El bracero irredento anclado en los 80
Ocupaciones, huelgas de hambre, sabotajes, condenas, desacatos, encierros en instituciones e insumisiones completan el historial del 'Mesías rojo' en sus más de 30 años de cargo público
El mundo ha cambiado, pero él sigue anclado en las luchas jornaleras de hace más de 30 años. Mantiene el aspecto con el que comenzó a ocupar fincas a principios de la década de los 80 y dio sus primeros pasos en el Parlamento en los 90: una camisa abierta hasta el ombligo, barba de profeta y la kufiya en el cuello que no se quitará hasta que el pueblo palestino venza en su causa. Sánchez Gordillo (Marinaleda, 1952) anticipa con su apariencia un discurso alternativo que ha variado en mínimos en tres décadas.
Es el único alcalde andaluz desde 1979 y diputado durante cuatro legislaturas si se suma la que comenzó en abril, pero Sánchez Gordillo cultiva la notoriedad haciendo de las suyas, consciente de dónde están las cámaras de televisión. Para unos, es un líder jornalero, un mesías rojo, una mosca cojonera; para otros, un iluminado, un romántico desfasado, un oportunista del sistema, una foto fija de la Andalucía deprimida (como la América Latina del Ché Guevara, a quien idolatra), que lucha contra las reformas agrícolas insobornable a los subsidios.
De lo que no hay duda es de que Sánchez Gordillo ha conseguido más popularidad con sus excentricidades que con el desempeño de sus cargos públicos. Ha protagonizado ocupaciones de fincas, huelgas de hambre, sabotajes, desacatos e insumisiones, se ha encerrado en el Parlamento y en Canal Sur, se ha saltado los estatutos y las decisiones del partido que le cobija, ha cosechado multas y hasta ha pasado unas horas en la cárcel.
Todo ello dirigiendo un partido minoritario (Colectivo de Unidad de los Trabajadores, CUT-BAI) que ha sabido jugar sus cartas en Izquierda Unida para hacerse fuerte en la provincia de Sevilla, apoyado como desde sus inicios por jornaleros del antiguo SOC (ahora SAT, Sindicato Andaluz de Trabajadores).
Pero, sobre todo, Sánchez Gordillo es un excelente recaudador de subvenciones para Marinaleda, una población de la sierra sur de Sevilla con 2.317 habitantes cuando ganó sus primeras elecciones con 26 años y que ahora tiene unos cientos más (2.778) y un sinfín de particularidades marcadas por una palabra: Utopía.
La historia del Marinaleda y de Sánchez Gordillo son inseparables. Es en 1980 cuando él y el municipio toman relevancia nacional: Marinaleda protagoniza una huelga de hambre masiva durante 13 días en la que participan 700 personas para reivindicar una nueva regulación del antiguo Empleo Comunitario.
Sánchez Gordillo comienza a forjar su imagen. Poco después inicia la lucha por el cortijo de los Humosos propiedad del duque del Infantado, que el pueblo obtiene en 1991.
A partir de aquí se inician las acciones que él mismo califica de "radicales", como la ocupación del Banco de España, el aeropuerto de San Pablo, el Palacio de San Telmo o la paralización del AVE. Serán las mismas que se repitan durante 30 años. Agosto es el mes preferido, cuando las protestas encuentran desahogo en las parrillas de los informativos.
Las acciones tienen mayor eco cuando alcanza la condición de diputado por Sevilla en 1994. Su primer día promete el cargo "por las criaturas humanas, la utopía y la insumisión". Minutos antes ha roto la consigna de su grupo al "olvidar" el nombre del diputado del PP que debe presidir la Mesa, Jesús Mancha.
Si se da un paso adelante en el tiempo, la estrategia se repite en una conocida cadencia.
La audiencia espera sus palabras en sus siguientes tomas de posesión como parlamentario. No jura, ni promete. En la última, el pasado abril, se declara "insumiso" y se compromete "a dar voz a los que no tienen voz", tras declarar la lucha a la corrupción y el capitalismo. Días más tarde vota en contra de José Antonio Griñán como presidente de la Junta de Andalucía, saltándose la disciplina de voto de su partido. Rejón, Romero, Valderas... los líderes de IU en 30 años, miran para otro lado.
Su actividad como diputado es discreta, más allá de pintorescas intervenciones en las sesiones de la Cámara, donde nunca permanece sentado en su escaño y se le ve ir de un lado a otro, haciendo notar sus consignas en la solapa.
En su estreno (1994-1996) presenta 109 iniciativas. En la siguiente (1996-2000), más de 400, al presidir la comisión de Agricultura. A su regreso a la Cámara en 2008, termina con 315, el tercero por la cola de los seis diputados de IU. Y en ésta es el menos aplicado, sólo dos. En resumen: está en la media.
Su implicación con la transparencia a la que están obligados los diputados arroja más carencias. Es el más escueto de los 109 en las declaraciones de bienes: sólo declara 1.500 euros en la cuenta corriente. Ni una posesión más. Según la renta de 2011 percibió ingresos computables superiores a 57.000 euros. En Marinaleda vive en la casa del maestro, profesión en excedencia.
Precisamente una polémica por sus ingresos le depara una de las tormentas de su vida política. Fue en 1996 cuando los medios revelan que cobra dos sueldos, el de diputado y 148.035 pesetas que recibe al mes como profesor en excedencia. "No me di cuenta", alega.
Otra, un año antes: Sánchez Gordillo está imputado por un sabotaje a la vía del AVE, pero no se presenta a declarar. El magistrado del TSJA Plácido Fernández-Viagas le condena por desacato. Pasa menos de 24 horas en prisión, mientras fuera gritan 500 miembros del SOC.
También se recuerda con virulencia los apoyos en favor de la libertad de expresión de Herri Batasuna y otras simpatías abertzales, que ratifica tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco en 1997. Esas manifestaciones le traen consecuencias: un guardia civil retirado, pistola en mano, intenta agredirle.
La última década Sánchez Gordillo mantiene el cliché, con el puño en alto contra los cortijos y la aristocracia representada en la Casa de la Duquesa de Alba. Encabeza el no a la reforma del Estatuto andaluz y Marinaleda es el único municipio que lo rechaza. Él continúa acaparando noticias: ahora amonesta a Cayetano Martínez de Irujo, luego asiste a un piquete y, esta semana, toda una novedad en las acciones del sindicato: el asalto a supermercados. Un episodio novedoso en un hombre que se mantiene feliz en la polémica con la misma estampa de bracero irredento de los 80.
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