que, al menos, la gente se animara a salir a cenar.
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