CD Cristo Pobre, el club de la barriada de la Navidad de Huelva que lucha día a día ante las adversidades

La entidad busca por tierra, mar y aire patrocinadores que le ayuden a subsanar los gastos que conlleva la temporada

La atleta onubense María Forero, subcampeona europea de cross sub 23

El equipo alevín del Cristo Pobre posa para Huelva Información al finalizar un entrenamiento. / Rafael García Rebollo

Huelva/Buscar el significado de la palabra humildad en el diccionario implica encontrar implícitamente al Club Deportivo Cristo Pobre. Este equipo de la barriada de la Navidad de la capital onubense lucha día a día ante las adversidades por mantener una llama que se mantiene viva desde hace más de 26 años, cuando el antiguo Virgen de Belén pasó a denominarse como Cristo Pobre por una mera casualidad.

"Tuvimos varios problemas porque antiguamente la Junta de Andalucía, por mediación del deporte, daba unas subvenciones, y a nosotros no nos llegaban las subvenciones. Un año y otro, un año nos llegaba, otro año no, y resulta que era porque había un club que se llamaba también Virgen de Belén en Málaga, y tuvimos la mala suerte que iba el dinero allí y no venía aquí. Viendo eso el nombre se lo quedó el club más antiguo y entonces en el 1998, cambiamos de Virgen de Belén a Cristo Pobre, porque el Cristo Pobre también es del barrio, igual que Virgen de Belén", explica su presidente, Manuel Luna.

A sus 79 años es el alma máter del club y del barrio, puesto que también preside la Asociación de Vecinos que se ubica a la espalda del campo en el que decenas de niños pasan las horas durante las tardes. Allí se encarga de hacerlo todo. Desde resolver los asuntos burocráticos del club, pintar todos los años unas porterías que relucen brillantes pese a tener 23 años, pintar semanalmente las líneas del campo que se borran "sobre todo cuando hay lluvia", o lavar la ropa de los niños en la lavadora que el propio presidente tiene en su oficina.

Varios trofeos conseguidos a lo largo de estos años se exponen en las dependencias del club. / Rafael García Rebollo

Junto al edificio, un azulejo de la Virgen del Rocío se levanta sobre un pequeño terreno. Allí descansan los restos de un trabajador del club, tristemente fallecido hace unos años como consecuencia de una vida que no pudo enderezar a tiempo. Manuel Luna ordenó colocar la imagen para honrar su memoria diariamente.

Historias que también se pueden apreciar en el tablero que preside el despacho, donde luce la foto de Manuel Jesús Ortiz Toribio, más conocido como Lolo, futbolista que defendió las camisetas de Sevilla, Málaga y Osasuna en Primera División y que dio sus primeras patadas a un balón en el campo de fútbol de La Navidad. A su lado, Andrea Garrido Márquez, Andreita, campeona de la Copa de la Reina con el Sporting Huelva en 2015 y que también dio sus primeros pasos allí, o Miguel Clavería, actual jugador del Bollullos y cuyo traspaso del Cádiz al Tenerife le reportó al club 700 euros en concepto de derechos de formación.

Nosotros tenemos que esperar que todos los equipos monten sus equipos para montarlos nosotros

La calle Nochebuena alberga uno de los pocos campos de albero que aún perduran en la provincia, un hecho que asegura "hace que no vengan los críos, nosotros tenemos que esperar que todos los equipos monten sus equipos para montarlos nosotros, hay veces que tenemos que hacer corriendo los equipos". No obstante, el Ayuntamiento de Huelva se ha comprometido a instalar césped artificial en 2025, como así se refleja en los presupuestos, cumpliendo un anhelo del barrio que hará que aumenten los equipos del club, el cual cuenta actualmente con dos.

Cayetano Mora es el entrenador de uno de ellos, el alevín, conformado por niños de 11 años que disfrutan haciendo lo que más les gusta. "¿Usted sabe lo que es tener niños de la barriada aquí dos horas, tres días a la semana? Quitar niños de ahí del barrio es lo más grande", relata emocionado.

Jugadores del equipo alevín se ejercitan en un entrenamiento. / Rafael García Rebollo

Lo hace gratis. Por amor al arte. En el Cristo Pobre los entrenadores no cobran ni un euro. "Yo estoy muy a gusto donde estoy, yo no me puedo ir... hasta que este hombre (señala al presidente) me diga algún día: 'Cayetano, esto se ha terminado', no creo que me vaya. La gente me dice que yo podría estar en equipos más grandes, pero a mí lo que me da alegría es estar con los niños del barrio".

"Aquí el único sueldo es el hombre que está de mantenimiento conmigo. Todos los meses le damos lo que podemos, un mes le damos 600, otro mes le damos 700. Nosotros cobramos 15 euros, cobramos 50 euros de inscripción y con eso pagamos todo, reconocimiento médico, ficha, mutua, lo pagamos todo, igual que paga cualquier equipo", detalla Luna.

"Quitar niños de ahí del barrio es lo más grande"

Por ello, mueve cielo y tierra para que su club, y sobre todo sus jugadores, tengan la mejor calidad de vida posible. Lucha incesantemente durante noche y día para obtener cualquier tipo de ayuda. Una de ellas, la del Puerto de Huelva. Una subvención de 1.500 euros que “nos ayudaría mucho para que los pequeños puedan estrenar ropa nueva. Muchas veces me da sentimiento porque veo a otros equipos que entrenan con sus chándales y mis niños todavía sin chándal, pero bueno, están luchando, están contentos y están haciendo deporte, que es lo más importante”.

Jugadores del equipo alevín hacen ejercicios de estiramiento. / Rafael García Rebollo

Para el Cristo Pobre resulta mucho más difícil que para cualquier otro club llevar adelante el día a día. “El año pasado lo pasamos muy mal, lo pasamos malísimamente, porque los niños se fueron, los cadetes se nos retiraron porque había niños que no pagaban y el que pagaba, pues se quejaba, y al final de 24 niños nos vimos con 10. Incluso todos los años nosotros hacemos una convivencia y la convivencia de los cadetes aparecieron 8 o 10, porque nosotros todos los años les damos una convivencia en Navidad, les damos un par de lomos, una hamburguesa y un refresco. Eso lo busca el club para dárselo. Ahora mismo estoy haciendo una rifa que nos ayuda a venderla los entrenadores y los padres”.

Y es que parte de la supervivencia del club pasa por los progenitores de los jugadores, que sacrifican tiempo y dinero para llevarlos a cualquier punto de la geografía onubense los días de partido. “Aquí se lo pasan genial, son todos amigos porque van al mismo colegio y ellos disfrutan aquí al máximo. Cuando vamos a jugar fuera hacemos una convivencia gane o pierda, da igual”, explica Óscar Pinzón, padre de uno de los niños del equipo alevín. Confiesa que el año pasado “fue criminal porque eran viajes tanto con los grandes como con los chicos. Pero bueno, lo hace uno con gusto porque sarna con gusto no pica. Así los quitamos de la calle antes que estar viendo cosas que no nos gusta que la vean”.

Un ejercicio de resiliencia constante para uno de los clubes más señeros de la capital onubense, que espera resurgir una vez el albero del campo pase a ser un capítulo más de su larga e inquebrantable historia.

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