La ciudad y los días
Carlos Colón
María Celeste
Los afanes
Dime de qué presumes y te diré de qué careces. Dice el dicho popular. Pedro Sánchez publicó hace unos días el siguiente twit: "La primera medida que tomaré como secretario general será pedir la dimisión de Mariano Rajoy". Y le respondí: "Decir eso hoy significa el poco respeto que le tiene usted a la militancia que no le va a votar". Son las cosas de la vida. Ya hemos dicho por activa y por pasiva que el PSOE se muere, gane quien gane. Que a Susana Díaz no la quiere nadie de Despeñaperros para arriba, aunque venza en las primarias. Que Patxi López es vasco, que el único líder con carisma en el PSOE se llamaba Redondo Terreros, y está defenestrado, y que Pedro Sánchez no huele bien.
En un país donde los grados van a pasar a tres años, aprobado ya por el Consejo de Universidades, (con cuatro los universitarios no aprendían nada, imagínense ustedes con tres), un país que machaca las inquietudes culturales de Antonio Banderas que desiste de sus proyectos culturales en Málaga por vergüenza, un país donde no se reciclan las instituciones, donde vivimos del pasado, para el pasado, con el pasado y en el pasado, un país que ha dejado morir a IU (Pablo Iglesias publica un twit ahora y cinco minutos después publica el mismo twit, con otras palabras similares, Alberto Garzón). Un país que ha perdido la identidad, que vive del menosprecio y la mentira (mentir en política suele ser como vender para el empresario).
Pero este país necesita un PSOE como el comer. Necesita una izquierda fuerte, sólida, precisa de una oposición verdadera, de un partido de criterio y de verdades como puños. ¿Y qué hacemos? Pues nosotros no sabemos qué ocurrirá el domingo, aunque lo imaginamos. Lo que sí sabemos es que la mujer de Pedro Sánchez (que se lanzó en sus orígenes como un Obama más al ruedo) ha vuelto a invitar a todas sus amigas a merendar en La Moncloa, a pastas y a té (rojo claro está), y les ha dicho que esta vez de verdad, que no les va a volver a fallar, que meriendan en La Moncloa porque Sí es Sí, porque una merienda en La Moncloa es algo así como tener a un marido que no sabe lo que quiere (nunca lo ha sabido), un marido al que el PSOE le importa un pimiento (rojo claro está), un marido al que solo le importa él mismo y su presencia, y su figura, y su ausencia de carisma.
Mentir está muy mal, pero poner a la militancia de protagonista en un país es dejarlo en las manos de una comunidad de vecinos.
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