La ventana indiscreta de Jorge Hernández

'24 en 1' ha dejado este fin de semana la impronta del pintor onubense en Sevilla Una antigua charcutería acoge el novedoso proyecto de micromecenazgo

Jorge Hernández junto a una de sus obras.
Jorge Hernández junto a una de sus obras.
Inma Gallego Sevilla

28 de octubre 2013 - 05:00

Confesaba Hitchcock ser un voyeur incontinente, lo que acabó convirtiéndole en un crack de la pulsión escópica, contagiando con sus películas el deseo de mirar hasta lo indeseable. La plaga televisiva del reality show envilece hoy lo que en el cine clásico se acuñó como una puerta entreabierta, una lánguida provocación en la que lo más estimulante para el espectador era precisamente lo que quedaba fuera de campo, en las lindes de la imaginación. Por eso, la propuesta artística de Jorge Hernández bebe tanto de lo visible como de lo invisible, colocando su pintura en el pausse del instante crucial, un enigmático relato in media res que invita a mirar a través de su ventana indiscreta.

24 en 1 -un proyecto comisariado por la gestora cultural Elena Caranca y la galerista Isabel Ignacio- ha dejado este fin de semana en Sevilla la impronta del pintor onubense, en una experiencia vertebrada por la reflexión sobre los códigos del cine y las artes plásticas. Una relación que había sido muy estudiada, por ejemplo, en la obra de Edward Hopper, siendo lenguajes que pueden encontrarse en una simbiosis de seducción. En el caso de Hernández, también dentro de la figuración del pop-art, la acción se eleva a veces a la encrucijada existencial, con una dimensión metafísica, a veces declinada en realismo mágico. Narrativa en acrílico, fosilizada en resina, escenas todas de un universo que parece a punto de implosionar de un momento a otro, conjurándose contra los diminutos personajes.

Veinticuatro pinturas hilvanadas en la exposición que, con la organización de Club Art Talk, ha estado abierta al público entre el 25 y el 27 de octubre en una antigua charcutería de la sevillana calle Trajano. Este club de charlas artísticas introduce una nueva forma de producción donde se alquila el espacio, se autogestiona la publicidad y difusión y una bodega aporta vino. El evento ha sido patrocinado por la Diputación Provincial de Huelva, la Abacería 32 y las bodegas Delea a Marca de Villablanca. Vital ha sido el impulso del micromecenazgo, por el que 60 entidades, comercios y colaboradores a título personal han puesto su grano de arena.

Un travelling por el montaje proyecta 24 películas en una. La mayoría, fotogramas de pequeño formato, surgidos del pincel, almibarados. Emociones congeladas. Virulentas. Tituladas. A veces el poema va en la nomenclatura, una extensión de la imagen. "El título es parte fundamental de la obra -señala el autor- El momento en que pongo el título es para mí también parte del cuadro. Lo que hago es abrir una vereda, sugerir. Mi pintura siempre ha sido muy narrativa y tengo la necesidad de plantear una intriga, de ahí la influencia de la estética de Hitchcock y del cine de los años cincuenta. Me gusta plantear escenas con estética muy cuidada y contar microhistorias de tal forma que el espectador se imagine qué es lo que ha pasado antes, qué está pasando o qué va a pasar después".

Como parte del proyecto 24 en 1 ha participado en la muestra el cineasta y fotógrafo Juanma Carrillo, diseccionando las influencias que el séptimo arte tiene en la obra pictórica de Hernández. "Desde el punto de vista cinematográfico, -apunta el director- vemos el tratamiento de los planos de modo que cada pintura tiene una colocación de cámara. Cada cuadro es una película en sí mismo. Y hay referencias obvias al cine clásico americano, no sólo a Hitchcock, sino llegando incluso hasta nuestros días con David Lynch o Lars Von Trier".

"Sin embargo, al margen de lo puramente técnico, más interesante me parece lo que sentí al ver esta obra -subraya Carrillo- el desasosiego, misterio, secretos que se esconden, voyeurismo, crímenes… sensaciones muy propias del cine polar, cine negro. Cada cuadro es una historia que hace pensar qué es lo que ocurre fuera de cuadro. Un cine oscuro".

Hernández posiciona al espectador en un ángulo inquietante por la dualidad entre lo idílico y lo sombrío, la calma y el tornado.

Un retrovisor donde la euforia de los colores predispone a encontrar una estampa casi publicitaria. Sin embargo, apenas nos asomamos a la ventana, vemos que son lances en los que el suelo se resquebraja bajo los pies, llamaradas que prenden en medio de la nieve o hermosura que brota de la decadente normalidad, cuando se la mira sin prisas, en ese arrumaco fetichista.

La misma belleza cotidiana que quiso defender Sam Mendes con aquella bolsa ondeando al viento desde el visor de American Beauty. O el primer plano de las piernas enfundadas de mrs. Robinson, cuando las miraba El Graduado.

stats