El CD Huelva regala el partido al Balneario Archena
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Los onubenses dilapidan una renta de 18 puntos en un pésimo tercer cuarto
¿Se puede perder un partido frente a un rival que hace 20 puntos en medio partido? ¿Se puede caer cuando al descanso se llega al descanso con 18 puntos de renta? Se puede. Al menos puede hacerlo este CD Huelva. Los de Juan Ramón López más que ser derrotados, se entregaron.
Regalaron la victoria. Una pájara enorme en un tercer cuarto para grabar y analizar dio al traste con todo el trabajo de un partido. 18 puntos de ventaja regalados y un remate final increíble. Es cierto que una canasta de Matías Novoa a segundos para el final pudo devolver el duelo a su sitio original, pero los deméritos contraídos eran demasiados como para pretender enmendar en un lanzamiento los errores acumulados.
Resulta increíble cómo perdió el CD Huelva el envite. Vivió por encima de su oponente durante la mayor parte del mismo. No estuvo por detrás hasta 1'21'' para el final. Entonces se dio cuenta de lo cerca del abismo que había caminado. Le dio vértigo, perdió el equilibrio y se cayó.
Un comienzo fulgurante, con ritmo, velocidad e intensidad hizo pensar en algo más que en un pírrico primer cuarto que desde luego fue de todos menos brillante. Ni el CD Huelva ni el Balneario de Archena fueron capaces de mantener un tono medio durante los diez minutos iniciales. De la velocidad y las transiciones rápidas de las primeras acciones onubenses con Antonio Gómez como principal protagonista se pasó pronto a un duelo anodino, espeso y que terminó de perderse en las redes defensivas. Eso sí, con una diferencia abismal entre uno y otro conjunto.
Es justo reconocer que la aportación ofensiva local fue pobre en estos inicios, pero qué decir de la visitante. Los murcianos lograron la 'impresionante' cifra de nueve puntos en todo un cuarto. El desequilibrio interior-exterior quedó patente en su aportación anotadora. Dos triples, una canasta de dos y un tiro libre. Números para hacer las maletas antes de tiempo. Lástima que el CD Huelva no aprovechara las debilidades de su oponente para dejar resuelto el duelo a las primeras de cambio.
No cambió mucho el panorama tras este primer tramo del encuentro. Los onubenses retomaron el inicio del partido con un calco de robos y salidas en velocidad, encontrando ciertos problemas para atacar la defensa estática murciana, pero desarbolando al equipo de Gonzalo Rodríguez en cuanto le dio mayor movilidad a su juego.
Con mayor lentitud de la que cabría esperar, por lo poco que estaba encontrando enfrente -defensa férrea y apenas nada más- el electrónico se fue distanciando hasta quedar roto el encuentro.
Al ecuador de este segundo cuarto el partido dejó de existir. El baño comenzó a ser considerable. A los murcianos ya no les salvó ni la tímida defensa, ni la aportación de Llorente y el viejo conocido Gonzalo Ávila en ataque, prácticamente el único que encaró el aro contrario.
En cambio el CD Huelva se soltó. Fue cada vez a más. Fueron los mejores minutos del duelo. El dominio fue total en todas las facetas del juego. La brecha en el elctrónico se abrió hasta los 21 puntos en lo que caminaba hacia un severo correctivo sin contemplaciones. Nada más lejos de la realidad.
Plácido en la comodidad de su ventaja, los jugadores dirigidos por Juan Ramón López se olvidaron en la segunda mitad de todo lo que les había permitido gozar de semejante comodidad.
Un parcial rotundo de 0-11 tras cinco minutos sin anotar por parte onubense y una metamorfosis espectacular de los visitantes hizo que lo que parecía sentenciado poco antes cobrase un peligroso cariz. La bofetada, de todos modos, no hizo reaccionar al CD Huelva.
La pájara comenzó a ser más que alarmante. Sólo la abultada renta acumulada con anterioridad permitió al equipo onubense no irse por detrás al final de este tercer cuarto.
Llorente dio un paso al frente y comenzó a dominar el partido en todas sus facetas frente a la deriva que comenzaba a tomar su oponente. El golpe de timón que enderezase la nave no llegó ni por asomo.
Por el contrario, los puntos siguieron restándose de la distancia. Tres hombres se bastaron para dar la puntilla. Llorente, Múgica y Gonzalo Ávila se bastaron para enmudecer el Palacio. Las opciones del final no fueron más que el último suspiro agónico de quien se había suicidado mucho antes.
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