Muere Manuel Limón de la Rosa, uno de los grandes del flamenco

Conocido como El Buche, falleció ayer en el Hospital Blanca Paloma a los 82 años Recorrió medio mundo y cantó con figuras como Camarón, Valderrama o el Niño Miguel

Manuel Limón durante una actuación.
Manuel Limón durante una actuación.
S.c. Huelva

25 de octubre 2014 - 05:00

Recorrió América, Europa y Japón, cantando ante Juan Ramón Jiménez, Batista o Fidel Castro y compartiendo escenario con otros grandes del flamenco como Camarón, Valderrama, Carmen Amaya o Antonio Gades. Manuel Limón de la Rosa, El Buche, fallecía ayer en el Hospital Blanca Paloma de la capital, partiendo con el reconocimiento de toda la provincia y del mundo del flamenco. Hoy será su entierro, a las 19:00, en la capilla del Tanatorio Atlántico de Huelva.

Empezó en él muy joven. Con apenas nueve años de edad, el niño nacido en Las Colonias sorprendía por la belleza de su voz. Nieto del propietario de una taberna en la Plaza de Toros, donde la gente paraba a tomarse "un buche", heredó de ahí el apodo familiar. Sólo siete años después era un profesional reclamado, que partiría a Sevilla, de ahí a Málaga y después a Madrid, empezando el largo periplo que le haría desfilar por teatros de medio mundo. Un recorrido que se salda con doce discos editados en una prolongada carrera, como recordaba ayer emocionado su hijo, Francisco Javier Limón: "Estuvo cantando prácticamente hasta los 75 años". En su haber, todos los palos posibles, desde sevillanas bíblicas hasta la toná.

Sevilla fue su primer destino y se convertiría con el tiempo en su base, desde la que despegar hacia cualquier punto. Allí conoció a Concha Piquer, Marchena, Rengel, Emilio Abadía o La Niña de los Peines. Actuó ante la nobleza: las duquesas de Osuna, Alba y Medinaceli. En Sevilla actuó en Los Gallos, situado en el barrio de Santa Cruz, y cantó varias veces en Radio Sevilla, en los célebres Jueves Flamencos. En ellos sería uno de los cítricos de Sevilla, haciendo pareja con Naranjito de Triana. Tras ello marcharía a Torremolinos (Málaga), a finales de los años 50, donde estaría estuvo ocho años. Y de allí se trasladaría a la capital de España, alternando su estancia con viajes al extranjero de varios meses, a Sudamérica. En esta etapa madrileña conoció a Pastora Imperio (que estaba casada con Joselito El Gallo), a Manuela Vargas La Contrahecha, y bailaores como Antonio Gades, Rafael de Córdoba, Mario Maya o Farruco. En Torres Bermejas coincidiría también con Manolo Caracol.

Pero la base de Manolo Limón estaba en Sevilla y en 1970 se establece definitivamente en la capital hispalense. Desde allí viajaría a sitios tan dispares como Rusia, América, Checoslovaquia, Hungría, Alemania, Holanda, o un largo recorrido por Japón, Estados Unidos y México. En Nueva York conoció a Carmen Amaya, muy cerca de la iglesia de San Patricio, y también en Estados Unidos conocería a María Scala. Cerca de su tablao, algunos de los grandes del cine tenían un local donde actuaban y una taquilla en la que cada uno tenía su bebida. Dejaban entrar a los artistas y así llegó a conocerlos a todos.

Pero llegó un momento en que Manolo Limón no quiso seguir viajando, a pesar de que le llegaban contratos para actuar en todas los países del mundo. Necesitaba estar más tiempo con su familia y aceptó sin dudarlo un contrato para actuar en Los Gallos.

Además de en sus discos, también se ha recogido su arte en numerosas ocasiones en la pequeña pantalla, en TVE. Incluso participó en una película, La espuela, estrenada en 1966 y dirigida por Tomás Priego Alarcón.

Como grande del flamenco ha recibido varios homenajes. Entre los más emotivos, el rendido por el Ayuntamiento de Huelva a su larga trayectoria artística al dedicarle una calle en la zona cercana al Hospital Juan Ramón Jiménez.

En sus últimos días, todavía siguió con su actividad como director de la Peña Cultural Flamenca de Punta Umbría. El Buche disfrutó allí también de un merecido homenaje, el de sus amigos y socios. Para el recuerdo, entre otras muchos, dejó un fandango dedicado a Juan Ramón Jiménez cuando se lo encontró en su hotel de Buenos Aires: "Viva Moguer, porque tiene/ en su historia dos luceros:/ uno se llama Platero, /el otro Juan Ramón Jiménez,/ orgullo del mundo entero".

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