El testimonio del exilio en la Sierra
El valverdeño Jesús Copeiro publica un libro centrado en la posguerra en la provincia de Huelval argumento La obra, En tierra extraña. El exilio republicano onubense desgrana las experiencias de personas que tuvieron que salir de sus casas y de su país a consecuencia de la guerra fratricida.

El investigador valverdeño Jesús Copeiro ha publicado un nuevo libro centrado en la posguerra en la provincia de Huelva. Su título es En tierra extraña. El exilio republicano onubense, y en sus 366 páginas desgrana las experiencias de un sinfín de personas que tuvo que salir de sus casas y de su país a consecuencia de la guerra fratricida.
Son cerca de 400 microbiografías que recogen el sufrimiento, el desarraigo y la tragedia de onubenses que sufrieron persecución y, en algunos casos, murieron sin poder volver a ver sus pueblos y sus familias. Gentes de la Costa, del Condado, de la Mina y de la Sierra, aparecen en su libro. Campesinos, obreros, políticos, profesionales, todos ellos pasan por las páginas de este volumen que reconstruye su historia de sufrimiento. En la Sierra, el trabajo abarca prácticamente todos sus pueblos. Desde los más importantes, Aracena o Cortegana, hasta los más activos durante los años republicanos, como pudo ser la localidad de Aroche, pasando por aldeas y cortijadas.
En cuanto a su extracción social, los serranos que tuvieron que marchar fueron, sobre todo, campesinos y hombres del campo, obreros y empleados. Pero también hubo artistas, profesionales e intelectuales serranos tuvieron que marcharse como Miguel Pizarro, profesor de Alájar, Carlos Encinas, médico de Cala, José Vázquez, músico de Cortegana, o Luís Pérez Infante, poeta nacido en Galaroza.
En algunos casos, ni siquiera tuvieron actividad política que provocase la cruenta represión impulsada por los vencedores. Entre los políticos destacados, podemos citar los alcaldes republicanos de Corterrangel, Carmelo Martín; de Corteconcepción, Francisco Esteban; Linares de la Sierra, Raimundo Domínguez; Los Marines, Eduardo Sánchez; Galaroza, Francisco Pavón; además de militantes anarquistas de Cala y Arroyomolinos, sindicalistas de Aroche y simpatizantes socialistas y comunistas de la mayoría de las localidades serranas.
Los nombres de Argelès, Saint-Cyprien, Gurs o Le Vernet están ligados al pasado de muchas familias onubenses, como campos de internamiento que acogieron a los refugiados de nuestra tierra. Peor recuerdo se guarda de otros lugares, de los campos de concentración nazis, a los que fueron deportados numerosos serranos. Entre ellos, Copeiro cita a Antonio González, de Almonaster; Francisco López, de Aracena; Lorenzo Ramírez, de Cala; Joaquín Gómez, de Rosal; y Eulogio Martín y José Vázquez, de Cortegana; que fueron encerrados en el campo de Mauthausen. También Angel Martín, de Almonaster, sufrió la tragedia de Buchenwald; y Antonio Amigo, de Cortegana, vivió sus peores días en Neuengamme.
La investigación recuerda a los serranos que lucharon posteriormente contra los nazis, como Antonio Sánchez Pérez, de Cala; que se enroló en la legión extranjera francesa; o Juan Rodríguez, de Cumbres Mayores; o Angel Martín, de Almonaster; quienes formaron parte de los maquis, e Ignacio Prieto, de Cañaveral; Francisco Pavón, de Galaroza; Antonio Cruces, de Santa Ana; e Ignacio Durán, de Valdelarco; que colaboraron con la Resistencia contra la ocupación alemana de Francia.
Los exiliados marcharon, fundamentalmente y en primer lugar, a Francia y sus alrededores. El porcentaje de los que no se quedaron o murieron en el país vecino es menor, y mucho menor entre los serranos. Como ejemplo, se cita en el continente americano al aracenense Luis Tello Tello, que viajó a República Dominicana; al cachonero Luis Pérez Infante, que llegó hasta Uruguay; al aracenense Alfredo García, que viajó hacia México; o al alajeño Manuel Pizarro Zambrano, exiliado en Estados Unidos. El Norte de África fue otro destino para nuestros exiliados, concretamente, para Luis Romero de la Osa, de Aracena, que fue internado en el campo de concentración en Orán, en Argelia. Mientras hasta Marruecos llegaron Rafael Copete, de Cortelazor; Benito Domínguez, de Valdelarco; y los marochos Francisco Sánchez Pérez, Francisco Santos Gómez y Pedro Santos Gómez. Finalmente, destaca Pedro González, de Corteconcepción, quien llegó hasta Rusia sin saberlo, y allí combatió junto al ejército rojo contra los invasores alemanes. La otra vía de escape más utilizada fue la frontera portuguesa. Hasta allí llegaron el concejal cachonero Rafael Blanco y su familia; y el alcalde de Cala, Teodosio Riscos, junto a los también caliches Pedro Rodríguez, Carlos Encinas, Francisco Perera y Julio Abril; y los aracenenses José García, Alfredo García y Luis Tello; y los marochos Francisco Santos y Pedro Santos, que estuvieron allí de paso hacia otro destino posterior, como le sucedió a la rosaleña Plácida Cabrera. En definitiva, un magnífico trabajo de Jesús Copeiro que ha "querido recuperar la historia de los perdedores, de los que más sufrieron y de los que nadie se acuerda", para recordar su aguante en el exilio y para que su nombre no se borre de la historia.
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