Bar Paco Moreno: el rey del pescaito frito y las recetas de Huelva
Desde 1946, sin descanso, es un referente de la hostelería onubense y de la historia de la ciudad
Con la bomba que tiraron los fanfarrones hicieron en Paco Moreno unos boquerones. Así se las gastan, poco más o menos, los que hacen historia. Aquel proyectil, por azar o porque estaba escrito donde se escriben esas cosas, nunca terminó explotando. De haber sido así se habría ido con él un trocito de historia de la ciudad que, por suerte, sigue en pie, vivito y coleando. No se habla aquí de Historia con mayúsculas, la de los romanos, los fenicios, los señores feudales, las diputaciones o los alcaldes, sino de la historia pequeña, la que se vive cada día en las calles. La historia que termina esculpiendo la personalidad de una ciudad. El Bar Paco Moreno forma parte de ella, o al menos de sus últimos 75 años. Un matrimonio que está de aniversario, el de brillantes, y que sigue tan fuerte y unido como el primer día. A prueba de bomba.
Tres cuartos de siglo alimentando cuerpo y espíritu no los cumple cualquiera. Para eso hay que tener algo especial. Bueno, para empezar hay que tener buen producto y saber cocinarlo si quieres convertirte, como el Paco Moreno, en santo y seña del pescado frito en Huelva. Y en Huelva ser santo y seña del pescado frito son palabras mayores. Para terminar, es necesario un saber hacer especial, ese que solo da la experiencia. Nadie está ahí 75 años porque sí.
Aunque en realidad son más, porque fue en 1936 cuando Francisco Moreno Villanueva abrió el primer y efímero Bar Paco Moreno. Una taberna situada en la esquina de Ruiz de Alda con Avenida de Alemania en la que se servían guisos caseros, pescado frito (por supuesto) y caballas asadas al carbón con picadillo en un gran patio interior, a la sombra de una parra cuando apretaba el calor del verano.
Los trabajadores de las minas, y luego los estibadores del Puerto, eran los clientes habituales del establecimiento. Fue en aquella taberna, concretamente en la entrada por Avenida de Alemania, donde cayó la bomba de los fanfarrones durante la Guerra Civil. El proyectil rompió la puerta, eso sí, pero cuando una historia viene escrita desde el principio para ser contada, no hay bomba que acabe con ella ni guerra que valga.
Pero en 1939, cosas del hambre y de la posguerra, el Bar Paco Moreno se convirtió en una carbonería hasta que, ya en 1946, volvió a abrir sus puertas como bar. Seguían siendo malos tiempos para casi todo, pero ahí seguían dando buen pescado, recién comprado en la lonja (aún lo hacen), e incluso dando cobijo a alguna familia que otra que, sin tener donde caerse muerta, pudo vivir bajo techo en las dos habitaciones de que disponía la vieja taberna. Y es que, además de buen hostelero, Paco Moreno era generoso. Cada fin de año, el bar conmutaba las cuentas pendientes de la clientela. Un borrador servía para ajustar la deuda, apuntada con tiza en una pizarra que ni siquiera era pizarra, sino un trozo de pared pintado de negro. Para qué andar con cosas extraordinarias. Bastaba solo una frase: ‘Año nuevo, cuentas nuevas’. Y a seguir despachando.
Padre e hijo, Paco y Pepe Moreno, cambiaron en 1968 la vieja taberna por un flamante bar en la misma Avenida Alemania, en el número 108, y veinte años más tarde Pepe abrió el tercer establecimiento, el actual, en el Paseo de la Independencia. A sus 91 años, Pepe Moreno sigue estando al pie del cañón. La edad le ha hecho olvidar muchas cosas de las que han pasado en su vida, por eso, quizás, prefiere el silencio. A veces se sienta a mirar y en otras ocasiones se pone en marcha. Prepara la barra, recoge un par de platos o guarda los avíos de la limpieza. Pepe sigue velando cada día por que su hijo Paco, nieto del fundador, siga cumpliendo a rajatabla las normas de la casa. Las primeras, la honestidad y el buen trato: “Sin ser honestos con el cliente no llevaríamos aquí 75 años”, dice Paco Moreno, que confiesa que la pandemia ha estado a punto de aguarles la fiesta: “Está siendo muy difícil aguantar, pero es lo que nos ha tocado y seguiremos luchando”. Solo faltaba que un virus se llevara lo que no pudo una bomba.
Pero esa es solo una parte del secreto de la eterna juventud del bar. La otra es el producto: pescado fresco, bien seleccionado y cocinado con ese regusto a vieja taberna de los años 40. Con sabor al Paco Moreno. A bullicio de barra de bar y a jaleo en la cocina. A freidoras que no descansa. A gambas cocidas y adobo. A papel de estraza. Sabor a Huelva.
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