Juanma G. Anes
Para sorpresa de nadie
en el titán
LOS barrios sí tienen alma. Es el de la gente que vive en ellos. Andar por las calles, sentir, encontrarse feliz y también palpitar en los días tristes. Sus vecinos tejen en ellas los barrios; de alguna forma, es un signo de identidad para una colectividad, llegando a presumir de este. Marcan el nacimiento de la persona y su juventud; en los mayores, el desarrollo de una vida.
La Huelva de los cincuenta tuvo una gran expansión hacia la zona alta. Creó una barriada populosa en la antigua Huerta Mena. Todos esos espacios circundantes, incluido El Polvorín, confluirán en lo que la ciudad llamó la Isla Chica, en su estadio y en su plaza. El gran lugar de esparcimiento cuando la ciudad solo se movía en la encrucijada de calles del centro, sin más espacio que el de los paseos de El Conquero y la Punta del Sebo. Se convirtió en el ágora donde todos tenían un punto en común. Incluso se dijo que suponía un desafió a la Huelva tradicional. Se conviertió en el nuevo centro de la ciudad. La barriada ofreció a la nueva ciudad que florecía en los sesenta toda esa necesaria bocanada de aire frescos.
La plaza se transformó en lugar de ocio, de veladores y niños corriendo, el gran punto de reunión de la populosa barriada. Alrededor de ella proliferaron bares, prosperaron negocios diversos. Acogió a dos cines, el Odiel y el Fantasio. Esto sí era un espléndido centro comercial abierto antes que nadie promoviera esta denominación. Punto de encuentro para participar de los acontecimientos de la vida de la ciudad. Por mayo, los bailes, esperando a las carretas que iban hacia la romería del Rocío. En verano, al frescor en los veladores. El fútbol le daba otra vida especial los domingos a la voz de Recre, Recre, Recre... Los Trofeos Colombinos sí que eran trofeos, en las calles de la barriada no cabía un coche y quienes venían de fuera traían sus mesitas de playa para cenar entre partido.
El estadio se inauguró en la semana de La Cinta de 1957. Un Recre recién ascendido a Segunda División se enfrentó el 6 de septiembre al Athetic de Bilbao en el partido inaugural y, el día 8, con el Real Madrid. Las obras comenzaron el 21 de febrero de 1955, con proyecto de Rodríguez Cordero, aunque la visera la realiza Anadón Frutos, arquitectos que trabajaron en los grupos de viviendas de la barriada. El estadio municipal era la culminación de un barrio, del gran ensanche de Huelva, en el que trabajaron arquitectos que son hoy referentes. Un tiempo del alcalde Antonio Segovia Moreno y del gobernador Francisco Summer.
Sin embargo, lo mismo que las calles necesitan renovarse para no envejecer y dar paso a nuevas generaciones, el estadio y su plaza se vieron inmersos en un tiempo difícil. Nada hacía presagiar que aquel proyecto nacido para salvar al Recreativo dejara sumida a la barriada en la mayor de las tristezas. Perdió la alegría, el viejo estadio convertido en un solar donde solo crecía la mala hierva mientras los políticos de un lado y del otro se sacudían con palabras huecas. Incluso el PSOE llevó al equipo de gobierno del PP a los tribunales, para que le tuvieran que decir que la venta del Recre fue correcta. Ocurre que todos recuerdan aún la salvación del Recre y sus posteriores efectos, positivos y negativos. En 1999 no le sirvió ni el cupón que la Once le dedicó. Había que crear la Sociedad Anónima Deportiva, reunir un capital social de 2.700 millones de pesetas. El alcalde, Pedro Rodríguez, se tiró al césped del campo de fútbol con su bando Siempre con el Recre.
Llegado el 6 de agosto de 2008, en mes tan colombino se dijo que "se hacía historia" tirando el viejo estadio. Algunos pidieron que se conservara su fachada, no fue posible. Dijeron que tenían un proyecto maravilloso para lo que resultaría algo chocante. (¿?)
Lo cierto es que pasaron catorce años desde que el Recre dejó su Estadio Colombino y esto resultó un solar sembrado solo de promesas y proyectos, aunque la verdad que nada de nada.
No hay que olvidar que la ciudad disfrutó de su Nuevo Estadio Colombino con un estreno por todo lo alto el 8 de noviembre de 2001, con un partido entre el Recre y el Newcastle. Luego se recibió a la Selección española, todo una fiesta; dicen los que entienden aquí que se abrió el camino hacia su última época gloriosa.
A día de hoy es bueno recordar el llamado macroproyecto de Isla Chica. Reservaba suelo para un centro comercial y de ocio, 36 viviendas, hotel, edificio sociocultural, un gran parque con estanque y auditorio, áreas públicas, recorridos peatonales y un centro de salud. Se reservaba un mínimo de 2.000 plazas de garaje. Ahora lo que se inaugura es una zona de aparcamientos con 350 plazas en el tramo central. En los laterales de José Muñoz de Vargas y Alonso Niño, unos jardincitos.
A la Isla Chica no solo le quitaron el estadio sino que, al dejar baldío este gran espacio, hicieron que perdiera el alma, su auténtico latir diario. Es tiempo ya para salir de esta degradación. Bien están los nuevos barrios, pero no se pueden olvidar los que forman parte de la identidad de una ciudad. La Isla Chica es un barrio alegre, vivo, dinámico, que debe seguir siendo siempre referente con su plaza. Se merece algo mejor.
También te puede interesar
Juanma G. Anes
Para sorpresa de nadie
La ciudad y los días
Carlos Colón
Saltan las costuras autonómicas
Yo te digo mi verdad
¿El pueblo salva al pueblo?
Cambio de sentido
Carmen Camacho
Siquiera un minuto de silencio
Lo último
Elecciones en Estados Unidos
Harris vs Trump, dos estilos que polarizan
Fútbol | Liga de Campeones
El Milan hurga en la herida del Real Madrid (1-3)