Este bello sendero te lleva a la playa con mejores vistas de Huelva

Descubre esta preciosa ruta que discurre por las arenas de un inmenso pinar lleno de belleza y naturaleza, y que te lleva al mirador con una de las vistas más espectaculares de toda la costa de Huelva.

La laguna del Jaral es un gran claro en este bosque de pinos. Desde ella, ascenderemos la gran duna fósil del Asperillo por un camino arenoso que nos conduce al mar y al acantilado, monumento natural de Andalucía. De vuelta, siempre sobre la duna, las copas de los pinos semejan olas distintas sobre la gran llanura del Abalorio.

Este sendero, de dificultad baja, tiene una extensión de unos 5 kilómetros que se pueden recorrer en aproximadamente dos horas. Para comenzarlo, iremos desde Matalascañas para tomar la A-494 en sentido noroeste hacia Mazagón. A unos 7 km se inicia el sendero en el margen izquierdo de la carretera.

Conoceremos a los auténticos protagonistas de la conquista de este suelo móvil, hoy detenido por el efecto de sus raíces: plantas que resisten el azote de los vientos cargados de arena y de sal.

La ruta

El sendero comienza en el aparcamiento habilitado en la carretera A-494. Entre pinos, por una gran llanura arenosa que avanza hasta un espacio amplio y despejado, llegaremos tras algo más de doscientos metros, a la sorprendente laguna del Jaral, normalmente seca y cubierta de juncos.

El camino recorre durante algo más de cuatrocientos metros la margen derecha de la laguna. A nuestra izquierda, el bosque de pinos, plantados para detener el avance las arenas, resulta a veces impenetrable, lo que lo convierte en un refugio bien protegido para la fauna que lo habita.

A unos doscientos metros de la laguna, giraremos a la derecha para iniciar la subida a la colina por un sendero arenoso flanqueado siempre por pinos, que además de fijar el terreno inestable y pobre, lo enriquecen con sus hojas caídas convertidas en humus que retienen también la humedad, y bajo cuyas copas crece un matorral con especies como romero, jaguarzo, madreselva, etc.

Más allá de donde llegan sus sombras, otras plantas sobreviven perfectamente adaptadas a estas condiciones. Sabinas, camarinas y clavellinas, entre otras, estuvieron siempre aquí, mucho antes de la repoblación de los pinos.

La subida a la duna es dura, sobre todo en días calurosos, pero al final, la cima, a casi noventa metros de altura, nos regala las vistas del inmenso océano, al sur, y, a nuestras espaldas, de la gran llanura con ese otro mar de pinos.

Ahora, los pinos quedan expuestos al azote del viento del suroeste, que dobla sus troncos y despeina sus copas, impidiendo un porte mayor, como los anteriormente vistos, y haciéndolos crecer casi paralelos al suelo.

El descenso a la playa puede resultar peligroso, por lo que tomaremos las debidas precauciones. Ya en ella, podremos observar la pared desnuda del acantilado, erosionada por el viento y el oleaje, exhibiendo las sucesivas capas minerales que construyen el relato geológico de estos dominios.

La vuelta, más corta, la haremos por el camino recorrido hasta el cruce que encontraremos a unos cuatrocientos metros. A la izquierda queda el camino que nos trajo desde la cima de la duna; a la derecha, el que seguiremos para disfrutar, otros cuatrocientos metros después, de las vistas de la gran llanura del Abalario y de la Laguna del Jaral, a la que nuevamente llegaremos, siempre recto después algo más de trescientos metros.

Poco más de seiscientos metros restan al aparcamiento para completar este sendero que nos ha permitido disfrutar de la duna del Asperillo y de su acantilado, declarado, por su valor ecológico y geológico, monumento natural de Andalucía. Otros senderos recorren la duna, tres en el Parque Dunar, y el de Cuesta Maneli con acceso desde esta misma carretera.