Un día en el reino de la sinfonía

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Como celebración del Día Europeo de la Música, Víctor Pablo Pérez dirige nueve novenas sinfonías a cinco orquestas distintas durante 13 horas

La Joven Orquesta Nacional de España toca la 'Novena' de Mahler en el Auditorio Nacional de Madrid.
La Joven Orquesta Nacional de España toca la 'Novena' de Mahler en el Auditorio Nacional de Madrid. / Rafa Martín
Pablo J. Vayón

26 de junio 2017 - 02:15

Madrid/A las 10:30 del sábado 24 de junio, cuando suenan las primeras fanfarrias invitando a la participación, mucha gente se amontona ya a las puertas del Auditorio Nacional de Música en Madrid. Antonio Moral, director del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) e impulsor de este proyecto, va de un sitio a otro atendiendo a todos con una energía y una pasión desbordantes. Más de un año ha costado poner en pie esta fiesta de la música: reunir en un solo día a las cinco orquestas con sede madrileña para, al mando de un mismo maestro, afrontar nueve novenas sinfonías, un maratón de más de 13 horas que se complementa con la integral sinfónica de Beethoven en los arreglos pianísticos de Liszt que cinco solistas ofrecerán simultáneamente en la sala de cámara.

A las 11, los profesores de la Sinfónica de Madrid están ya listos y afinados. El burgalés Víctor Pablo Pérez lleva tiempo preparándose para un día que, en sus propias palabras, supone un reto "no sólo físico, sino emocional". Por primera vez en su vida dirigirá la Novena de Haydn, una obrita temprana del gran padre de la sinfonía, un aperitivo para el primer plato fuerte de la jornada: la Coral. Víctor Pablo hace un Beethoven robusto, brioso y claro, de articulación muy clásica, con frases amplias y bien ligadas. Su interpretación crece hasta un final dramático, que es saludado con entusiasmo por un público que casi llena la sala.

Actos así nos recuerdan que la música es una celebración de la vida y del ingenio humanos

Un total de 960 abonos se han vendido para la maratón sinfónica, y el paso de las horas servirá para entender que este es el día de un público variopinto, entregado y espontáneo, que no parece el de los regulares ciclos de abono, pues en el segundo concierto del día, el de la Orquesta de la Comunidad de Madrid, los aplausos entre movimientos se hacen norma. La Novena del asturiano Garay me deja la sensación de música menor y desubicada en su tiempo (1817), pero que habría ganado con una versión más afilada en materia de articulación y de acentos. El maestro burgalés es ahora titular de este conjunto, pero su Schubert está tan lleno de discontinuidades como de golpes de efecto grandilocuentes; un Schubert que se hace largo.

Llega la pausa del almuerzo. Pero la comida puede esperar: en la Sala de Cámara se celebra a Beethoven a través de Liszt y me acerco a ver al motrileño Juan Carlos Garvayo enfrentarse a cara de perro con una Quinta que le pone en más de un apuro (pero ¿a qué pianista no ha puesto alguna vez Liszt en apuros?). Paso también por el salón de tapices, donde un cuarteto de jazz improvisa a partir de Beethoven, Dvorák y Mahler. Por todos lados veo gente coreando, tarareando, aplaudiendo, mientras otros dormitan.

En el primer concierto de la tarde, al maestro burgalés le queda pesante la joyita de un Mozart adolescente, pero dicta lección de maestría con Bruckner. La Sinfónica de RTVE es un conjunto irregular, con unas cuerdas de empaste precario, y parece ir un poco a rastras, pero Víctor Pablo insufla vida a los dilatados desarrollos brucknerianos, combina potencia sonora con lirismo, dibujando un Adagio catedralicio, en el que las divinas extensiones del austriaco se flexibilizan y cantan.

Mientras llega la Orquesta Nacional de España (ONE), me cuelan en un palco para escuchar la Pastoral de Beethoven, que Eduardo Fernández mueve del lirismo colorido del arroyo al bramar de la tormenta. La Novena de Shostakóvich, escrita nada más acabar la Segunda Guerra Mundial, irritó a Stalin, que esperaba épica y majestad allá donde el compositor puso levedad e ironía, una ironía que Víctor Pablo apenas destaca en una interpretación limpísima y franca, que sirve para entender que la ONE es la mejor de las orquestas convocadas, lo que se confirma en un primer movimiento de Dvorák glorioso por la elasticidad del fraseo, la profundidad del foco, la claridad de los planos, los contrastes y progresiones dinámicos. La versión, cuyo alto nivel queda marcado por el delicadísimo fraseo de la cuerda en el Largo, provoca un justo desbordamiento del entusiasmo entre los asistentes.

La mística de la Novena. Beethoven y Bruckner no pasaron de ella. Mahler temía tanto sobrepasar ese hito que a su Novena real la camufló como La canción de la tierra. Así que su Novena (oficial) ya no sería realmente su Novena. El truco no funcionó, y la Novena (oficial) sería su última sinfonía completa. Testamento asombroso de serenidad y hondura, en un ir más allá de los límites se le confió a los chicos de la Joven Orquesta Nacional de España, que respondieron con pasión juvenil, concentración adulta y una calidad en los primeros atriles que me dejaron con la impresión de que algo muy bueno está pasando con la educación musical en España.

Ha pasado ya la medianoche, y mientras Antonio Moral y Víctor Pablo Pérez se abrazan en una terraza del Auditorio, justo antes de que un castillo de fuegos artificiales cierre con los sones de Haendel de fondo esta especialísima jornada, pienso que está muy bien que de vez en cuando se organicen fiestas como esta que nos recuerdan el poder de la música como catalizadora de emociones colectivas, como agregadora de voluntades, como celebración de la vida y del ingenio humanos.

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