Una isla entre dos barrios

Dos cooperativas de viviendas dieron origen a una plaza en la que aún se mantiene un ambiente de familiaridad El gran anhelo es acabar con los coches con su peatonalización

Vista general de la Plaza de los Dolores, corazón de la barriada, con varios coches aparcados. Los vecinos quieren cerrarla al tráfico y peatonalizarla.
Vista general de la Plaza de los Dolores, corazón de la barriada, con varios coches aparcados. Los vecinos quieren cerrarla al tráfico y peatonalizarla.
Javier Ronchel Huelva

08 de junio 2014 - 01:00

Hay un pequeño reducto en la ciudad, entre los barrios de Las Colonias y El Carmen, que brilla con luz propia. Como si fuera la aldea gala de Asterix y Obelix. Solo que aquí no hay pociones mágicas, romanos ni jabalíes. Hay buena vida, alegría y mucha hermandad. Tanto como si se tratara de una gran familia. En una barriada, Los Dolores, que más que eso es como una gran casa de vecinos.

Hablar de esta barriada es hacerlo casi en exclusiva de la Plaza de los Dolores, su corazón y su origen. Sólo a tres calles más se extiende este núcleo poblacional de apenas dos manzanas. Pero ya lleva casi 40 años de existencia y de unión que no se pierde, desde que se levantaran los primeros edificios en la plaza, a través de cooperativistas residentes en la zona.

Cuentan que fue el párroco de la iglesia de los Dolores, don Manuel, como le recuerdan todos, quien apostó en los primeros años 70 por crear una cooperativa de viviendas, al uso en la época. De ahí salió una primera fase de cuatro portales (los 4, 5, 6 y 7), a la que siguió una segunda con otros tantos unos tres años después. Más tarde se completó la plaza actual con las construcciones de otra cooperativa, de emigrantes, en las que se estableció la hermandad del Rocío, que precisamente empezó su peregrinación de este año el pasado miércoles, aunque no desde esta barriada, como ocurrió durante años.

Esos primeros vecinos no eran ajenos a la zona. Muchos salieron de allí y se hicieron cooperativistas para contar con su propia vivienda, dejando casas antiguas y las viviendas paternas. Otros llegaron de la provincia, como desde la andevaleña Puebla de Guzmán. Trabajaban en empresas auxiliares del Polo Industrial y en otros empleos, e incluso pertenecían a la Guardia Civil, como fue el caso de muchos.

Y Los Dolores creció como barrio los años siguientes, incorporando calles aledañas, como el antiguo Chorrito Bajo, ahora Santa Rafaela María, y Riotinto y Nerva, con el cabezo del Conquero siempre vigilante.

Ya entonces estaba constituida la asociación de vecinos, fundada en 1984 por Juan José Martín, quien, tras un paréntesis, sigue siendo su presidente. "Estoy deseando jubilarme para dedicarme a tiempo completo", confiesa, manteniendo el espíritu que le llevó a crear el colectivo: "Quería que el vecindario mantuviera la unidad del principio desde la cooperativa. Eran entonces años buenos y queríamos darle servicios al barrio. Y la unión hacía la fuerza también para reclamar mejoras", explica.

Entonces el interior de la plaza era mancomunado y acabó cedido al Ayuntamiento para que se hiciera cargo de su mantenimiento. Llegaron mejoras, que no continuaron hasta esta última década. "Poco hay ya que se pueda hacer porque no hay mucho espacio. Hace unos años se mejoró el terreno baldío que había junto a la plaza para habilitar plazas de aparcamiento y un parque infantil, en una actuación municipal de la que estamos muy contentos. Y no tenemos muchas quejas del Ayuntamiento porque cada vez que acudimos con algún problema, nos lo solucionan rápido", asegura Martín.

Ahora es comprensivo con los tiempos de recortes actuales, aunque no deja de reclamar el gran objetivo del vecindario: peatonalizar la plaza. "Queremos acabar con los coches y hacer de éste un lugar más tranquilo, en el que los padres puedan dejar con total libertad a sus hijos jugando. Hay poco espacio y ganaríamos todos si, además, se crearan en otro sitio las plazas de aparcamiento que desaparecerían con la peatonalización", cuenta el presidente.

Porque el vecindario ha cambiado ligeramente en estos años. La mayoría sigue siendo el originario, "cooperativistas e hijos de cooperativistas", apunta Martín, "pero también gente nueva, gente joven con hijos pequeños, que se han integrado perfectamente".

"Este barrio es una gran familia. Como en los patios de vecinos antiguos, como si fuera un gran Brasil. Hay un ambiente muy bueno, como de pueblo, con una convivencia estupenda después de tantos años, aunque también hay un poco de dejadez para colaborar y se echa en falta más implicación en la asociación", explica.

Aún así, y a pesar de que las subvenciones municipales ya no llegan, se mantienen celebraciones para hacer una piña del vecindario. Y se aspira a retomar y potenciar la vinculación con la Hermandad de Emigrantes y con la de Los Dolores, motivo de orgullo para todos ellos y una aspiración más para no perder la esencia.

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