Ryanair, 'peaky blinders' en vuelo

La exitosa compañía irlandesa de bajo coste que en marzo abandona Jerez está pilotada por un lenguaraz millonario que se ha llegado a autodefinir como “un pequeño idiota desagradable”

Pedro Ingelmo

16 de febrero 2025 - 07:00

Hay un dicho muy popular en el sector de la aviación comercial que dice: “Si vuelas con Ryanair, tú no eres el pasajero; eres la mercancía”. A lo que Michael O’Leary, el lenguaraz consejero delegado de la compañía, tan irlandés como la Guinness, contesta con que “durante años, volar ha sido dominio exclusivo de los hijos de puta ricos. Ahora, gracias a mí, todo el mundo puede permitirse el lujo de volar".

Pero a qué precio. No desde luego el de los buenos modales. Cuando al inicio de su rodadura Ryanair alcanzó el pasajero un millón realizó una gran campaña en medios anunciando que este hombre había tenido la suerte de obtener un excepcional premio: vuelos gratuitos de por vida. Pero, fuera ya cámaras, al pasajero Ryanair un millón le cobraron el primer vuelo que hizo. Era fin de semana. ¿No había leído la letra pequeña que decía que los vuelos gratuitos de por vida no cubrían vuelos en fin de semana ni festivos? Poco después a un pasajero con parálisis cerebral le cobraron 18 libras por llevarle en silla de ruedas hasta el avión. Ryanair fue demandada y perdió, pero a continuación la compañía decidió incluir un “impuesto general sobre silla de ruedas”. O’Leary no tiene demasiado aprecio por el cliente. Viaja barato. ¿Qué más quiere? Su negocio es cobrar por todo. “Un asunto que estamos mirando es la posibilidad de poner una máquina de monedas en la puerta del retrete, de tal modo que la gente tendría que gastar una libra para mear. Al fin y al cabo, el uso del pasillo para ir al servicio nos impide poner más asientos, perdemos dinero”, explicó hace unos años. A O’Leary no le importa que se aireen estas cosas: “No existe la mala publicidad”, dice.

"Durante años, volar ha sido dominio exclusivo de los hijos de puta ricos. Ahora, gracias a mí, todo el mundo puede permitirse el lujo de volar".

Porque mala publicidad Ryanair tiene continuamente. Las multas le llueven por todos lados por malas praxis. Una de las últimas fue de un millón y medio de euros impuesta por la Autoridad y la Competencia de Italia por el cobro de costes adicionales a los 100.000 clientes que no habían realizado la facturación on line en el plazo fijado por la compañía. Y no lo habían hecho, decía la Autoridad italiana, porque la información sobre las condiciones del check in on line era abiertamente engañosa. O’Leary más o menos contestó que si no lo habían hecho era porque eran tontos. El Gobierno español también ha anunciado multas a Ryanair por cobrar por el equipaje de mano e incluso la Junta lo hizo el pasado miércoles, aunque los 46.000 euros impuestos no parece que inquieten mucho a los irlandeses.

El imperio del mal

A cuenta de esa multa del Gobierno español O’Leary entró esta semana en cólera y montó una de esas performance que tanto disfruta para llamar al ministro de Consumo español, Pablo Bustinduy, comunista y loco. Y, sobre todo, payaso. Bustinduy no debería ofenderse demasiado con O’Leary, que puede ser mucho más ofensivo insultando. Para él, sus rivales de British Airways son “unos bastardos”, la Unión Europea es “el imperio del mal” y sus comisarios, “unos imbéciles”. Él mismo se describe como “un pequeño idiota desagradable”.

La semana pasada ‘este pequeño idiota desagradable’ que ha convertido la compañía fundada a principios de los 90 por el magnate Tony Ryan en uno de los mayores éxitos de la historia de la aviación comercial decidió eliminar de un plumazo sus conexiones veraniegas con el aeropuerto de Jerez, que alimenta buena parte del turismo extranjero que llega a su principal destino en la provincia, el Novo Sancti Petri de Chiclana. Los 179.000 pasajeros que depositó O`Leary en Jerez en 2024 son importantes para el turismo de la provincia, pero para Ryanair son una pequeña gota en un océano de los 197 millones que transportó por todo el mundo ese mismo año.

