Chamba, el campeón del mundo onubense que cambió su forma de ver la vida tras la muerte de Miki Roqué
Acompañó al exjugador del Betis en todo el proceso de su recuperación y comenzó a hacer pruebas extremas a raíz de su fallecimiento
No se pone metas en la vida y asegura que seguirá haciendo deportes "mientras el cuerpo y la cabeza aguanten"
Chamba se proclama campeón del mundo de Ultraman en Hawaii
Desde el pasado 2 de diciembre Huelva tiene un nuevo campeón del mundo. Juan Bautista Castilla su nombre, aunque él prefiere que le llamen 'Chamba'. A sus 41 años, este profesor universitario licenciado en educación física oriundo de Valverde del Camino consiguió en Hawaii coronorarse como el mejor del planeta en Ultraman, una disciplina extrema que combina tres deportes y que únicamente está al alcance de unos pocos elegidos.
Pero no lo hace sólo. Junto a él, un equipo formado por varias personas que han ido facilitando el camino hacia el éxito. "Tenemos un médico deportivo, un auxiliar médico deportivo, que es el que nos va pautando, un cardiólogo... Esto yo digo que es como un coche de Fórmula 1", cuenta a Huelva Información.
Con una humildad que le caracteriza, asume que lo que él hace no es sano. Su deporte consiste en nadar 10 kilómetros y hacer 145 con la bicicleta el primer día, pedalear otros 276 el segundo y correr 84 kilómetros a pie el tercer día, todo ello de forma consecutiva. "Yo no puedo engañar a nadie. Yo no puedo vender que lo que yo estoy haciendo es saludable. Entonces tengo que estar sobre todo cuidado, supervisado y mirando todo al milímetro".
Este sacrificio, sumado a una gran disciplina, le hizo colgarse el oro hace cuestión de un mes y medio. "Me levanté al día siguiente después de no haber dormido nada. Porque la verdad, te llegan tantas muestras de cariño y cuando estás compitiendo no puedes entretenerte. Me llevé toda la noche contestando todos y cada uno de los que me habían felicitado. Y el día siguiente pues entrené. Nadé con mi asesor en una playa que había más olas que nada. Lo único que vimos fue peces. Y al siguiente día monté una hora en bici. Luego casi que tres días viajando. Y ya cuando llegas, otra vez a entrenar. La gente me dice, ¿pero no tienes tiempo de parar? Y le digo que no. Al fin y al cabo, cuando tú le das un estímulo a tu cuerpo durante tanto tiempo y lo cortas, tu cuerpo se defiende. Entonces yo tengo que ir poco a poco volviendo a tener todo el nivel. Es la única manera de recuperarme".
La exigencia es tal que no entrenar le puede pasar factura. Para Chamba, un día en su vida normal consiste en "levantarse a las 6 de la mañana, hacer hora y media o dos horas de entrenamiento, irme a trabajar, en las horas centrales del día intentar sacar la tirada en bici más largas, que suelen ser tres o cuatro horas, volverme a trabajar y acabar con una sesión muy suave para poder recuperar el cuerpo y conseguir el sueño. Eso un día tras otro".
Si no lo hace, habrá consecuencias. Lo detalla en una anécdota de su viaje de novios, concretamente en Costa Rica. "Cuando me casé le dije a mi mujer que yo me iba a ir allí y que no iba a hacer actividad física. Cuando llegamos, ella llegó súper reventada y se acostó. Yo me puse en una piscina de 12 metros a nadar. Me llevé dos horas nadando porque sabía lo que me iba a pasar. Y bueno, cuando llego a la isla, pues el segundo día me empecé a poner malo, me empecé a inflamar. Claro, tu cuerpo no está acostumbrado a parar, y cuando para es como alguien que tiene ansiedad o está enganchado a la droga y necesita su dosis. Pues yo estaba igual. Y bueno, hablé con mi médico y me dijo: o haces actividad física o te traen para acá en una caja de pino", relata.
La otra cara de la moneda
Para su desgracia, y para la de muchas personas que practican deportes minoritarios, necesita buscar financiación de debajo de las piedras para poder cumplir su sueño. Este fue el principal motivo por el que no pudo asistir a los Campeonatos del Mundo de 2018 y 2019 y lo que considera más desalentador de su deporte. "El no poder hacer algo por no tener esa financiación es lo que más me frustra. He seguido entrenando igual, nunca he bajado el nivel. Esos años pues hubiera tirado la toalla a lo mejor, no lo sé, pero todo lo contrario, era como quiero mantener más este nivel. Al fin y al cabo el mundo del deporte de alto rendimiento tiene fecha de caducidad y yo le digo muchas veces a mis alumnos que se ríen, que yo soy como un yogur, que tiene fecha de caducidad pero se puede comer caducado", afirma entre risas.
Lejos de rendirse, su cabeza está ya en el campeonato del próximo año. Quiere volver a competir y revalidar el título. Asegura que lo primero que hizo es preguntar a su equipo si estaban dispuestos a pasar otro año llamando a todas las puertas porque "al final nos toca sufrir lo que no está en los escritos. Yo hablé con ellos y les dije: Tenemos hasta febrero o marzo para que no nos pase lo de este año, que ha sido un caos. En febrero no teníamos pensado que podíamos ir al campeonato del mundo porque no había financiación. De hecho pedimos dinero con préstamos personales porque no teníamos nada cerrado. Y la verdad es que mientras pueda, seguiré".
