El sueño de ‘Ibn Mahfuz’, último rey andalusí de Huelva
VESTIGIOS DEL ANTIGUO REINO DE MADINA LABLA
Aquel reino de Niebla unió las tierras meridionales de Andalucía y el Algarve, pero quedó diluido entre las coronas de Castilla y Portugal. El sueño de un rey, ‘Ibn Mahfuz’, sería la última página de encuentro entre dos sociedades ibéricas, la andaluza y la algarvia
Cualquier viajero que se precie concibe con gran asombro la riqueza natural y artística de las tierras onubenses, un lugar mágico de encrucijadas de caminos, de itinerarios que funda sus raíces en horizontes milenarios, que conllevan la existencia de reinos legendarios, como el que protagonizaría Argantonio en el mítico Tartessos, y otros que fueron arrancados de los libros de historia, cuyas páginas cayeron en el depósito del olvido.
Quizás la ciudad de Niebla, con su excepcional castillo, situado al lado de su enclave natural del río Tinto, guarde en su interior, una de esas hojas de la historia, de las que ya no se leen, bien por ignorancia, o bien por dejadez de intereses políticos, la existencia de un excepcional reino, que iba más allá de los términos municipales de la actual provincia de Huelva, y al mismo tiempo un personaje excepcional, Ibn Mahfuz, el último rey andalusí onubense, el emir del Algarve, también llamado por los cristianos Aben Maford, como así lo recogen las páginas que el rey castellano Alfonso X dejara en sus Crónicas: “E porque el Algarbe tenían todo los moros, e la cabeça desto era Niebla, de que era estonçes señor un moro que dezían Abén Mafod”.
Su propio nombre concibe uno de esos personajes que solo cuentan las leyendas y las historias orales, que pasa de generación en generación, aunque en muchos momentos flaqueen en la memoria de los tiempos. Uno de esos reyes andalusí que se une a la larga nómina que fueron surgiendo en la historia de Al-Ándalus, que se opusieron a la dominación almohade, como fue el caso de Ibn Mardanis, el rey lobo, de Murcia. Un rey, una ciudad, un reino, que a pesar de su frágil existencia, entre los años 1234 y 1262, quedaría grabado en el subconsciente colectivo de aquel lejano Al-Ándalus que se iba diluyendo ante el avance castellano en tierra de Andalucía Occidental.
La grandiosidad de Niebla queda constatada en las descripciones que ya en el siglo XI nos dejara Al-Udri de sus famosas murallas, o el geógrafo Al-Idrissi, que la describió como “una villa antigua, consta de mediana extensión y ceñida por fuertes murallas. Al Oriente corre un río que viene de las montañas y que pasa muy cerca de ella bajo un puente. Se hace en Niebla bastante comercio y hay algunas producciones útiles”. No debemos de olvidar los términos en que sería descrita por el geógrafo onubense Abdallah al-Bakri “Niebla reúne en sí las ventajas de otras coras, pues es rica en olivares, higueras y variedad de frutales. Produce excelente carmín de excelente calidad y flores de alazor; pero lo más notable son sus cueros teñidos de rojo, magníficamente curtidos”.
Su singularidad quedaría plasmada en su propia historia, al configurarse como reino independiente en varios momentos de la historia Andalusí. Con la desintegración del Califato de Córdoba, en 1023, se convertiría ya en un reino taifa bajo la familia andalusí de los Banu Yansub, que sería posteriormente conquistada por la taifa de Sevilla en 1053.
Un segundo reino taifa de Niebla nacería con la desmembración de la ocupación almorávide, hasta que sería sometida por los almohades, siendo conquistada en 1147. De la mano de Ibn Mahfuz nacería un tercer reino taifa, al ser derrotadas las huestes de los últimos califas almohades, tierras que abarcarían desde el Cabo de San Vicente, al oeste, hasta la desembocadura del Guadalquivir, por el este, limitando al norte con Sierra Morena, y al sur con el mar, comprendiendo la actual provincia de Huelva, además de Serpa y Moura, en el Alentejo portugués, y todo el Algarve con las ciudades de Faro, Tavira, Loulé y Castromarín, entre otras localidades.
Un mismo reino que tendría sabor portugués e hispano, similar al creado por el monarca sevillano, Al Mutamid, y que desaparecería posteriormente en la disgregación del suroeste peninsular.
Quien iba a decir que el nuevo reino onubense nacido hacia 1234 se convertiría en un enclave excepcional en las pretensiones de dos reinos en expansión, el de Castilla y el de Portugal. Y es que como afirma el historiador Alejandro García Sanjuán la taifa de Niebla representa la última fase de dominio islámico en el Occidente de Al-Ándalus, aunque desde su origen, vivió bajo la amenaza portuguesa y castellana. Y es que aquellos años lejanos de mediados del siglo XIII, se convierten para las tierras onubenses en un periodo de inestabilidad manifiesta, que en algunos momentos Ibn Mahfuz, como el caso del rey lobo murciano, supo contener en la incertidumbre de su pronta desaparición.
