Desde la Ría
José María Segovia
Gran orquesta
Los afanes
La muerte del pensador Bauman en enero de este año le ha devuelto la vida. Sobre todo, porque su fallecimiento le ha alzado como gran sociólogo y filósofo, y porque tenemos la ocasión de leer algunos de sus libros que ahora aparecen. Uno de ellos es Retrotopía, publicado este mes por Paidós como su obra póstuma. Viene a decir Bauman en este ensayo que nuestro futuro ha dejado de ser sólido, y que comenzamos a buscar la utopía en el pasado. "El objetivo ya no es conseguir una sociedad mejor, pues mejorarla es una esperanza vana a todos los efectos, sino mejorar la propia posición individual dentro de esa sociedad tan esencial y definitivamente incorregible", dice Bauman.
Pero la retrotopía de Bauman, en la sociedad actual, se convierte en posretrotopía. Por más que acudamos al pasado o deseemos acudir a él para lograr objetivos o mejor, idealizar objetivos que fueron en algún momento, nunca llegaremos al futuro por este camino. Seguimos mirando hacia delante, debemos seguir ansiando el futuro. Lo pasado pasado está, y por más que veamos imposible conseguir unos objetivos en base a las situaciones actuales, hay que morir en el intento. O al menos hay que intentarlo.
El antropólogo David Le Breton comentaba hace unos días que la pérdida de referencias lleva a los adolescentes a conductas de riesgo. Unas conductas de riesgo que aparecieron en los años 70 y se han extendido como la espuma en los países ricos y en los pobres entre los adolescentes (problemas alimentarios, matanzas escolares, toxicomanía, escarificación, alcoholización extrema, jóvenes antisociales, islamismo extremista,…). La pérdida de referencias lleva a Le Breton a hablar de la "individuación de sentido" como causa.
Y todos estos cambios que comentamos y que estamos viviendo en nuestras sociedades, además de ser evidentes, son preocupantes. El Diccionario de Oxford ha elegido como palabra del año a posverdad. Nuestra sociedad se conforma con aquello que parece verdad aunque no lo sea y fabricamos, para interés personal, nuestras propias verdades que son falsas verdades. No olvidemos que todo está inventado, y todas estas cosas, con otros términos, ya las dijeron antes otros pensadores. La sociedad es como una gran pescadilla que se muerde la cola y gira en torno a sí misma, con los mismos errores y con el anhelo de un futuro mejor. Ocurre que para conseguir ese futuro prometedor hay que asumir los derechos y deberes, y hay que ser exigentes, ahora mucho más.
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