Su pulso con Jerez sólo forma parte de un plan más ambicioso de presión al gestor aeroportuario público Aena por el que reduce sus conexiones en España en un 18%. O’Leary toma a los pequeños y medianos aeropuertos, como el de Jerez, como rehenes. Dependen de su compañía. Con los grandes, sin embargo, actúa por pura oferta y demanda sean cuales sean las tarifas. Al mismo tiempo que quita vuelos a Jerez, pone cinco nuevos a Málaga en verano, donde ya cuenta con 91 destinos y 18 aviones con base en este aeródromo. De estos cinco nuevos destinos, cuatro no son en realidad destinos, sino, siguiendo su política, puntos de partida, pequeños aeropuertos de ciudades de menos de 400.000 habitantes, como Brno (República Checa), Lubeck y Münster (Alemania) y Teeside (Inglaterra) para traer ‘mercancía’ turística a la Costa del Sol. "Mientras que Ryanair está creciendo en el aeropuerto de Málaga para este verano, la aerolínea se ha visto obligada a recortar 800.000 asientos de sus vuelos españoles para el verano 2025 debido a las excesivas tasas y falsos planes de incentivos del operador aeroportuario monopolístico Aena, los cuales son completamente ineficaces para apoyar la política del Gobierno de hacer crecer los aeropuertos regionales, que actualmente están infrautilizados en un 64%", explicaban en una nota de prensa.

Todo esto sucedía sólo unos días después de que la Diputación de Cádiz anunciara en Fitur a bombo y platillo la mesa técnica de conectividad aérea del aeropuerto de Jerez. Entre que había mesa y no había mesa, Ryanair, como ya ha hecho en otras ocasiones, pegaba la espantada sin que nadie tuviera ni idea de por dónde les había llegado la bofetada. Los políticos locales se enzarzaron los unos con los otros tras conocer la decisión. El Ayuntamiento de Jerez y la Diputación, ambos del PP, recriminaron a Aena, dependiente del Gobierno socialista, que no hiciera más flexibles las tarifas, que era el argumento esgrimido por O’Leary. Aena contestó que el verdadero motivo de O’Leary no eran las tarifas, que seguían siendo las mismas que el año pasado y que se encontraban entre las más baratas de Europa, sino -aunque no lo dijeron de ese modo- el chantaje. En concreto, dijeron “motivos espurios”.

Rascas de la suerte

Las protestas desde Jerez parecían desconocer cómo opera la mente de O’Leary, alguien capaz de convertir en un gran negocio la venta de rascas de la suerte entre un pasaje hacinado que tiene que pagar hasta por beber agua. Tres euros, en concreto. Como tal, O’Leary no inventó nada. El consejero delegado de Ryanair se crió en una familia de adinerados granjeros muy católicos que le enviaron a estudiar a un internado de jesuitas donde la correa de cuero era un instrumento más de educación, algo que O’Leary siempre ha considerado un buen método porque éramos "un puñado de adolescentes desagradables y groseros". De ahí pasó al Trinity, la gran institución universitaria dublinesa, donde no terminó sus estudios de Negocios ni siguió el deseo de familia de convertirle en un especulador inmobiliario. Consiguió trabajo de contable en KPMG y allí conoció a Tony Ryan, que había fundado una exitosa compañía aérea especializada en vuelos charter.

A Ryan le hizo gracia el desparpajo de ese jovenzuelo y lo convirtió primero en su asesor fiscal y, luego, en su mano derecha. Cuando Guinness Peat Aviation, la empresa de Ryan, quebró tras la primera guerra del Golfo, éste envió a O’Leary a Dallas. Quería que indagara el funcionamiento de Southwest Airlines, la principal compañía estadounidense de bajo coste. Southwest transporta más viajeros norteamericanos que ninguna otra con un sistema de vuelos cortos entre aeropuertos medianos con una rotación muy alta.

