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Saque de banda
TORRENTE, el brazo tonto de la Ley, es el título de una saga de películas de Santiago Segura. Uno esta convencido que en todas las profesiones hay profesionales que son el brazo tonto de las mismas. Así, hay maestros que son el brazo tonto de la docencia. Uno de los profesores de Primaria de mis hijas, decía en clase a los niños que los catalanes eran malas personas. Así esta el patio.
Coincidirán conmigo que en esto hay categorías; es decir, si encuentras a un camarero tonto que es el brazo borde de la barra, con ignorarlo es suficiente. Lo mismo a un taxista, una dependienta, el peluquero o el de la agencia de viajes... ¡Yo qué sé!
Pero hay profesiones más peligrosas que otras para la integridad de uno mismo. En esa categoría incluiría en primer lugar a los políticos, en posición de liderazgo aventajado. En segundo lugar a los médicos y completando el podium de profesiones peligrosas cuando un tonto las ejerce, situaría a los agentes de la autoridad.
Los políticos hemos de padecerlos, dado que no tenemos la libertad de deshacernos de ellos. Pero lo de los médicos y los agentes de la autoridad -que ese rango tienen ahora los vigilantes de seguridad- cuando les da por hacerse el torrente, dese usted por aviado si topa con ellos. Desde luego, si se juntan, lo mejor que puede hacer es poner los pies en polvorosa.
Justo lo que no pudieron hacer una paciente en camilla y su acompañante en el Hospital Juan Ramón Jimenez el pasado 6 de julio, cuando se encontraron a una doctora travestida de brazo tonto de la atención sanitaria y tres seguratas convertidos en brazo armado y alelado de la ley.
El resultado: dos usuarias discapacitadas esposadas, una de ellas agredida por el muy español y machista método del sopapo, ambas con lesiones, una denuncia en el juzgado y una portada en este periódico. Pero no hay Torrente sin un jefe o institución que lo justifique. Esa es la razón por las que cosas como esta quedan tapadas y enmascaradas en "es su palabra contra la nuestra" -también muy español-, hasta que el olvido haga el resto o un juez no lo remedie.
Ojalá en este caso, ante tamaña desproporción e injusticia, el funcionario al que le caiga semejante marrón ponga las cosas en su sitio. Si fuera el SAS, a la torrentedoctora implicada en el asunto, hasta ir a juicio, la mantendría apartada del servicio haciendo un curso de paciencia, humanidad y sentido común.
A los agentes de la empresa de Seguridad les pondría a escribir 1.000 veces, "no pegarás ni pondrás esposas a personas "discapacitadas" y otras 1.000 veces: "la protesta verbal no se reduce pegando a la gente". Eso sí, haciendo las o con un canuto, por si cometen faltas de ortografía. A este paso las Urgencias del Juan Ramón Jiménez van a tener más éxito que el Fary en la sala Xenon.
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