El Valle de los Pedroches espera a un Cartaya que está a un paso de obrar el milagro de la salvación

El Pozoblanco comparece herido después de perder en Las Cabezas

Limón regresa al campo de su salvoconducto

La Palma, contra la pared ante el Córdoba B

Entrenamiento del Cartaya.
Entrenamiento del Cartaya. / Ad Cartaya
Manolo Camacho

06 de abril 2024 - 13:24

El potencial del Pozoblanco no está en entredicho pero viene de recibir un severo golpe en su línea de flotación. Perdió por un gol a cero en Las Cabezas ante el Cabecense y ese resultado no entraba en sus planes. El conjunto sevillano es último en la tabla y sumar tres puntos ante los cordobeses le ha supuesto un premio solo comparable con la lotería. Así que comparecen cabreados, con ganas de desquitarse del dolor de hace una semana. Ese es el rival que tendrá enfrente el Cartaya, con cientos de virtudes y encima enojado. A ver por dónde sale el partido.

Apuntar que el Valle de los Pedroches es territorio Limón. Allí, en ese mismo escenario, con la soga al cuello, aquel Cartaya, de su mano, consiguió un triunfo que aún se recuerda por cómo se produjo y lo que provocó. Fue como pasar del infierno al cielo.

Ahora las cosas son diferentes. Pero Limón sigue siendo el mismo. El Cartaya se presenta con los deberes casi hechos, medio sonriendo, pasando facturas a todos aquellos que no daban un céntimo por la salvación del equipo. Y ahí está, altivo, con gomina en el pelo, con 34 puntos, a un suspiro de celebrar por todo lo alto, a falta de siete jornadas para el final y con el club patas arriba por todo lo que ha sucedido y sigue pasando. Los futbolistas no están ni mucho menos al día y sin cabeza visible porque no hay presidente.

En situaciones así, siempre se echan mano de mil excusas y todas ellas pueden ser aceptables. Pero a estas alturas, después de todo lo vivido, no vemos al Cartaya buscando esquinas para esconderse.

Tendrá que hilar fino porque el Pozoblanco y ese campo no son cualquier cosa. Eso está claro. Pero todo es posible, incluso que ellos se equivoquen dos veces seguidas. Estamos llegando al final, ya se divisa la meta y a veces, las piernas tiemblan y la cabeza no carbura porque la presión existe, aunque sea algo intangible. No hay mejor lugar para dar un golpe de mano. Y el Cartaya lo sabe. Y sobre todo Limón.

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