Una etapa de fragmentación para un moribundo Al-Ándalus, que veía ya los últimos instantes de una existencia que había durado cinco siglos. Y es que en muy pocos años, el reino de Ibn Mahfuz se iría desmoronando, durante los primeros años de su reinado. En 1239, el monarca portugués Sancho II, con la ayuda de las órdenes militares del Hospital y Santiago comenzaría a apoderarse de la mayor parte de las localidades portuguesas, por lo que el reino menguaría al espacio comprendido entre el río Odiel y el Aljarafe.
Al mismo tiempo, los intereses de la corona de Castilla, con el avance reconquistador de los monarcas Fernando III y Alfonso X el Sabio, culminarían el proceso de desintegración del reino, como así lo precisa Alejandro García Sanjuán cuando afirma que “el reino de Niebla tenía sentenciado su final casi desde el principio de su existencia, por una parte como objetivo en el proceso conquistador de los reyes castellanos, por otra debido a su situación geográfica que le confería la naturaleza de ‘reino tapón’”.
En 1253 consta documentalmente el vasallaje que el monarca musulmán concierta con Alfonso X, que habría accedido al poder en 1252, quizás por la presión que estaba teniendo por parte de los portugueses, en la zona situada al oeste del Guadiana, obteniendo una garantía de seguridad por parte de los castellanos. No cabe duda, que de esta manera se estaba mostrando la debilidad política y militar que ya desde este momento tendría el reino de Niebla, y al mismo tiempo la agudeza estratégica del monarca castellano Alfonso X, que pretendería frenar el avance del reino luso.
Como ya había sido común en el periodo de los reinos taifas, el de Niebla tendría que pagar unas parias todos los años a Castilla. A pesar de esta incertidumbre política, la Madina Labla (Niebla) se habría convertido en una insigne ciudad, resultado de la evolución urbanística nacida de la Ilipia romana, entre las que sobresaldría su excepcional muralla, que probablemente sería reformada en el reinado de Ibn Mahfuz, su mezquita mayor, hoy la Iglesia de Santa María de la Granada.
Sin embargo, las relaciones entre ambos reinos, el de Niebla y Castilla, quedarían truncadas con la conquista definitiva en 1262, al ser derrocado el último bastión musulmán onubense por Alfonso X, el Sabio. Quizás la revuelta mudéjar de años anteriores, que hubiera provocado una amplia emigración en el reino de Niebla llevaría al rey castellano a su definitiva conquista. Más aún cuando en 1263, se firmaría el acuerdo fronterizo definitivo entre Castilla y Portugal, que pudo haber considerado un peligro la existencia del reino musulmán.
Lo cierto, es que como afirma Fátima Roldán, con la conquista del reino de Niebla, el monarca castellano se aseguraba teórica y físicamente una Niebla castellana. Ni musulmana, ni portuguesa. La conquista duraría ocho meses, según aparece narrado en las propias Crónica del rey Alfonso X, el Sabio. El destino de Ibn Mahfuz sería pactado con el rey castellano, que si seguimos las crónicas de Ibn Idari, marcharía con un grupo de combatientes a Marrakesh, con el penúltimo califa almohade, con quien se integraría en las filas del ejército, siendo considerado uno de sus mandos dirigentes, mientras que las fuentes castellanas nos relatan como se refugiaría en Sevilla, concediéndole algunos terrenos en Huerta del Rey.
Cabe apuntar como Celestino López Martínez que la conocida Casa del Rey Moro, situada en la calle Sol, en Sevilla, sería la residencia del rey moro. La presencia de los hijos de Ibn Mahfuz, en la época de Sancho IV, como infantes, certificarían aun más la presencia de los últimos años del monarca iliplense en Sevilla.
Aquel reino de Niebla, que habría unido las tierras meridionales de Andalucía y el Algarve, habría quedado diluido entre las coronas de Castilla y Portugal. El sueño de un rey, Ibn Mahfuz sería la última página de unión de dos mundos ibéricos, el andaluz y el algarvio.
La "responsabilidad" de una Hermandad
Mari Ángeles González Caballero, hermana mayor de la Hermandad de Nuestra Señora de España, es consciente del patrimonio que atesoran. La ermita posee una “gran carga histórica” que supone "una motivación" para la institución. Es “una responsabilidad”, aunque confiesa que mantenerla es “difícil” con los recursos de que disponen. La Hermandad se encarga de todas las reparaciones y obras necesarias para el cuidado de un santuario y un entorno que han sido suelo sagrado desde el siglo cuarto.
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