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El otro día en Madrid un amigo me preguntaba con naturalidad porqué ese escritor de marras siempre habla bien de Susana Díaz. No sabía qué responderle. Lo desconocía. Un tercero, que observaba con paciencia y muy atento, indicó: "Tiene un carné más grande que su último libro". Y es que a veces, cuando la tormenta política aplana nuestros pensamientos, siempre sale a colación la filiación o la fobia. Estoy orgulloso de reconocer que mi único partido se llama nada y mi filiación es ninguna. Y entre la nada y ninguna uno puede atreverse a decir aquello que otros nunca dirán.
Y es que se habla poco, se utilizan las redes para alabar o descalificar, para manifestar el postureo, el falso postureo, que nunca nos lleva a ninguna parte. Las redes sociales son como una gran tormenta universal, donde lo particular no interesa, si desapareces siempre hay miles de otros que ocupan tu espacio, un espacio que en realidad nunca había existido. Pero para tormenta la de esta última semana. Rajoy a pasado de ser presidente villano a villano a secas. Ha aparecido Aznar para desgracia de todos. Una colaboradora de un programa de la Ser dijo el pasado fin de semana que estaba encantada con Pedro Sánchez, que era guapo y que hasta hablaba inglés. "Si fuera mujer sería perfecto" apuntilló. Pablo Iglesias seguirá soñando en cómo amueblar su casa con el dinero de los españoles. Y Albert Rivera es, según dicen todos los expertos, el gran perdedor. Aunque creo que será el gran vencedor. Tiempo al tiempo.
No somos nadie. María Amparo Plaza ha pasado cuatro años muerta en su domicilio de Valencia sin que nadie la echara en falta. Nadie, que es lo mismo que nada o ninguno. Cuando la policía intentó localizar a sus familiares para comunicarles la noticia tampoco hallaron a nadie. Su cuerpo se encontraba en un estado de momificación natural, algo así como el estado que presentan los políticos cuando acuden al Congreso. Pero a diferencia de María Amparo todos hablamos de los políticos y los tenemos muy presentes, será por hablar de alguien supongo.
María Amparo no tenía redes sociales, nunca las tuvo. De vez en cuando se asomaba a la terraza de su vivienda de la calle José Benlliure de Valencia, lo hacía en camisón. Los últimos cuatro años de su vida han pasado de largo sin hacer ruido, sin manifestar odios y rencores. Y algunos dicen que se enorgullecen por volver a tener un Gobierno de talante, como el de Zapatero. Pero ¿tenía talante el Gobierno de Zapatero?
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