Enhebrando
Manuel González Mairena
Que no pare la fiesta
Paso cambiado
PARA quienes no la hayan descubierto aún, deben saber que Pan y Cielo es un regalo que aguarda ser abierto. Juan Cobos Wilkins nos ha dejado en la pasada Feria del Libro su última obra, una novela genial, divertida, transgresora e irreverente, aunque esto último depende del nivel de beaterío de cada cual. Nada preocupante, se lo aseguro. Para quien no conozca aún los acontecimientos que desembocaron en que San Antonio Abad sea, además del Patrón de Trigueros, el afiliado número 1 de la Unión General de Trabajadores, el libro les vendrá más que mejor; quienes sean ya conocedores de lo ocurrido o de una parte, podrán conocer gracias a Cobos el anverso -o el reverso, qué más da- de unos acontecimientos de los que deberíamos sacar alguna lección con fines prácticos. Sobre todo, viendo lo visto y leído lo que se ha leído en la semana que hoy cerramos.
Juan Cobos Wilkins maneja unas veces los personajes a su antojo y otras los deja libres para se amen, bromeen o conspiren entre sí. Les da voz, cada cual con una tonalidad viva y táctil, hasta esculpir una narración coral que es historia entre roscos y viandas. Fue y es San Antonio un santo capaz de poner de acuerdo por un día a todo un pueblo para colgarle un escapulario con el carné del sindicato, buena enseñanza para tratar de obrar el milagro cada día que comienza y para enterrar de paso las intenciones aviesas. Por el relato deambulan el eremita y el alcalde, Juan Colombini -trasunto de aquel Cuadri de carne y hueso, abuelo del cineasta que ya piensa en rodar la película-, Horacio, Palmira y el resto del elenco. Todos aprendieron y comprendieron que el santo, como esa Huelva que unas veces sufrimos y siempre compartimos, es de todos y es de nadie una vez está en la calle, porque no hay autoridad civil ni militar que valga cuando la procesión da comienzo. Tan solo vale la autoridad del pueblo.
Todo el tiempo que perdemos en fabricar y en dar forma a tantas insidias nos valdría mejor emplearlo en buscar el camino para desarrollar todas esas "potencialidades" manoseadas durante décadas en los discursos oficiales, llenos de autopistas, trenes y aeropuertos. Y que la mala baba que inunda la Gran Vía, calle arriba, calle abajo, acabe por evaporarse. Que nadie se dé por aludido, aunque si lo hace habrá acertado. Pan y cielo bajo un mismo sol.
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