La belleza según Pedro Rodríguez

La belleza según Pedro Rodríguez
La belleza según Pedro Rodríguez

03 de enero 2011 - 05:00

Quiero ser sincera. No soy objetiva con la obra de Pedro Rodríguez, me desborda la pasión por un hombre que aúna sencillez, talento, fidelidad y compromiso, tanto como persona como por artista. A nadie engaña. A nadie quiere engañar. Es así, como la rosa juanramoniana. Y así se muestra. Sin más. Le sobra todo. Basta su obra desnuda. Su palabra precisa. Su instinto natural. Su poesía en color.

Hace meses aborté consciente la publicación de un artículo en Huelva Información titulado Cuando la confusión se eterniza en el papel. Tras editar otro anterior sobre Pedro Rodríguez, observé con preocupación que la fotografía que ilustraba las letras no se correspondía con el artista referido. Y no deseo más espacio para sorpresas, para que los duendes del error faenen sin mediar, en estos días de diciembre (y hasta marzo) en que Pedro Rodríguez expone In Itinere en la Pinacoteca de Almonte.

Pedro Rodríguez Cruzado, pintor natural de Moguer, no tiene nada que ver con Pedro Rodríguez Garrido, pintor natural de Huelva, ni con el menos conocido Pedro Rodríguez Núñez, natural de Aracena, muerto hace ya años, que lidió reses siendo toreador en la evocación a Vázquez Díaz. Tres Pedro Rodríguez en la provincia de Huelva. Que sepamos. Pero lo curioso es que desde el advenimiento de Pedro Rodríguez Garrido a la escena artística onubense, todo Pedro Rodríguez que esgrima pinceles es sólo Pedro Rodríguez Garrido. Las razones, en este caso para el error que ya es confusión, duermen en que Pedro Rodríguez Garrido, además de notable pintor, porta en sus venas sangre que le hace ser famoso, distinguido, conocido, respetado, mediático... único. El yogur es Danone y la gaseosa, Casera.

Para un periodista, un escritor o un ciudadano volcado en la escritura, en la palabra o en la reflexión, es muy fácil errar, y confundirse para confundir. Son muchos los datos que retenemos, y a menudo es más hacedero seguir el reguero de lo dicho que la intención de la comprobación. Es cierto, y que me perdonen todos aquellos que escriben o hablan, que a menudo nos vence la facilidad.

Error en prensa, como en cualquier parlamento o escrito, se registra en acomodos como geografía, climatológico, en base a, espúreo, preveer, a nivel de, tener lugar, recepcionar... Confusión en periodismos, como en cualquier otra comunicación, es, por ejemplo, dar a la particularidad el universo del todo. Toda embarcación que zozobra, naufraga o encalla desde las costas norteafricanas son cayucos o pateras. Cayuco es, según el Drae, "embarcación india de una pieza, más pequeña que la canoa, con el fondo plano y sin quilla". Por culpa de la globalización, los cayucos se arman en Marruecos. Todo vertido derivado del petróleo es chapapote. El palabro, de origen nahua, significa asfalto o alquitrán, es decir una sustancia del petróleo más o menos espesa. Insisto, gasolina en el mar, chapapote; la sentina de los barcos de recreo o de faena (borra para los onubenses), chapapote; por supuesto, fuelóleo, gasóleo, cocacola, cognac, vino dulce y… Bob Esponja, chapapote. Los errores y las confusiones, pasan inmediatamente a la cadena trófica.

Libre ya de la preocupación, y alegre por el Pedro Rodríguez, de Moguer, que expone en Almonte, y por el Pedro Rodríguez, de Huelva, que pronto expondrá en nuestra ciudad, estoy convencida de que en las páginas de mi periódico jamás volveremos a confundirnos ni a errar entre los Pedro Rodríguez, aunque este artículo se publique el 28 de diciembre y la realidad se convierta en broma.

Repasemos para evitar equívocos. Uno es de Moguer. Otro de Huelva. Los dos, pintores. A uno le avalan años y experiencias. A otro le espera un extraordinario camino, por el que ya transita y con prestancia. Es más, el de Huelva, que es inteligente y agradecido, siempre encuentra una agradecida palabra para destacar lo mucho que a los jóvenes les ha aportado la obra de Pedro Rodríguez, el de Moguer. Eso dignifica al joven y acrece al mayor.

Pedro Rodríguez, de Moguer, es un pintor de una elegancia supina, que culmina sus obras, sea cual sea su temática, con una impronta insoslayable de belleza, de quietud, de silencios, de sentimientos. La razón la soportamos, como en Picasso, en que la haya, a la belleza, y no la busca, en que la atesora y no la derrocha en falsos mentideros, en que la comparte y no la oprime en el egoísmo, en que la vive y no la mata, no la aduerme. La ofrece, sin nada a cambio. De un lirio a una granada, de un lienzo 'con el tiempo dentro' de Moguer a un médano de las Playas de Castilla, Pedro Rodríguez recoge todo lo que sabe, comprime todo de lo que se enamora, pero, no lo olvidemos jamás, plasma la verdad de la sencillez, su verdad infinita, la del pintor sensitivo sin igual que nos inunda de elegancia y de belleza.

Si no me creen, vayan a la Pinacoteca de Almonte. Además de un agradable paseo, de apreciar una coqueta y bien dirigida institución museística, pueden extasiarse con las dunas y meandros de Pedro Rodríguez. La belleza en Pedro Rodríguez es especial. Es tan desnuda de artificio que te enamora, te atrapa. Tan llena de elegancia y de belleza que espejea sin derechos a copyright.

Pedro Rodríguez, que no es de Moguer, sino de todo lugar. No se lo pierdan.

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