Tres días en un destino privilegiado
Ayamonte
Cuna de fenicios y romanos, territorio musulmán, católico y portugués, esta ciudad onubense posee un extenso patrimonio monumental y una excelente gastronomía influenciada por estas culturas
Su ubicación junto a la desembocadura del Guadiana, su contacto directo con el Atlántico, su entorno natural, con siete kilómetros de playas, sus marismas y caños, su luz, sus señoriales casas y estrechas callejuelas… han convertido a Ayamonte en un destino privilegiado.
Cuna de fenicios y romanos, territorio musulmán, católico y portugués, esta ciudad posee un extenso patrimonio monumental y una gastronomía influenciada por estas culturas, que ha dado como resultado una exquisita cocina Mediterránea adaptada al Atlántico, que combina con gran acierto productos del mar y de la tierra.
Para conocer este paraíso, se propone un programa titulado ‘Ayamonte en tres días’, con el que el visitante disfrutará y conocerá en profundidad este paraíso único.
Primer día: Lo que no te puedes perder
Para comenzar la visita, se toma como punto de partida la Plaza de España. En dirección al centro y junto a la Oficina de Turismo, está el Parque Prudencio Navarro, un verdadero paraíso botánico en pleno centro de la ciudad, con un microclima especial, en el que se puede disfrutar de más de cuarenta especies de todo el mundo. Cruzando la Avenida Alcalde Narciso Martín y en dirección al centro, está el Monumento a la Música, dedicado a Don Manuel Feu, autor del ‘Pasodoble de Ayamonte’.
Siguiendo la calle Rodrigo de Xerez, se desemboca en la Plaza del Rosario. Frente a la misma, se encuentra el Centro Cultural Casa Grande y a su derecha, en la calle San Antonio, la Capilla del mismo nombre, declarada Bien de Interés Cultural, fundada en el siglo XVI por el gremio de los marineros, y que destaca por su decoración pictórica.
La Casa Grande, un edificio del siglo XVIII, que perteneció a la familia Rivero, hoy es la sede del Área de Cultura del Ayuntamiento de Ayamonte y la Biblioteca municipal Jiménez Barberi.
Cuenta con un auditorio, para el desarrollo de actos de diversa índole; una sala de Tinajas, antiguo almacén de víveres que hoy sirve de sala de exposiciones itinerantes, y su segunda planta alberga una exposición permanente con pinturas de gran valor patrimonial y artístico.
Saliendo de esta y a la derecha, se llega a la calle Jovellanos, donde el edificio de igual nombre alberga el Museo Cofrade y el Templo de la Merced, que posee un retablo barroco del segundo tercio del siglo XVII. La calle Cristóbal Colón, conocida como Calle Real, se abre paso, posteriormente, llegando a la Plaza de la Laguna que, rodeada por grandes palmeras, en su centro cuenta con la imagen de la Virgen de la Inmaculada. Sus bancos, adornados con azulejos, en los que se han dibujado diferentes motivos típicos de la ciudad, le confieren un aire peculiar. Destaca entre ellos, una reproducción del cuadro ‘La pesca de los atunes’, del famoso pintor valenciano Joaquín Sorolla.
En este punto, se aconseja hacer una pausa en una de las cafeterías, bares o restaurantes que hay las calles aledañas.
Con energías renovadas, se sale de este lugar en dirección a la calle Angustias, donde su parroquia con su escalinata recibirá al visitante. Este templo emblemático es la residencia de la patrona de la localidad. Con características neoclásicas en su exterior y cubiertas interiores de estilo mudéjar, destaca la torre del campanario del siglo XVIII, realizada tras la devastación del terremoto de Lisboa de 1755. En el lateral, se puede observar un trozo de la antigua muralla defensiva.
Bajando por la Calle Aineé Carbonell, se llega a Cervantes y Trajano, a la derecha. Esta última desemboca en el Paseo de la Ribera, diseñado por Aníbal González, arquitecto de la Plaza de España de Sevilla.
Muy cerca de ahí, también se puede disfrutar del Puerto Deportivo o del Ecomuseo Molino El Pintado.
