Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

Una cuestión de edad

Ser mayor que los dirigentes de los cuatro partidos más importantes del país me da una superioridad más que real

No me había dado cuenta o, tal vez, no había querido echársela. Lo cierto es que me ha dado vueltas a la cabeza desde que lo leí no sé dónde y es que desde que he apartado un poco de mi escaso tiempo diario a esclavizarme en las redes sociales, mis lecturas se han adaptado a mi tradicional desorden. Esperen, creo que fue en un capítulo de la serie Cuarto Poder, la vida de los periodistas del New York Times, que me ha dado un chute de realismo y ha revitalizado mi optimismo en una profesión que, no importa el medio por el que se transmita, sigue teniendo algo de mágico, por mucho que algunos crean que sólo nos leen cuatro. O tal vez en Una historia personal, la biografía de Katharine Graham, la editora del Washington Post, cuando señaló que una de las cosas que más le sorprendió de John Kennedy es que, por primera vez, ella era más mayor que el presidente de los Estados Unidos.

La verdad es que me dio qué pensar y me puse a comparar con mi actual media centuria (y más) a cuestas y llegué a la conclusión de que en algo me parezco a quien mantuvo el pulso con la persona más poderosa del mundo hasta hacerle doblar el espinazo, como a esa pandilla de locos salvajes con los que sí tendría ganas de hablar hasta descubrir que tenemos mucho en común entre la calle Mora Claros y la Octava avenida. Y es que un servidor no sólo es mayor que el presidente del Gobierno de España, sino que la elección de Casado, me ha llevado a serlo de los cuatro líderes de los principales partidos políticos de este país, o de la presidenta de la comunidad autónoma en la que resido desde hace más de dos décadas (de la de mi origen no, que Urkullu peina más canas que yo).

Por eso tal vez estoy en esa posición en la que les miro, no sólo desde un escepticismo creciente, sino directamente por debajo del sobaco. Amos anda, que esto lo he vivido yo antes, es lo que les suelto cada vez que el Telediario me los mete en el salón. Y claro, así me va, que sólo quienes comparten esa visión torticeramente pasotil de la vida política, me pueden tomar medianamente en serio y en Huelva me he encontrado a algunos, no se vayan a creer. El resto, pues qué quieren que les diga, que me van a convencer de poco, a engañar menos, a tomar el pelo menos que lo justo, a no ensimismarme de la cantidad de barbaridades que puedan soltar por minuto y que jamás dejaré de admirar su apego al cargo, su mediocridad intelectual y su nula capacidad de sacrificio por el bien común. Desde el respeto. O no.

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