El Algarrobico quiere volver a ser Áqaba

Personas e instituciones llevan más de dos décadas para devolver la playa donde David Lean recreó una de las escenas de ‘Lawrence de Arabia’ a su estado original, sin el hotel

Las organizaciones de defensa del entorno almeriense recelan de las medidas anunciadas por las administraciones

El Gobierno anuncia el derribo del hotel del Algarrobico en cinco meses

Imagen de la recreación de Áqaba en la playa del Algarrobico, donde se levantaría el polémico hotel.
Imagen de la recreación de Áqaba en la playa del Algarrobico, donde se levantaría el polémico hotel.
Óscar Lezameta

16 de febrero 2025 - 05:00

En la tierra del cine, una película sobresale por encima del resto. A lo largo del parque Nicolás Salmerón de la capital, los blindados de Patton entraban en Palermo. Una casa, por fin restaurada, sirve para recordar que allí se alojó John Lennon mientras rodaba Cómo gané la guerra, recreada después por David Trueba en Vivir es fácil con los ojos cerrados. Por el desierto de Tabernas se pasaron desde Alex de la Iglesia, a Ridley Scott, Brigitte Bardot, Claudia Cardinale o Sofia Loren. Entre todas ellas Lawrence de Arabia alcanzó al excelencia. A comienzos de los 60, Eddie Fowlie le recomendó a David Lean, levantar el pueblo de Áqaba en la desembocadura del río Alías. En tiempos de necesidad, cientos de personas trabajaron en la construcción de la ciudad de Jordania de principios del siglo pasado. Por allí pasaron Peter O’Toole, Alec Guiness, Anthony Quinn y Omar Sharif. Tres meses desde que se levantara en poblado de cartón piedra, se rodó la escena de la toma de la ciudad. Después no quedó rastro alguno de su paso. Hoy, en el mismo lugar, sólo el hotel del Algarrobico, rompe el mismo paraje que enamoró a Eddie, tanto como para quedarse a vivir y morir allí.

A pesar de que maravilla a quienes lo conocen, Carboneras tiene fama de gafe. Hay tantas teorías para explicarlo, como personas que la cuentan. La llegada de los cadáveres de quienes se ahogaban en el mar a sus costas, bautizó a la playa de los muertos. Más recientemente, en 2008, un pavoroso incendio en una fábrica de su polígono industrial, sesgó al vida de varios trabajadores. Los viajes del cursa de la localidad que transportaba a los enfermos de lepra. Sea cual fuere el origen, todavía hoy muchos almerienses evitan pronunciar su nombre y se contentan con llamarle el Pueblecico. Desde hace veinte años, tienen otro motivo y ese es uno que no han buscado. El hotel del Algarrobico se ha convertido a su pesar en un símbolo que se reitera tan pronto como se hace referencia a algún mamotreto urbanístico demasiado cerca de algún entorno natural que no debería estar ahí; desde Italia a Grecia, pasando por una costa española en general y mediterránea en particular, que tiene demasiados ejemplos. “No vamos a permitir otro Algarrobico” es una frase escuchada demasiadas veces. Un grupo de personas, se propuso hace más de veinte años a que dejara de oírse.

Uno de los primeros fue José Ignacio Domínguez, un defensor de cuanta agresión al medio ambiente se produjera en los límites de la provincia de Almería. Y entonces había unas cuantas. Desde su casa en Aguamarga, vio pasar unas excavadoras y siguió su curso hasta parar en el Algarrobico. Desde entonces no ha parado y quiere ver a ese trozo de la costa tal y como lo recordaba. La reactivación del caso le ha cogido en forma. “Ha metido la pata el Gobierno. Los terrenos ya no son de Azata porque la Junta ejerció el derecho de retracto. Falta que lo ejecute, pero los suelos ya son suyo”. Se casa con pocos: “aquí se han equivocado el Gobierno, la Junta que durante años hizo todo lo posible para seguir adelante con el hotel, los ayuntamientos y también jueces”. José Ignacio sonríe al recordar como el Gobierno autonómico llegó a decir que no calificó como no urbanizables los terrenos donde se asienta porque “en el boletín oficial se veía mal y no estaba claro si era posible edificarlo o no. Eso está por escrito”. O también cuando un grupo de empresarios llegó a defender que el hotel “se construyera con mármol de Macael y así impulsar el sector de la piedra natural de la provincia”. Lo más triste es que ambas anécdotas son reales, como las que llegaron de órganos judiciales con la aureola de respetables y que se contradecían entre sí dependiendo qué sala dirimiera qué asunto.

La misma playa donde se construyó Áqaba con el polémico hotel.
La misma playa donde se construyó Áqaba con el polémico hotel.

Él está detrás de algunas del más de medio centenar de sentencias (incluidas las del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, el Supremo y los tribunales almerienses). Todas ellas comenzaron en 2006 con la paralización de las obras que se habían iniciado apenas tres años antes. Desde entonces su silueta languidece esperando la demolición que está igual de cerca y de lejos que lo ha estado en estos más de 20 años. Hoy está más pintado que cuando el blanco rompía el paisaje. Los activistas de Greenpeace fueron los encargados de darle un más propio color negro y por ello fueron juzgados y absueltos.

