Editorial
Rey, hombre de Estado y sentido común
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Como consecuencia de los recortes presupuestarios y debido a la abnegación que se le supone a los implicados, los presupuestos del Ministerio de Defensa han caído por debajo de 0,9% del PIB cuando las indicaciones de la OTAN son que éstos deberían situarse cerca del 2%. La nueva titular, María Dolores de Cospedal, sostiene que su departamento debería contar con 2.076 millones de euros más cada año para colocarnos a un nivel adecuado para responder a los problemas de seguridad que se nos plantean en el futuro. Tiene razón. El mundo ha cambiado mucho en el último año, a la rivalidad tradicional, al menos desde la Segunda Guerra Mundial, entre Estados Unidos y Rusia le sucede ahora una inquietante alianza entre sus dos presidentes, el electo Donald Trump y Vladimir Putin, que deja a la OTAN ante un futuro incierto. Ahora más que nunca se hace necesaria la política común de defensa en la Unión Europea, porque no está nada claro que la OTAN vaya a seguir siendo el paraguas del Viejo Continente, paraguas hiperfinanciado por EEUU. Las peticiones de la nueva ministra son razonables, pero, a la vez, es necesario que responda con más transparencia presupuestaria y con una definición que, posiblemente, necesite de una nueva estrategia. ¿Qué Ejército necesitamos? Para ser claros, el Ministerio de Defensa se ha dedicado en los últimos años a solventar un problema muy grave de deuda asociado a los programas estratégicos de armamentos (PEAS) y a pagar, como fuera, recurriendo al presupuesto de contingencia, las nuevas misiones en el extranjero. El Constitucional declaró nulo el pago de los PEAS con créditos extraordinarios, de tal modo que somos conscientes de los problemas de María Dolores de Cospedal, pero es necesario que la ministra informe de cuál es el estado real de un asunto que tiene hipotecada buena parte de la estrategia española. En la celebración de la Pascua Militar, ha quedado claro que los asuntos de la defensa exterior e interior de España están ya ligados de modo muy íntimo, hablamos de que el terrorismo yihadista supone un riesgo para nuestros entorno y para nosotros mismos. En el futuro no es raro que nos tengamos que enfrentar a desafíos muy cerca de nuestras fronteras: en Libia, en Túnez o en los países del Sahel, hacia donde los retornados de Siria e Iraq parece que desean volver. Con ocasión de la guerra en Libia, ya el presidente Obama, menos aislacionista que su sucesor, dejó a la Unión Europea que asumiese la vanguardia, lo que sirvió para revelar sus grandes deficiencias.
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