Además de la escasa financiación de la que dispone para prepararse, tampoco cuenta con grandes incentivos económicos pese a proclamarse campeón del mundo. Lamenta que en países como Estados Unidos "si destacas vienen empresas a esponsorizarte, pero aquí es diferente". Explica como durante una carrera en Australia, una empresa de cocos fritos buscó contratarle y hacer que se quedara en el país porque querían meter el producto en España. "Si llego a ser más joven no lo hubiera dudado, me hubiera quedado. El problema es que me coge una etapa de mi vida laboralmente que necesitas de ese dinero para vivir. Tenía ya una edad, no tenía 20 años y la verdad es que no decidimos quedarnos. Luego te salen otras cosas en Estados Unidos, pero es lo mismo. Te da como para vivir tú, pero no poder llevar a tu familia".
Su etapa en el Betis y la influencia de Miki Roqué
Como no podía ser de otra manera, su pasión por el deporte le viene desde que era un niño. Empezó jugando a fútbol, donde sus peculiares condiciones físicas le hacían ser un extremo habilidoso que llegó a jugar en las canteras del Recreativo de Huelva o Granada CF. La vida le llevó a trabajar en el Real Betis, donde hacía las labores de preparador físico gracias a su titulación.
Allí conoció entre otras personas a Manuel Ruiz de Lopera, mítico expresidente verdiblanco y el primero que le dijo que estaba "loco" por hacer lo que hacía. "Yo me iba por ahí corriendo y no sabía por dónde se salía por Sevilla. Lo hacía por el puente del quinto centenario. Él fue la primera persona que me dijo que estaba loco, que cualquier día me iban a recoger de la carretera. A partir de ahí, bueno, pues todo el mundo. Al final yo siempre digo que a mí me califican como un loco. Y yo le digo que yo soy un loco cuerdo con zapatillas", expresa.
A pesar de su inolvidable carisma, no fue el exmandatario sevillano quien más influyó en su etapa en Heliópolis, sino otra de las figuras más emblemáticas del club: Miki Roqué. "Yo estoy de preparador físico en el Real Betis B, y llega un jugador que había estado en la Masía, de la Masía se fue al Liverpool y llega al Betis B como un líder, pero no se integraba y el entrenador me da ese rol y bueno, pasé mucho tiempo con él, consiguió ser ese líder y debutó en el primer equipo", puntualiza.
Sin embargo, la vida del jugador cambia radicalmente cuando le diagnostican un tumor en la pelvis en marzo de 2011, lo que a la postre haría que Chamba se iniciara en el mundo de los deportes extremos. "Cuando determinan que es un cáncer de hueso pues bueno, la verdad es que para mí es duro, para él es duro pero para todos los que estábamos en su entorno era duro y claro, yo era como decirle bueno, tú te vas a recuperar, tú vas a jugar pero claro, todos los médicos decían, esto parte de tí, tú tienes que poner toda la fuerza, tú tienes que luchar".
"Ahí fue cuando yo le dije, vamos a hacer un trato, yo voy a hacer pruebas extremas para que veas que no hay límite, que en la vida no hay límite, de hecho lo tengo tatuado, en la vida no hay límite, los límites nos los ponemos nosotros. Yo me reté a eso con él, a decirle que no había límite, que yo me iba a hacer pruebas extremas para que viera que yo era capaz de conseguir hacerlas, pero él me tenía que prometer que tenía que luchar todos los días por levantarse", relata.
Desgraciadamente, la llama de Miki Roqué se fue apagando poco a poco hasta su muerte en junio de 2012. "Yo ya llevaba una semana sin poder hablar con él, yo hablaba con la madre y le decía, es que Miki no me coge el teléfono y me decía, 'chaval tú no te preocupes, es que está muy cansado'. Claro, yo ya sabía que la quimio le dejaba muy bajo de ánimos".
Como si fuera obra del destino, la fatídica noticia llegó en el mismo momento en el que Chamba finalizaba una exigente prueba en Francia: "El 24 de junio del 2012, cruzando la meta del Ironman de Niza, en un momento de euforia, me llaman desde el club y me dicen que están súper orgullosos, pero que Miki acaba de fallecer. Fue yo cruzando la meta cuando él fallece y a partir de ahí dije, no quiero saber nada del fútbol, quiero esta vida, quiero luchar por algo, quiero superarme, quiero continuar y así empezó todo", detalla con cierta emoción en sus ojos.
Para él, la muerte del que había sido su confidente durante todo el proceso de la enfermedad le hizo dar un giro de 180 grados a su vida. "Al fin y al cabo yo no entendía la vida como la entiendo ahora y es verdad, tuve que pasar un proceso de ver cómo una persona se estaba despidiendo de la vida día tras día, porque yo lo llegué a ver incluso trotar, o sea, con un cacho de hueso menos, iba cojeando pero ya iba trotando porque iba por altibajos, me decía que iba a luchar hasta que tuviera fuerzas".
Juan Bautista Castilla Arroyo, en cuya cabeza no pasa otra cosa que la de seguir mejorando cada día, agradece que la vida le pusiera en su camino, así como "mi mujer y mi familia, que son quienes me aguantan todo". Toda esta difícil situación le dejó un aprendizaje que a día de hoy lleva grabado a fuego: "El pasado no lo podemos cambiar, el futuro es irreal, no sabemos lo que nos va a pasar y tenemos que vivir el presente", finaliza.
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