Investigadores de la UHU defienden la importancia del pino para recuperar Doñana

El Departamento de Agroforestales sostiene que es una especie autóctona de más de 6.000 años de presencia

La zona más difícil de regenerar será la franja dunar costera

Zona de los pinos centenarios de Galé, donde el incendio afectó a algunos pastos.
Zona de los pinos centenarios de Galé, donde el incendio afectó a algunos pastos. / Fotos: H. Información
Enrique Morán

17 de julio 2017 - 02:04

La rábida/"Huelva debe sentirse orgullosa de esos mares de pinos, como lo está de las dehesas y los alcornoques de la Sierra". Así se manifiesta un grupo de investigadores del Departamento de Ciencias Agroforestales de la Universidad de Huelva (UHU), que recibieron a Huelva Información a las tres semanas del pavoroso incendio que se llevó por delante 8.500 hectáreas de alto valor ecológico y que no dudaron en definirlo como una "catástrofe".

Pero es ya momento de mirar hacia adelante y ver cómo se tiene que recuperar toda esa zona. Si, por un lado, la Junta inicia hoy mismo una serie de actuaciones de urgencia en el entorno, hay otro tipo de intervenciones que llevarán más tiempo, por lo que es trascendental qué tipo de decisiones se van a tomar.

Precisamente la semana pasada hubo una reunión del Consejo de Participación de Doñana en la que se abordó el asunto de la reforestación. En ese encuentro se apostó por unos criterios que descarten "el rosario de pinos" por los que se optó hace medio siglo y que se restaure "conforme a unos criterios más acordes al espacio". Un mínimo de 30 años serán necesarios para que los parajes quemados muestren un aspecto semejante al que tenía hasta hace pocas semanas atrás.

Desde el departamento de la Onubense se ha replicado esta postura defendida por el Consejo de Participación, apuntando que no entiende el desprecio mostrado hacia el pino piñonero, que, además, es responsable "en gran parte, del enorme valor ecológico, social y turístico de la marca Doñana".

Los investigadores de Agroforestales refutan que el pino piñonero no sea una especie autóctona. Quieren dejar claro que "es autóctono, como revelan los estudios que demuestran la presencia de pinares en la comarca de Doñana, desde hace al menos 6.000 años, de forma continua y muy abundante". Para ellos no hay duda de que el pino forma parte del patrimonio natural y cultural de la provincia. De hecho, las épocas en que estuvo menos presente "se debieron a deforestaciones causadas por el hombre". Junto a todo esto, destacan su aportación como productores de piñón, biomasa y madera.

Desde Agroforestales no hay duda: "Los pinos tendrán que ser protagonistas de la restauración de la catástrofe, junto con alcornoques, sabinas, madroños u otras especies arbóreas o de matorral que en cada sitio se consideren más adecuadas".

Los investigadores con los que se reunió este periódico fueron Gloria López, Raúl Tapias, Francisco Marín y Reyes Alejano, todos ellos también docentes en distintas áreas de esta ingeniería.

Conscientes de una cierta campaña demonizadora hacia una especie tan emblemática del paisaje de Doñana, los profesores explican que "se ha dicho también que hay un exceso de pinos y que son un elemento propagador de incendios". La respuesta que dan ante esto es que "los pinos piñoneros son árboles mediterráneos capaces de sobrevivir en condiciones extremas de sequía y baja fertilidad de los suelos". Añaden que "las especies nunca son culpables de los incendios. Más que las especies en sí, son los modelos de combustible, es decir, cómo es la estructura de la vegetación y restos vegetales", así como "su continuidad horizontal y vertical quienes influyen en la propagación del incendio".

La catástrofe se ha llevado por delante, de manera principal, la reforestación llevada a cabo en las décadas de los 40 y 50 del siglo pasado. Se han salvado el pino centenario del Parador y otros ejemplares de nada menos que 180 años que se encuentran en la zona de Galé, entre Mazagón y Moguer. Las repoblaciones se realizaron para dinamizar unas zonas muy deprimidas. De ahí la fundación de poblados como Bodegones o Cabezudos. De hecho, "hace cien años todo ese paraje era matorral y la reforestación permitió proteger los cultivos y las dunas".

Junto a la zona de reforestación de hace 60 años, la otra parte arrasada fue la franja litoral y la emblemática Cuesta Maneli, que, por tratarse de un sistema dunar, será la zona más complicada. Se trata de un área en la que se daban especies como sabinas, pinos y enebros, aunque muy pocos en este último caso, aparte de una gran diversidad de matorrales. Para su recuperación "habrá que tener muy en cuenta cómo van a comportarse las dunas y si éstas van a ser objeto de las dinámicas eólicas, o los efectos de los vientos". Incluso podrá haber casos en los que no sea necesaria la actuación humana porque hay factores que hacen que los entornos puedan estar sujetos a su propia evolución. De hecho, en el sistema dunar afectado no es extraño encontrar en el subsuelo semillas de algunas de las especies de manera que aquellas podrían servir de catapulta para la recuperación de esa especial franja litoral.

A un nivel más general, los investigadores del Departamento de Agroforestales aconsejan "ver cómo va a ir respondiendo cada zona dentro de todo el ámbito afectado: dunas, vaguadas, arroyos... pues no se podrán tomar decisiones globales sino que habrá que atender las microsituaciones que se dan en el paraje". Pero la vida sigue su curso y la naturaleza se recupera. Prueba de ello es la Dehesa del Estero donde allá donde hay cierta humedad, ya están empezando a surgir los primeros brotes de algunos arbustos como señales o indicios de que algún día, aquellos volverá a mostrar todo su esplendor.

Buen criterio a la hora de abordar la extinción de las llamas

Los miembros del Departamento de Agroforestales defendieron los criterios que se siguieron en la extinción del incendio, ya que "se defendieron las poblaciones, se realizó una correcta evacuación y los efectivos trabajaron en condiciones de cierta seguridad". De hecho, entiende que "la seguridad en los incendios motiva que no siempre se pueda hacer uso de los voluntarios, máxime cuando éstos no pueden ir equipados según la normativa de seguridad". Respecto a la supuesta suciedad del entorno, para estos investigadores, "el monte no estaba sucio". Con ello, desde Agroforestales se incide en un aspecto que ha hecho correr ríos de tinta: la conveniencia de que haya matorral o hierbas en los bosques de Doñana. Para estos profesores, "la suciedad en el monte no son los arbustos o las hierbas, sino los residuos sólidos: botellas, envases, plásticos e incluso electrodomésticos". Argumentaron que "es cierto que una acumulación excesiva de matorral puede necesitar controles periódicos, pero este tipo de acumulación no se daba en gran parte de las zonas incendiadas en las que recientemente se habían hecho actuaciones selvícolas". En otras palabras, la idea de que el bosque debe estar limpio de matorral es algo que entronca más con criterios agrícolas que forestales, pues tanto aquel como las herbáceas tienen el valor fundamental de generar un espacio de biodiversidad. Regresando al papel del voluntariado, los especialistas consideran que "la colaboración ciudadana es siempre bienvenida antes y después del incendio", pero entienden que ha de canalizarse en ámbitos como un comportamiento civilizado que sea exigido al resto de usuarios en relación al abandono de residuos o uso del fuego, llevando a cabo planes de autoprotección de aquellas viviendas que se encuentren en contacto urbano-forestal o exigiendo a la Administración "que controle el respeto de los usos del suelo y se evite la invasión de los montes públicos".

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