Entre leones
Alberto Grimaldi
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Ajuste fino
LOS científicos han querido que Isla Cristina le dé nombre a un bólido, es decir, un trozo de un cometa extinto en el firmamento y que pudo haber caído sobre la localidad que gobierna María Luisa Faneca si no se hubiera desintegrado a 72 kilómetros de altura. Y, además, en pleno mes de agosto de 2007, cuando la gente se está bañando o descansando y lo último que puede pensar es que le caiga una piedra del cielo en la cabeza.
-- Habría que ver qué hubiera pasado si cae en Lepe -dice alguien por aquí.
Pues bien, así está la cosa. Por muy mal que estemos con la crisis aún puede ser peor si nos cae algo encima. Y que nadie piense que todo esto es una operación para desviar el turismo hacia otra parte, porque los meteoritos nadie sabe dónde pueden caer. Acuérdese usted de aquél que cayó hace más de sesenta millones de años y terminó con los dinosaurios. Bueno, usted no se acordará pero ya sabe a qué me refiero.
Este tipo de fenómenos está muy bien para alimento de los místicos y demás cofrades de las tragedias. Ya habrá alguien que salga diciendo que la vida es un suspiro y que en cualquier momento nadie sabe qué puede pasar. Los hay, los hay... Y porque ya somos un poco modernos, si no veríamos misas y salidas de vírgenes pidiéndole al cielo que no nos caiga nada encima.
De momento, Isla Cristina ha pasado a las revistas científicas de todo el mundo como el nombre de un meteorito. Es decir, un buen recurso para montar una campaña de imagen. En Lepe, por ejemplo, no ha nevado jamás o casi y llevan ya años esperando poder esquiar mientras el alcalde le da a la manivela detrás de la ventana.
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