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LAS aproximadamente cinco mil hectáreas de castaños que alfombran la parte central de la Sierra son una vieja herencia de la repoblación castellano-leonesa de tiempos medievales. Claro que para que aquellos plantones agarraran contaron con características esenciales en el medio como unos suelos ricos en hierro y magnesio, la altitud de más de 600 metros o la cercanía al Océano Atlántico, que hace que cada otoño-invierno caigan en estas montañas copiosas precipitaciones. A ello debemos sumar el manejo ancestral de la poda y recolección, que ha dado un conjunto de saberes que aquilatan a los vecinos de la zona.
Al mismo tiempo, se ha generado una cultura con manifestaciones tan singulares como los rehiletes en Aracena o las fiestas de la castaña de municipios como Fuenteheridos o Castaño del Robledo y aldeas como Las Cefiñas (Aroche). También nos recuerdan esos castaños que son herederos del bosque autóctono de robles, el cual cubría las partes más altas de la entonces llamada Sierra de Aroche. Poblaciones como Alájar, Aracena, Aroche, Almonaster la Real, Cortegana, Jabugo, Galaroza, Cortelazor, Fuenteheridos, Castaño del Robledo, Linares de la Sierra, Los Marines, La Nava o Valdelarco toman el pulso de las estaciones a través del abrigo o desnudez de los castaños; e incluso algunos de ellos los han convertido en signos de identidad permanente al colocarlos en sus topónimos y escudos heráldicos.
El Parque Natural de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche tiene en este bosque su principal referente, surgido al calor de la alimentación de la ganadería porcina y humana, pues en la comarca se siguen conservando diferentes platos típicos y dulces, donde la castaña es el elemento aristocrático. En estos días los erizos alfombran los ruedos y los tostones de castañas se suceden en las blancas casas. Las variedades genéticas propias, como la plantalajar, helechar, conferencia o Vázquez le dan una belleza espectacular a umbrías y solanas.
El castaño es un magnífico indicador de la salud del paisaje serrano y una parte de la economía, y no sólo por los dividendos que dejan la venta de castañas, sino también porque a él están asociadas otras actividades como la recogida de setas o de plantas medicinales.
Sin embargo, el castañal está amenazado de muerte, por cuestiones como la baja rentabilidad, frecuentemente pérdida, al contar con mucha castaña tardía, menor en precio que la temprana, gran proporción de árboles envejecidos, plagas, debilidad de las cooperativas o carencia de una importante industria transformadora local.
Pero hay algo todavía más grave, los continuos robos de castañas que se producen durante el otoño, cuando los erizos se abren y precipitan los frutos sobre los ruedos. La creencia urbanita, procedente de las ciudades, que la Sierra es un bosque encantado donde uno va a coger castañas gratis la debemos desterrar del imaginario colectivo. Los turistas deben comprender que las castañas siempre tienen dueño y que son un elementos fundamental o complementario de la renta familiar de muchas casas serranas. A pesar del buen hacer de la Guardia Civil no da abasto a erradicar el problema, pues el espacio del castañal cuenta con cientos de hectáreas como ya hemos dicho.
Por tanto, debemos trabajar para concienciar a este visitante irrespetuoso que suele justificar sus actos con argumentos tan peregrinos como que sólo ha cogido cuatro castañas. En los hurtos hay toda una graduación, desde los que aparcan las furgonetas y se llevan en sacos decenas de kilos, el que en vez de estar a setas está a castañas o los que llegan a apalear a los castaños provocando grandes daños.
Muchas veces el problema lo han generado las empresas turísticas que organizan excursiones a la Sierra, colocando carteles que utilizan reclamos como el que tuvimos ocasión de ver e Sevilla, donde se decía que durante el sendero entre Alájar y Castaño del Robledo se podrían coger castañas.
En resumen, no pretendemos ponerle puertas al campo, pero sí certificar que el espacio serrano se compone de fincas privadas, con escasos espacio públicos, y con una economía de difícil equilibrio. Las instituciones competentes en la materia también deberían ayudar a evitar los robos de castañas con campañas de concienciación, mitigando la enorme presión turística que soporta la Sierra en otoño y fomentar el producto para que lo adquieran en las tiendas.
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