Esta organización, en la voz de Luis Berraquero es posiblemente la voz más pragmática de las escuchadas esta semana. Desde una de las que más ha peleado por derribar el engendro urbanístico, asegura que “no me importa quién lo haga, ni cómo lo haga. Si es el Ministerio con una expropiación, nos parece perfecto. Lo que queremos es que desaparezca. Lo celebraremos lo haga quien lo haga. Ya va siendo hora de dejar de enfrentarse entre ellos y terminar con esto”.

Berraquero sí pone en dedo en la llaga en un aspecto que sí ha cambiado de manera notable. Cuando el hotel se paralizó y comenzó el rosario de sentencias para tirarlo abajo, mucha gente de Carboneras protestó. El maná del turismo y la llegada de miles de personas, sedujo a una buena parte de sus habitantes deseosos de terminar con la excesiva dependencia de los trabajos que la central térmica ofrecía y que las exigencias ambientales y lo obsoleto de su tecnología amenazaron con un cierre que llegó recientemente. Hoy, eso se ha dado la vuelta. No cabe duda que hay todavía quien quiere ver el hotel con sus 21 plantas sobre el nivel de la playa y más de 400 habitaciones a pleno rendimiento, pero la mayoría está harta de que a su pueblo se le identifique con uno de los ejemplos más sangrantes de destrozos del litoral. Precisamente el almeriense era uno de los más intactos hasta que se levantó su blanca sombra y hoy la mayoría quiere recordar la costa como siempre fue. En Greenpeace han buscado incluso el amparo del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Era uno de los pocos que todavía no se había pronunciado sobre este asunto y pronto lo hará.

Al frente del Ayuntamiento de Carboneras está Salvador Hernández, uno de los pocos reductos que todavía quedan de Ciudadanos. Con un acento que no puede disimular su origen, recuerda cómo se enteró de la visita de Montero a la playa del Algarrobico: “me avisó un policía local que se lo dijo un guardia civil de la localidad. Así no se hacen las cosas. Nadie lo sabía, ni siquiera la agrupación local del PSOE”. No ha cambiado mucho desde entonces porque “nadie se ha puesto en contacto con nosotros. Así no se hacen las cosas”.

Es señalado –y lo sabe– por varios dedos que le acusan de ser uno de quienes están poniendo más trabas a la hora de revisar la licencia de obras que otro Consistorio concediera hace más de dos décadas. “Tenemos la plantilla que tenemos, muy limitada y tanto el arquitecto como el secretario se comparten con otros dos pueblos. Su trabajo es clave para esa revisión de la licencia que es un proceso complejo. Hay que escuchar a todas las partes implicadas, la Junta, el Gobierno y la empresa, por lo que no sé cuánto tiempo puede tardar. Pueden ser unos meses o tres años”. Lo que tiene claro es una cosa: “dentro de cinco meses, como dijo la ministra de Hacienda, el hotel seguirá aquí, en pie. Lo que dijo sólo es un brindis al sol”. Sea como fuere, los últimos movimientos hacen torcer la mirada al Pueblecico. En su Consistorio está “el único obstáculo para proceder al derribo del hotel”, asegura Domínguez que recuerda que “no hay derribo sin anulación de licencia y por el momento no han funcionado los mecanismos sancionadores para obligar a hacerlo. El TSJA apenas ha añadido una multa de 700 euros cada quince días para obligarle a hacerlo, una cuantía que parece una broma. En el trasfondo de este asunto está la indemnización a la empresa que deberán afrontar unas más que mermadas arcas municipales, toda vez que fue el Ayuntamiento quien le concedió la que le permitió edificarlo.

Ecologistas en Acción, Salvemos Mojácar, Amigos del Parque y Greenpeace. Pocos temas han suscitado la movilización de tantas organizaciones ecologistas. Todas coinciden en pedir a los partidos que abandonen las luchas entre ellos y que olviden el rédito electoral (todo esto huele demasiado a que Montero busca un golpe de efecto y que el resto trata de impedirlo) y obliguen al Ayuntamiento a hacer lo que se supone que debía de haber hecho tan pronto como se lo ordenaron. Vamos, que se respete el Estado de Derecho, el mismo con el que nos juzgan al resto. Todos conjugan escepticismo y optimismo a partes iguales aunque después de unos minutos, gana lo primero. Son demasiados años ya.

Dicen que el paso del tiempo es el peor aliado para la memoria y el mejor para el nacimiento de leyendas. Cuando se construyó Áqaba en elAlgarrobico, cuentan que llovió. Vino mejor para los almerienses que ganaban 50 pesetas en cualquier otro lugar y cien si trabajaban en la construcción de los decorados. Trucos parecidos utilizaban para ser despedidos después de unas horas de hacer de extras y así poder cobrar por su participación en alguna otra escena. Lo único cierto es que poco después de la toma de la ciudad jornada, en la playa no quedó nada. En una campaña turística de Croacia, sus creadores introdujeron el lema “el Mediterráneo como siempre fue”. Son las mismas ideas que se persiguen ahora. Que no quede nada en un lugar que hasta que apareció la mole que le ha dado fama internacional, era como siempre fue, como siempre debió haber sido. Uno de los lugares en los que el Mediterráneo almeriense se luce. Falta ponerse a la tarea de conseguirlo y eso nadie puede hacerlo solo.

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