Doñana, 30 años como Patrimonio Mundial
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El Parque, a pesar de sus problemáticas actuales, sigue siendo uno de los enclaves naturales más importantes de Europa debido a su diversidad
El Parque Nacional de Doñana, santuario natural enclavado en el suroeste de España, celebra este año tres décadas desde que fue inscrito como Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO en 1994. Este reconocimiento pone de relieve la riqueza ecológica de Doñana, además de su trascendencia como símbolo de la coexistencia entre la naturaleza y la acción humana responsable. Tres décadas después, Doñana sigue siendo un lugar único, pero también enfrenta numerosos retos que ponen a prueba su sostenibilidad y conservación.
Un tesoro natural sin igual
Ubicado entre las provincias de Huelva, Sevilla y Cádiz, Doñana se extiende por más de 100,000 hectáreas de marismas, dunas, pinares y playas vírgenes. Este mosaico de ecosistemas lo convierte en uno de los enclaves naturales más diversos de Europa, hogar de especies emblemáticas como el lince ibérico, el águila imperial ibérica y numerosas aves migratorias.
La declaración de Doñana como Patrimonio Mundial no fue casualidad. El parque es un punto neurálgico en la ruta migratoria de millones de aves que viajan entre Europa y África. Más de 300 especies encuentran refugio en sus marismas durante el invierno o en sus etapas de migración. La riqueza natural de Doñana también incluye su flora, con especies adaptadas a suelos salinos, dunas móviles y climas variables.
Tres décadas de logros y muchos desafíos
Desde su designación como Patrimonio Mundial, Doñana ha sido un ejemplo de conservación. El reconocimiento internacional ha contribuido a atraer atención y recursos para proteger este espacio. Programas de recuperación como el del lince ibérico han logrado avances significativos, posicionando al parque como un laboratorio de conservación que inspira a otros países. Sin embargo, el camino no ha estado exento de retos de gran envergadura. Es el caso de la gestión del agua que se ha convertido en uno de los temas más críticos para Doñana. Las marismas, que dependen de un delicado equilibrio hídrico, han sufrido por la sobreexplotación de los acuíferos. La agricultura intensiva, especialmente el cultivo de fresas y otros frutos rojos en la región, ha generado un uso excesivo de agua subterránea, poniendo en peligro el ecosistema.
A ello se suma el impacto del cambio climático. La reducción de las lluvias y el aumento de las temperaturas están afectando los ciclos naturales de las especies que dependen de Doñana, desde las aves migratorias hasta los peces y anfibios que habitan sus aguas.
Asimismo, la presión humana continúa siendo un problema para su subsistencia. Proyectos como la ampliación de infraestructuras o la exploración de recursos naturales en las cercanías del parque han generado preocupación entre científicos y conservacionistas. El debate entre desarrollo económico y conservación sigue siendo una constante en la historia de Doñana.
Un futuro en juego
No obstante, treinta años después Doñana sigue siendo un lugar de esperanza. Los esfuerzos por restaurar y proteger este enclave natural continúan. El parque se ha convertido en un símbolo de la importancia de la acción colectiva. Sus paisajes atraen a miles de visitantes cada año, quienes encuentran en sus senderos y observatorios un recordatorio del valor intrínseco de la naturaleza. La educación ambiental y el turismo sostenible son herramientas clave para conectar a las personas con este patrimonio mundial.
A 30 años de su declaración como Patrimonio Mundial de la Humanidad, el futuro de Doñana está en manos de la Unesco, que estudia incluir este emblemático humedal andaluz en la Lista del Patrimonio Mundial en Peligro. El organismo internacional solicitó a España un informe detallado sobre el estado de conservación del parque y las acciones desarrolladas para revertir su deterioro.
En su informe de agosto de 2023, la Unesco expresó preocupación por problemas como el impacto del cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la explotación de recursos hídricos, señalando la incertidumbre científica sobre el efecto de la extracción de agua subterránea en este ecosistema único.El plan de recuperación avanza, pero queda mucho por hacer antes de 2027, cuando finaliza el plazo para implementar las medidas acordadas. Con más de 300 millones ya movilizados, las administraciones aseguran que las acciones están en marcha, pero el reloj corre. Este análisis de la Unesco determinará si Doñana logra mantener su estatus como Patrimonio de la Humanidad o si su deterioro lo sitúa como un espacio “en peligro”, lo que supondría un llamado urgente a redoblar esfuerzos para proteger uno de los humedales más importantes del mundo.Según alertan, el futuro de Doñana requiere acciones urgentes para evitar daños irreparables en una de las joyas ecológicas más importantes.
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