Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Sevilla, su Magna y el ‘after’
tribuna
CORRÍA el año de 1922, concretamente el 7 de abril, cuando se funda la Hermandad de la Oración en el Huerto en la parroquia de la Merced. Por casualidades de la vida, justamente 14 años después, otro 7 de abril pero de 1936, la hermandad salía de este templo camino, provisionalmente, de la parroquia de la Concepción. Nunca se pensó en este templo para estar, pero los acontecimientos políticos de la Guerra Civil, aconsejaron su traslado. Hoy, para conmemorar el 75 aniversario de aquel traslado, el Señor de la Oración en el Huerto vuelve a su primitiva casa. No es la misma imagen la que regresa para celebrar unos cultos, aquella era de Joaquín Bilbao, pero llevará una reliquia de esa imagen en el paso y que destruida junto con la del Ángel Confortador de Pérez Comendador en los saqueos que sufrió la Concepción a manos de las hordas marxistas. La de ahora es de Ortega Bru y el Ángel de León Ortega. Para la duda eterna quedará si se hubiesen salvado las imágenes de haberse quedado en la Merced.
Pero veamos como se produce el traslado definitivo y así nos lo hace llegar Eduardo Sugrañes en su libro sobre la Hermandades. El 12 de marzo de 1936 el hermano mayor de la Oración, Alfonso Padilla, le hace llegar al cardenal-arzobispo de Sevilla la inquietud que tiene la hermandad por el culto que no iban a recibir las imágenes ante el inminente cierre de la iglesia de la Merced por parte de la Comisión Gestora de la Diputación Provincial de aquellos años y el querer sustituir a las Hijas de la Caridad por enfermeras laicas. Tras varios intentos fallidos por conseguir lo solicitado, el Cardenal accede al traslado el 30 de ese mes pero que "no saque las imágenes de la Capilla del Hospital hasta el día en que se vayan las Hijas de la Caridad". El 7 de abril de ese año se efectúa el traslado a la Concepción. El 8 de mayo se le deniega a la hermandad que el traslado sea definitivo. Por fin el 9 de diciembre de 1937 el Cardenal autoriza que la Oración se quede definitivamente en la Concepción no sin antes haber recibido un informe favorable del cura de la Concepción José Manuel Romero.
De nuevo, el Señor Orante, se verá acompañado por palmeras mercedarias y naranjos de San José. Como lo hacía cada Jueves Santo, luego Domingo de Ramos y más tarde Miércoles Santo antes del traslado definitivo. No lo veremos junto a su olivo, ni con los apóstoles ni siquiera lo reconfortará el ángel. Tampoco irá en su paso. No importa, porque para eso estará su Hermandad y cuantos quieran ir junto a Él. Esta vez nadie se quedará dormido ante la Oración al Padre en Getsemaní. El Señor, que se arrodilló suplicando "¡Abba, Padre!, aparta de mí este cáliz, pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú". (Mc 14, 36), sabrá que nadie hoy lo dejará solo. En esa oración, Jesús nos demuestra que no hay mejor demostración humana de lo que es abrir el corazón ante la presencia de Dios. Reconociendo categóricamente el poder de Dios sobre todas las cosas porque sabe que Dios tiene un propósito para cada uno de nosotros y siempre se debe confiar en la voluntad del Altísimo. Al Señor se le apareció un ángel para fortalecerlo. A nosotros nos prometió al Espíritu Santo para que nos consolara. Cuando entramos en un lugar de oración allí encontramos paz, recibimos consuelo, sentimos la presencia del Espíritu Santo, nos acompaña siempre Jesús. Por eso, cuando veamos hoy al Señor de la Oración, busquemos también nosotros nuestro particular Getsemaní para orar junto al Padre cada vez que lo necesitemos ante cualquier circunstancia en la que nos rodee la vida.
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