Un mandato con curvas peligrosas
La cuarta victoria electoral de Pedro Rodriguez (PP) ha devenido en estos tres años en una guerra sin cuartel e inestabilidad en las filas del PSOE, con la artillería pesada siempre fuera del Ayuntamiento
De principio a fin, las coordenadas vitales del Ayuntamiento se sumieron este mandato en un capítulo de supervivencia política, arrancando en una jornada de tensión extrema, 27 de mayo de 2007: el alcalde Pedro Rodríguez (PP) revalida el cargo en la ciudad de Huelva cosechando la que fue su cuarta victoria con el apoyo de 31.000 electores. El regidor perdió algunos votos en la carreta del Rocío (la coincidencia con la romería agravó la abstención) y otros de la mano de IU, que con su bandera de recuperación de la Ría logró subir al segundo escaño en la corporación municipal.
La gasolina que le quedaba a Rodríguez -buenas dosis de popularidad y un maratón de inauguraciones- bastó para eclipsar los escándalos, la campaña faraónica del PSOE, el desgaste de 12 años de Gobierno y una deuda galopante. Se supo entonces, en ese marcador de los comicios, que a partir de ahí todo serían cumbres borrascosas.
Aquel 27-M, con la tercera mayoría absoluta del PP, trajo a los socialistas una nueva fumata negra, convocatoria agridulce en la que el partido -todavía a las riendas de Javier Barrero- arrasó en la provincia con avances vitales en el Área Metropolitana. La capital siguió como feudo periquista y el PSOE volvió al banquillo de la oposición, a pesar de que el aparato regional había puesto toda la carne en el asador para aupar a la alcaldable Manuela Parralo. La candidata llegó incluso a compartir un mitin con un referente del socialismo como Felipe González; Chaves anunció en precampaña los puentes a Punta Umbría y hubo en Huelva desembarco de ministros, la visita del presidente Zapatero y el golpe de efecto de Calatrava como autor de la estación del AVE (con el tiempo, agua de borrajas).
La impronta de Parralo recuperó el voto del PSOE en feudos tradicionales del partido, como Marismas del Odiel, Santa Lucía, El Carmen, Cardeñas, El Torrejón, La Orden y la Hispanidad. En estos y otros barrios, la candidata tuvo un apoyo mayoritario y en líneas generales consiguió un aumento mínimo de votos respecto a su antecesor, el ahora consejero de Medio Ambiente, José Juan Díaz Trillo. Pero todos los fuegos artificiales no fueron suficientes para combatir los votos del Centro y de barrios como El Matadero y El Molino, que convirtieron a Pedro Rodríguez en el alcalde que más años gobernará la ciudad en el tramo democrático. Cuando dentro de un año vuelvan a celebrarse elecciones municipales, el mandatario popular llevará a las riendas 16 años de penas y glorias.
En paralelo a este arranque del mandato, en la otra casa de la Gran Vía se producían movimientos de trascendencia política: la veterana socialista Petronila Guerrero coge el bastón de la Diputación Provincial, sucediendo al alcalde valverdeño José Cejudo, y desde el minuto uno marca un discurso de antagonismo con el alcalde. Manuela Parralo quedaba fuera de la Administración provincial, donde había sido diputada de Cultura. La falta de apoyo del PSOE provincial a la candidata fue un ruido de fondo que se evidenció desde la noche misma de las elecciones. Parralo fue apartada de la foto de familia en la que Barrero, Mario Jiménez, Guerrero y Cinta Castillo brindaban por el éxito en los pueblos de la Costa.
Desde la sede del Conquero, la capital se vería como un resabio que tendría su mejor antídoto en la auto-erosión, el alcalde como enemigo de sí mismo, con el azote de la crisis al cuadrado, las protestas por los impagos en la Plaza de la Constitución y, después, consecuencias del peso de la semiprivatización de Aguas de Huelva. La mejor propaganda negra, mientras los socialistas allanaban el camino a los posibles adversarios desde otros escaparates institucionales.
Desde la jornada de los comicios, pues, se entendía que la estrategia del PSOE para recuperar la ciudad de Huelva sería extra-municipal. El partido que luego encabezaría Mario Jiménez jugaría fuera del área, con más margen de maniobra.
Los que se quedaran dentro del Ayuntamiento tendrían que picar piedras mientras, en una ingrata labor transitoria de tourné por los barrios, denuncias diarias ante los medios de comunicación, sacando las uñas en el Pleno de cada mes y, en definitiva, echando más leña al fuego para acelerar el desgaste de imagen de Rodríguez y ponérselo un poco más fácil al alcaldable que llegara luego a los ruedos.
Pero esta encomienda no era compatible con el perfil de los fichajes estrella que aglutinaba la lista con la que Parralo había concurrido a las elecciones (una lista negociada hasta el extremo), por lo que antes de que el mandato llegara a su ecuador, ya habían salido por la puerta del Ayuntamiento los concejales socialistas Manuel Alfonso Jiménez, Cinta Castillo y Manuel Gutiérrez, que pasaron a ocupar altos cargos institucionales. La soledad política de Parralo tocó fondo y la catedrática de Literatura dio un sonoro portazo para volver a la enseñanza. La fuga de ediles en las filas del PSOE siguió con José Fernández de Los Santos, viceportavoz con gran protagonismo en el anterior mandato. La crisis interna del grupo municipal se parcheó el mismo día de la renuncia de Parralo con la designación de Elena Tobar -uno de los nuevos valores del partido- como portavoz, en un triángulo de mantenimiento que la joven nervense viene conformando con el entrante Francisco Baluffo y José María Benabat, último superviviente. La batalla se ha centrado en esta etapa en la polémica por la finca de la estación y, llegando a la judicialización, el caso de Aguas de Huelva, encauzado desde la campaña socialista Ésta es la gota que colma el vaso.
La artillería dentro y, fuera, la guerra sin cuartel, con la presidenta de la Diputación entrando ahora de lleno en el debate municipal con los terrenos del AVE, proyecto que el PSOE define como activo electoral a un año vista de los comicios.
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