Ryanair alentó la construcción de aeropuertos como los de Burgos, Albacete, Ciudad Real o Logroño

O’Leary regresó a Irlanda con un modelo de negocio muy claro. Southwest estaba muy bien, pero él podía crear algo aún mejor. El momento en el que España se convierte en el nuevo rico de Europa, en los años de la burbuja, O’Leary vio una inmejorable oportunidad. Peinó todas las ciudades medianas del país con un mensaje: tú construye los aeropuertos y yo te llevaré los aviones. Esto tendrá un coste, claro. Son los años de las inauguraciones de aeropuertos en Ciudad Real, Logroño, Castellón, Burgos, Albacete… De los 46 aeropuertos que hay en España, una docena de ellos tienen una actividad comercial menor a los veinte años. Y casi todos dependen de los vuelos de Ryanair. Porque Ryanair traía los turistas, pero hay que reconocer que también, de algún modo, nos hizo turistas.

Financiación pública encubierta

En cualquier caso, los ayuntamientos y diputaciones no podían vulnerar las leyes europeas financiando líneas para sus localidades. Ryanair buscó un sistema para obtener dinero público. Los ayuntamientos sacarían a concurso patrocinios y Ryanair concursaría. Y se los llevaría. De este modo, Ryanair no cobraba por llevar vuelos a Burgos o a Albacete, pero sí por llevar en sus cabinas las publicidades de Burgos o Albacete a los precios que ellos imponían a las administraciones públicas. No era la única compañía que lo hacía, pero sí la más agresiva en esta política. Esta financiación pública bajo cuerda tampoco era ningún secreto. En 2013 la Junta negoció cuatro vuelos de Jerez a Edimburgo, Bruselas, Bremen y Dublín. Al final se descartó: “Las condiciones económicas de Ryanair eran inasumibles”, dijo el entonces consejero del ramo.

El caso más significativo y reciente ha sido el Severiano Ballesteros, de Cantabria. Hace veinte años era un minúsculo aeropuerto con poco más de 200.000 pasajeros al año. En la actualidad tiene 1.200.000 y el 60% de las operaciones pertenecen a la compañía irlandesa. El pasado verano sacaron una convocatoria de patrocinio por 18 millones de euros dividida en varias partes. Todas las partes se las llevó Ryanair y, sin embargo, Santander también ha entrado en el tijeretazo y la aerolínea recortará un 5% sus operaciones en el Severiano Ballesteros. Los otros, los que no han pasado por caja, se han quedado sin vuelos. A esto es a lo que se refería Aena con “motivos espurios”.

Jerez perdió el tren de ser la base sur de la compañía en 2006. A cambio, se le pedía pagar 4 euros por cada pasajero que Ryanair trajera o llevara al aeropuerto

Ryanair desembarcó en Jerez en 2004 y los políticos de la provincia vieron la oportunidad de que la compañía irlandesa fuera la palanqueta con la que convertir al fin este pequeño aeródromo nacido de La Parra, poco más que una pista de aterrizaje militar, en un gran aeropuerto internacional. El vicepresidente de Ryanair, Michael Cawley, viajó a Jerez y recibió la pleitesía de todas las autoridades. Dijo que venía a negociar la instalación en Jerez de su segunda base de operaciones después de haber instalado la primera en Girona. Para Girona, explicó, eso había significado pasar de ser un aeropuerto insignificante de 250 mil pasajeros a tener más de un millón de pasajeros (a día de hoy se acerca a los dos millones). A los políticos les hicieron los ojos chiribitas. ¿Y qué hay que hacer para conseguir eso?, preguntaron. Cawley fue directo. Muy sencillo: pagar cuatro euros por cada pasajero que entre o salga de Jerez. Los políticos cogieron calculadora y miraron con cara desolada: “Pero eso es imposible. No tenemos esa cantidad de dinero”. Cawley se fue y ya no volvió más.

Desde entonces Ryanair trata a Jerez como uno más de los pequeños y medianos aeropuertos que, como ellos dicen, están infrautilizados en un 64%. Es una moneda de cambio. Como aquella banda irlandesa de la serie Peaky Blinders, que puso bajo su yugo el Birmingham de principios de siglo XX, O’Leary negocia con un argumento sencillo: o lo tomas o lo dejas. Porque a O’Leary le da igual todo: “Me importa una mierda si no le agrado a nadie. No soy un conejito de las nubes, no soy un aerosexual. No me gustan los aviones. Nunca quise ser piloto como esos otros pelotones de matones que pueblan la industria aérea".

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