Segundo día: Ayamonte histórico y Portugal
Comienza el segundo día en la localidad en el Paseo de la Laguna. Desde allí, hay que dirigirse al embarcadero del ferry, donde espera una travesía de unos quince minutos, en la que se disfruta de las vistas del Río Guadiana, hasta desembarcar en la localidad portuguesa de Vila Real de Santo Antonio, cuya construcción fue planeada a finales del siglo XVIII por el Marqués de Pombal.
Tras un paseo por este vecino municipio, y ya de regreso a Ayamonte, se aconseja ir al conocido Convento de Santa Clara, actualmente habitado por las Hermanas de La Cruz. Dejando este a la izquierda, aparece la Plaza de Toros, construida en el año 1852, y muy cerca, el Mirador del Gurugú, ofrece otras fantásticas vistas del Guadiana y Portugal. Atravesando la calle San Roque, se enlaza con la calle Lerdo de Tejada, que lleva a San Francisco. Antes, se pasa por el Palacio del Marqués de Ayamonte, construido por este y actual estudio del pintor Florencio Aguilera. Desde aquí, se continúa hacia la Casa Museo de la Soledad y el Templo de San Francisco, en cuyo interior se halla la Hermandad más antigua de Ayamonte: la Hermandad de la Soledad.
Por la calle San Francisco, se va a Galdames, eje principal de esta parte de la ciudad y parte baja del Barrio de la Villa. Desde este punto, es recomendable trasladarse hasta el Pozo de la Villa y la Casa Cuna, antiguo centro benéfico y hospital de niños expósitos, fundado en la segunda mitad del siglo XVII. Aledaña a la misma, está la Capilla de Nuestra Señora del Socorro. Más arriba, se encuentra la conocida Plaza del Solá y la Parroquia de Nuestro Señor y Salvador.
Para culminar la visita, nada mejor que acudir al Parador Nacional de Turismo, que ocupa el punto más alto de la ciudad y que está construido sobre las ruinas del antiguo Castillo de Ayamonte. Sus impresionantes vistas permiten gozar de unas fabulosas puestas de sol.
Tercer día: Turismo deportivo y de playa
Al coger dirección Isla Canela, se llega a la playa. A su derecha, por el paseo marítimo, se llega a la de San Bruno, recomendada para la práctica y aprendizaje de deportes acuáticos. Un poco más alejada, a unos kilómetros de distancia, se ubica la desembocadura del Río Guadiana, zona de paraje natural, donde se puede disfrutar de un agradable paseo y del avistamiento de aves autóctonas. Después de un descanso, este recorrido continúa por el carril bici del paseo marítimo, que une la playa de Isla Canela con la de Punta del Moral, pasando por la de los Haraganes.
En esta, se recomienda visitar su barriada marinera. Justo en la rotonda de entrada, se alza un barco pesquero y a unos metros, el monumento a la Mujer del Marinero. Aquí se aconseja aprovechar para hacer una parada en el camino y degustar los apreciados productos típicos de la zona, como son el arroz caldoso de marisco, los pescados a la brasa, los chocos fritos, las puntillitas, las coquinas y demás productos del mar.
Saliendo de Punta del Moral, se encuentran las Salinas del Duque, a la derecha un sendero de aproximadamente siete kilómetros adentra al visitante en las marismas.
Volviendo a la carretera, un poco más adelante, aparece el Mausoleo Romano, donde restos funerarios del siglo IV son una clara muestra del paso de esta cultura por la localidad y que fueron descubiertos fortuitamente gracias a unas excavaciones. Continuando en dirección Ayamonte, se sitúa la Torre Almenara de Canela, construcción de carácter militar, que tuvo como objetivo esencial el servir de defensa de esta costa ante las posibles invasiones. Unos kilómetros después, se llega al municipio, muy cerca del Estadio Ciudad de Ayamonte, lo que permite bordear toda la zona conocida como el Salón de Santa Gadea. Recorriendo la calle Lope de Vega y la zona del Estero, se regresa al punto de partida: la Plaza de España.
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