El puente que te lleva a un paraíso donde se unen la ría y el mar en este pueblo de Huelva
Verano en Huelva
Un pedacito de cielo lleno de ricas marismas y playas sacadas del mismísimo paraíso en esta preciosa lengua de arena de Isla Cristina
Esta playa rodeada de parajes naturales no es de las más conocidas de Huelva, pero sí de las más bonitas
Cuesta llegar, pero es una de las playas más bellas y salvajes de Huelva
En la preciosa localidad marinera de Isla Cristina, conocida nacionalmente por su lonja y sus productos del mar de iningualable calidad, además de ser el lugar de nacimiento de uno de los cantantes más queridos de España, Manuel Carrasco, también está situada en un entorno natural absolutamente puro y natural, lleno de ricas marismas y playas sacadas del mismísimo paraíso.
Un pedacito de cielo en la playa Isla de la Gaviota o La Gaviota, aunque en Isla Cristina se la conoce popularmente como la playa de la Punta, al estar localizada en la barriada marinera de Punta del Caimán. Acceder a ella es fácil desde el entorno urbano: basta con acercarse al paseo marítimo y olvidarse del mundanal ruido mientras camina uno por la pasarela de madera que lleva, entre ejemplares de flora del paraje natural marismeño, hasta uno de los símbolos más señeros de la localidad onubense, el puente de la Gola.
La Isla de las Gaviotas es una lengua de arena que se extiende a lo largo de 440 metros (y con un ancho medio de 120 metros) desde la playa del Caminito de Santana hasta el dique de la localidad. Llegar hasta ella requiere una buena caminata, pero merece la pena. Cruzar el puente de madera es toda una experiencia para el visitante, que puede deleitarse desde lo alto con unas inolvidables vistas de la Gola, un recodo de la ría Carreras que dota de aguas mansas a la orilla interior de la playa puntera. Sí, porque es ésa la gran peculiaridad de esta playa, que tiene tres orillas: la que recorre la zona baja del paseo marítimo, la que se sitúa justo enfrente, al cobijo de la ría y de las dunas, y la que abre sus brazos al Atlántico más salvaje y azul.
Para los más avezados, los que se aventuran a caminar un poco más, poner rumbo al espigón es más que recomendable. En el punto donde se unen la ría y el mar, allá adonde acaba la lengua de tierra y la vecina Punta del Moral parece estar a tiro de piedra, allí se levanta un paraíso escondido, un remanso de paz al que los isleños conocen como El Correntil. Los atardeceres son en este rincón despoblado todo un acontecimiento de barcos entrando a puerto por la barra con una hilera blanca de gaviotas traviesas tratando de coger algún pescadillo de sobra.
La marea baja deja al descubierto zonas de barro en la Gola por la que corretean cangrejos y otros especímenes de la fauna local. Es curioso observar desde el mirador del puente a los animalillos. Levantar la vista y recorrer la costa occidental onubense desde este lugar es cosa de privilegiados.
La playa de la Punta del Caimán es uno de esos paraísos que todavía no ha trastocado el urbanismo infame. Sus orillas de arenas doradas invitan a dar largas caminatas a los usuarios. Las dunas hacen de muralla para perder de vista y olvidarse, por un momento, del gris asfalto de otros lares. ¿Alguien puede pedir más?
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