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Carlos Colón
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Arias breves
No es mi primer artículo sobre el tema, ni, me temo, será el último. Los políticos de todos los partidos, incluidos los poquita cosa del partido gobernante, el noventa por ciento de los medios de comunicación y la judicatura han dado por inaugurada la temporada de caza del católico. Se ha abierto la veda. Se suceden las sentencias absolutorias de profanaciones, amenazas de muerte y escarnio sobre personas, creencias y figuras de la religión católica entre el regocijo de casi todos los medios informativos y la aquiescencia de todos los políticos sin excepción. Sale barato insultar a Cristo Crucificado, a la Santísima Virgen, tirar un cura al suelo, insultarlo, escupirle, mofarte del Padrenuestro, hacer una exposición en el suelo con hostias consagradas. Todo ello en el orden en el que esta pobre nación anda: mediocre, cutre, soez, procaz, barriobajero. España se está convirtiendo en un muladar en el que todo cabe, la ley es un artefacto que sirve a quien sirve y los medios son puro espanto en su carrera hacia la inmundicia. Una nación con tres mil años en la espalda camino del sumidero de la historia, camino de la nada. Pena, penita, pena.
Y todo esto viene porque el cristianismo no se inclina ante la diosa modernidad. No quema incienso ante los diosecillos de lo políticamente correcto. Se atreve a disentir del nuevo orden establecido. Se resiste a bendecir lo aberrante o, sencillamente, lo que hiere el orden natural y el sentido común. Pues nada, amigos, no voy a insistir. Todo el mundo sabe lo que está pasando. Lo que me parece que no todos saben son las consecuencias de todo esto. No me voy a poner apocalíptico. Sólo digo que cuando una sociedad se pone a escupir sobre la tumba de sus padres está literalmente perdida. Cuando lo blanco es negro, el día es noche y lo malo es bueno, sólo es cuestión de tiempo el ir a recoger el cadáver de esa sociedad. Ni siquiera tengo ganas de llamar a los católicos a una reacción ante tanta agresión gratuita y cobarde. Recordar que todos estos antirreligiosos lo son contra una sola religión; contra el Islam, por ejemplo, nada de nada. Se lo hacen en los pantalones de solo pensarlo. Digo que no hago llamadas. Sólo subrayo que se está expulsando del sistema de convivencia a millones de españoles que no pueden sentirse identificados con un Estado que no los defiende en sus más íntimas y sublimes creencias, antes bien consiente o participa en los ataques. Siempre espero y confío en que la escalada de agresiones se detenga. De lo contrario, a buen entendedor pocas palabras bastan.
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