Néctar latino

Néctar latino
Néctar latino
Marco Antonio Molín Ruiz

05 de mayo 2012 - 05:00

CONCIERTO. VI ciclo 'Arquitectura y música'. 'Alla vera spagnola', por Rocío de Frutos y Miguel Rincón. Obras de Giulio y Francesca Caccini, Piccinini, Monteverdi, D´India, De Selma y Salaverde, De Torres, Hidalgo, Marín, Strozzi y Sanz. Catedral de Huelva. 3 de mayo de 2012. Nueve de la noche.

Está demostrado que no es la cantidad sino la calidad. Cuando se aprovecha al máximo los recursos que hay a disposición, los resultados artísticos suelen ser admirables. La música necesita tres o cuatro factores básicos que se dispongan estratégicamente en un concierto. Y el dúo de canto y cuerda pulsada De Frutos-Rincón lo consiguió el jueves en la Catedral, concurrida de un público absolutamente entregado durante la hora y cuarto que duró la velada. Todo calla cuando habla la música de los adentros. Hemos presenciado en ciclos anteriores la catarsis que se produce en estos encuentros de música antigua: es como si la arquitectura de la iglesia contestara a la misma música que a su vez siembra lo más vivo del pasado en el oyente actual. Una reacción en cadena que hace posible el prodigio de la cultura.

Rocío de Frutos es una cantante de voz fresca muy comunicativa. Su dominio técnico le permite redondear interpretaciones donde la dinámica y la ornamentación son determinantes en muchas obras (pianissimi repentinos); además, aporta ingredientes con que la música alcanza un verdadero estado de gracia, como las frases a media voz o los acentos sutiles. Ahí se rubricó la excelencia de aquellos intérpretes que hacen que la música cobre vida propia por encima de otros protagonismos.

Miguel Rincón arropa la línea de canto con sonoridades corpulentas y elocuentes que conforman un abanico de timbres. Su articulación en acompañamiento a la música cantada en español desvelaba lo mejor de su arte. Sí suscitaría mayor interés con la guitarra y sobre todo con Españoleta, de Sanz, que desencadenó un cálido aplauso. También obtuvo buena factura en Susana Paseggiata, música que evocaba al celebérrimo Fandango del Padre Soler.

De las interpretaciones más conseguidas de la velada fue el Ojos, pues me desdeñáis, música apasionante vertebrada sobre un carácter muy vivo que al final colmó el sentido poético. Se perfiló gustosamente la cantada Al Santísimo al estilo italiano de José de Torres, obra que mostraba con depuramiento técnico y madurez estilística la confluencia italo-española. Muy lograda también Un dî soletto, de frases suspirantes que realzaron la inspiración de una música donde el último verso (Ma più non mi ripose) fue colmado por la perspicacia de Rincón.

Y se dejó para el final del concierto como si de un postre especial se tratara el Sino alla morte de Barbara Strozzi, hito barroco que proporcionó al oído una experiencia reveladora. De Frutos y Rincón ofrecieron una versión fogosa, para así comprometerse con una de las compositoras del siglo XVII que exploró la versatilidad del canto, llevado a niveles expresivos y dramáticos entonces impensables. Obra ésta de una amplitud y riqueza de discurso que resume el espíritu de una época burbujeante y que el público escuchó absorto de principio a fin.

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