Luis Calabozo, director general de la Federación Nacional de Industrias Lácteas (Fenil)
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Catastrofista, apocalíptico, fúnebre, tremendista... Los calificativos para describir la intervención ayer del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, fueron en una misma dirección: metió (aún más) el miedo en el cuerpo. Mientras miles de ciudadanos se manifestaban en la calle contra la reforma laboral aprobada por su Gobierno y otras frustraciones derivadas de la angustiosa crisis económica, Mariano Rajoy cerraba el congreso que le entronizó como líder indiscutible del PP con un mensaje sombrío que borró la euforia por las victorias que han disfrutado los populares en los días previos. Con su desalentador mensaje, dio pocas esperanzas de que los Presupuestos que prepara su Ejecutivo y que se conocerán en poco más de un mes sean un motivo de optimismo. El avión desciende en picado y aún no se han repartido los paracaídas.
Durante más de media hora, Rajoy dibujó un panorama oscuro en el que repitió con frecuencia los llamamientos al esfuerzo y al sacrificio, mientras describía la situación como un "marasmo", un "agujero sin fondo", la "destrucción" o un páramo "sin brotes verdes, que ya soy mayor para ello". Antes de despedir a los más de 3.000 compromisarios e invitados que han asistido durante el fin de semana a la fiesta popular, Rajoy convocó a los presentes y a todos los españoles a aceptar un compromiso.
"Aceptaremos los sacrificios. Soportaremos las renuncias. Aprovecharemos mejor nuestros recursos. Y no cejaremos hasta que llegue el día que podamos descansar y sentirnos, ante el mundo entero, orgullosos de nuestro esfuerzo", dijo Rajoy antes de desear un buen viaje de regreso.
Los presentes salieron con un escalofrío por el cuerpo, pese al caluroso domingo de invierno. Fue el epílogo a un discurso de clausura que se inició con las típicas felicitaciones y el no menos repetitivo apoyo al PP andaluz y a Javier Arenas para las elecciones autonómicas del 25 de marzo.
Pronto Rajoy mudó el gesto. Un día antes recibió un apoyo del 97% a su candidatura para ser reelegido presidente del PP y hace dos meses los ciudadanos le llevaron a la mayoría absoluta más holgada de la historia de este país. Así Rajoy se vio legitimado a hablar como portavoz de todos los que le han votado y los que no.
"Quieren los españoles que, por amargo que resulte, cortemos el grifo de todo el gasto que no sea imprescindible. Quieren los españoles que hagamos reformas, en el trabajo, en la finanzas, en las administraciones públicas, en la educación... Nada de eso es fácil, ni cómodo, ni siquiera gratificante en el corto plazo", afirmó, para dejar a continuación en el auditorio una ilustrativa imagen de cómo está en su opinión la situación económica actual. "Lo urgente, más que pensar en reconstruir, es frenar el deterioro, lograr que las cosas dejen de ir a peor. ¡Ojalá nuestra situación económica hubiera tocado fondo! No es así".
Ante este dantesco escenario, más de cuatro años después de la certeza de la crisis económica, Rajoy justificó sus medidas, que a buen seguro no serán las últimas, y sentenció: "Exige más sacrificios frenar el deterioro que construir". El presidente del Gobierno abundó en que el gabinete que preside está haciendo "lo más importante, lo más urgente, lo más desagradecido: poner barreras a la destrucción".
En este marco, donde las medidas "no siempre serán agradables" ni cuestión de dos semanas, y con la comprensión que despertaría que se tomen soluciones situó Rajoy la adopción de sus medidas más impopulares.
No hubo, como podía esperarse, un deleite de las medidas que han recibido una mejor acogida por parte de la opinión pública. Rajoy (o sus asesores) centraron la campaña de imagen en advertir que la situación, de tan insostenible, requiere de estas medidas, y el Gobierno está dispuesto a asumirlas, como si fuesen inapelables, como mandamientos.
"No será agradable. Pero los españoles están de acuerdo", dijo Rajoy. Así nadie podrá acusarles de vacilaciones, de ser negligentes o de no tomar decisiones, en comparación con un PSOE al que superan en reformas en sólo siete semanas, frente a los siete años de los socialistas, expuso el líder del PP ante un plenario que asistía gélido a la agorera intervención de su líder.
Entonces le tocó turno a la controvertida reforma laboral, a la que todos han evitado en el congreso. Las escasas alusiones estuvieron embriagadas de euforia por la capacidad que, suponen, tendría ésta para crear empleo.
Para Rajoy, esta reforma laboral la estaban esperando cinco millones de parados y la defendió en términos de justicia. "Es la reforma que España necesita para evitar que seamos el país que destruye más empleo de toda Europa. (...) Una reforma que moderniza nuestra legislación, que data de hace 30 años y que acaba con las injusticias y las discriminaciones de nuestro mercado de trabajo", justificó el presidente.
Para Rajoy, esta reforma es "justa y buena para España". Ahora bien, reconoció que "ninguna de estas medidas, ni otras que ya hemos tomado, hará milagros por sí sola, ni siquiera todas juntas".
Entonces, quedó en el aire el porqué de la reforma laboral. Rajoy no explicó cuáles son sus supuestos beneficios. Continuó con una perorata de ejemplos artificiosos para concluir que esta reforma es necesaria, pero no crea empleo, pese a que muchos en su partido así lo celebran. "Las reformas solas no crean empleos, pero sin ellas será inútil pretender que aparezcan", apuntó. La reforma "no es un objetivo, es un instrumento", añadió.
Una serie de reformas que, según Rajoy, están dirigidas a evitar las desigualdades y a generar oportunidades para los más desfavorecidos, como las madres solteras o los padres desempleados. Rajoy dijo que toma estas medidas pensando en los que peor lo pasan, "y si no me queda más remedio que subir los impuestos, lo hacemos porque muchas personas necesitan una oportunidad".
Rajoy se congratuló de que España aparezca ante Europa como un país "serio" y preguntó a quienes protestan "si les gustaba más lo que había antes".
Rajoy habló por última vez en nombre de los españoles y replicó de manera indirecta a los convocantes (los sindicatos) que "los españoles no van a entorpecer la tarea del Gobierno en el que han puesto su esperanza". Los ciudadanos, a quienes pide que asuman un sacrificio, están dispuestos a sacrificarse por el objetivo del empleo prometido, vino a concluir Rajoy. "No se van a resignar, ni van a renunciar a recuperar empleos y bienestar", finalizó. Los asitentes corrieron a buscar el sol.
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