Una de las casas más encantadas de Huelva fue diseñada por el arquitecto Aníbal González
En Jabugo siempre han creído en los fantasmas porque han vivido con ellos. Y es que su edificio más emblemático, diseñado por Aníbal González, el arquitecto que levantó la Plaza de España de Sevilla, es una auténtica casa encantada
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En Jabugo siempre han creído en los fantasmas porque han vivido con ellos, y es que su edificio más emblemático, diseñado por Aníbal González, el arquitecto que levantó la Plaza de España de Sevilla, es una auténtica casa encantada.
Donde sí que han creído siempre en los fantasmas, porque han vivido con ellos, es en Jabugo. El que probablemente es su edificio más emblemático (qué demonios, el más emblemático sin duda), el del Tiro Pichón, es un “ejemplo muy claro de lo que es una casa encantada”. Diseñada por el arquitecto Aníbal González y reconvertido hoy en museo (es la sede del Centro de Innovación y Promoción del cerdo ibérico), la construcción fue antaño casa de verano para reyes y nobles, albergue de las colonias infantiles y orfanato. Sin duda un buen historial que da mucho juego a decenas de historias de fantasmas.
En el pueblo cuentan dos: la de los hermanos y la del fantasma del guardés. La primera tiene un origen más reciente, en los años 40, cuando durante el franquismo se utilizó el edificio como destino de colonias de verano infantiles. Cuentan en Jabugo que uno de esos veranos murió ahogada una niña y que al año siguiente lo hizo su hermano, aseguran, engañado por el fantasma de su hermanita. Ambos, intuyen en el pueblo, siguen aún correteando por el edificio. La segunda historia es algo más antigua y trata sobre el fallecimiento, en tiempos del rey Alfonso XIII, de un viejo guardés de la finca que había prometido cuidarla y vigilarla para siempre. Y ahí sigue, hombre de palabra, cumpliendo su promesa.
Ambas podrían ser unas excelentes historias para justificar lo que ocurre allí. O, como mínimo, lo que les ocurrió a los miembros del equipo de José Manuel García Bautista en sus dos incursiones en el Tiro Pichón. “En-fer-mi-zoo”. Así, como se lee, separando claramente las sílabas y alargando la o al final, quedó recogido en las grabaciones. García Bautista lo escuchó a posteriori, repasando las cintas. Fue la respuesta a una pregunta, “¿Hay alguien más ahí?”, que formuló cuando notó una presencia invisible que pisaba el suelo tras él. Ese fue el primer contacto del grupo con un fenómeno extraño en el edificio, pero no sería el último. Noviembre de 2007. Aproximadamente eran las cinco de la tarde, una hora y una fecha en la que, en la Sierra, se asoma ya, tímidamente, la noche. José Manuel, Sergio Moreno y Jordi Fernández Cabrera, el equipo del popular programa “Voces del misterio”, habían escuchado algunas cosas sobre el Tiro Pichón de Jabugo y decidieron acercarse para investigar si había algo de verdad en ellas.
Detectores de presencia, equipos de grabación de audio y vídeo, termómetros… Todas las herramientas que podían acarrear tres personas y que demostrarían, o no, la presencia de fantasmas. Su paseo por el basto edificio “fue muy curioso. Había pintadas, una ouija improvisada sobre el suelo, sentíamos pisadas que hacían crujir el suelo de madera…”. Todo muy intrigante pero nada especialmente extraordinario. Hasta que tomaron el pasillo en dirección a la escalera central. Andaban por el largo pasillo que distribuía las habitaciones del albergue. Se escuchaban ruidos y susurros, se percibían ligeras bajadas de temperatura… Fenómenos que posiblemente podrían explicarse con algún argumento racional. Lo que sí que no tenía explicación es que llevaran más de 10 minutos caminando: “El edificio es muy grande, es enorme, pero cuando me fijé en que llevábamos tanto tiempo andando por el pasillo me paré y lo hablamos. Era imposible. Jordi comenzó a sentirse mal, muy cerca de un ataque de pánico. Traté de calmarlo y cogí unos restos de arcilla del suelo dispuesto a romper los cristales para salir de allí como fuera, pero inmediatamente, de repente, todo volvió a la normalidad y vimos la escalera al fondo. Fue un momento muy tenso, muy angustioso. Ese día dejamos ahí la investigación y nos marchamos”, explica García Bautista.
Para la segunda ocasión el equipo no fue de tres, sino de 14 personas. Aquel día escucharon una extraña música, algún tipo de himno marcial, que parecía proceder de detrás de un mural pintado en la pared y vieron con claridad cómo se produjo un ‘aporte’ (en parapsicología, un aporte es la materialización de un objeto que en principio no estaba ahí, en este caso una cadenita o gargantilla que apareció en el suelo), y, como en la anterior ocasión, susurros y pisadas tras ellos. Sin embargo, lo que los dejó más fascinados fue la escena que presenció Luis Mariano Fernández (periodista y presentador del desaparecido programa ‘Mis enigmas favoritos’) cuando al entrar en uno de los salones del edificio “vio claramente cómo alguien se levantaba de uno de los sillones y salía andando de la sala”, una figura que “bien podría ser la del fantasma del guardés”. ¿Estaban seguros? Claro que no: “solo lo creemos. Hacemos hipótesis, más o menos fundadas, de las cosas que vemos. Aquí no hay nada seguro”.
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