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Estamos en el límite, un gran cambio social se acerca. Los robots van a revolucionar todos o casi todos los tiempos venideros. Y el Parlamento Europeo ha sido la primera institución que se ha planteado regular estos aparatos inteligentes. Tanto en el cine como en la literatura los visionarios nos han mostrado estas máquinas; Metrópolis en 1927 es un ejemplo. Pero la cosa no queda ahí, la ciencia ficción futurista ha estado muy presente en la literatura del siglo pasado. Tal vez el día a día hizo que viésemos muy lejanos los acontecimientos que describían. Y ya están aquí, ahora son un problema que eliminan puestos de trabajo y precisan de regulación.
Se cree que en unos 8 años el número de robots actual se multiplicará por tres, y la progresión seguirá aumentando. Hay robots que leen a los niños y robots que leen la mente para aprender. No piensen que estamos diciendo disparates, es un hecho, una realidad. Y mientras ocurre esto nosotros seguimos viviendo muy deprisa, tan rápido que hemos olvidado contemplar, atender y hasta entender. Y no hablemos de leer y escribir, que son nuestras máximas, el mayor elemento de la comunicación se pierde por culpa de las prisas. Vivimos rápido porque hay que vivir rápido. Y es un error.
Párese. Respire. Hable, discuta. Los avances tecnológicos están muy bien, son positivos, pero si sirven para desarrollar al ser humano, para evolucionar en una sociedad de seres humanos. Hace unos días leí un poema generado por WASP (Wishful Automatic Spanish Poet). Había utilizado para ello una antología de Miguel Hernández. El resultado era lamentable pero real, y se podía leer. La ausencia de sentimientos y de creatividad estaban patentes en los versos. Los algoritmos que fundamentaron la creación del poema no tenían alma de poeta.
Fíjense cómo cambian las cosas, que en la mensajería instantánea ya apenas se escribe, se mandan mensajes de voz, es mucho más rápido, es inmediato y en el discurso hablado no se detectan las faltas de ortografía, ni la riqueza en palabras, ni lo errores gramaticales. Pasamos a convertirnos en una máquina más.
Por último, hoy les pido un favor. Un favor simple y fácil de llevar a la práctica. Si tienen previsto mandar hoy un whatsApp no lo haga, llame por teléfono a su interlocutor, escuche su voz, intercambie algunas palabras con ella o con él, pregúntele cómo está, qué hace, disfrute de la compañía del lenguaje hablado.
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