Algunas implicaciones de los primeros días de la Administración Trump 2.0
Tremendos doce días en lo político y en lo económico desde que tomó posesión por segunda vez Donald Trump como presidente de Estados Unidos el 20 de enero. Ese mismo día ya firmó numerosas órdenes ejecutivas con varios ejes fundamentales con implicaciones económicas. Destacan las siguientes: la imposición de aranceles a las importaciones de un gran número de países –algunos muy significativos si se llegan a materializar–, una bajada de impuestos, la creación de un marco más desregulado para la tecnología, la Inteligencia Artificial (IA) y las actividades cripto –donde deberían evaluarse adecuadamente los grandes riesgos de una liberalización de los activos digitales–,. y una política inmigratoria mucho más restrictiva –con repatriaciones incluidas– que afectará la captación de recursos humanos de las que muchos sectores empresariales de EEUU dependen. También anunció la creación de nuevas agencias federales como el Servicio de Ingresos Externos, destinada a recaudar y gestionar ingresos provenientes de los nuevos aranceles impuestos. Esta medida busca fortalecer la capacidad del gobierno para gestionar los ingresos derivados de sus políticas comerciales. Asimismo, se establece, reconfigurando una agencia ya existente, el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés) que dirigirá, como es bien conocido, el magnate Elon Musk y que aspira a reducir el gasto federal. Por último, se declaró la emergencia energética nacional, con el objetivo de aumentar la producción doméstica de petróleo y gas y reducir su precio y los costes energéticos.
Los impactos probables de todas estas medidas de carácter económico dependerán de muchos factores, incluyendo la respuesta de los mercados, el resto de países –sean aliados o no– y los consumidores. Basados en experiencias previas, se pueden pronosticar algunos efectos probables. Comenzando con el crecimiento económico, las medidas propuestas a corto plazo podrían estimular y proteger sectores específicos estadounidenses, como la energía y la industria. A medio y largo plazo, no todo será de color de rosa, ya que probablemente conducirán a importantes tensiones comerciales por el aumento de aranceles, otras medidas proteccionistas y desacuerdos sobre cambio climático. Asimismo, si se produce un aumento del déficit fiscal como consecuencia de la rebaja de impuestos y las posibles resistencias a reducir el gasto en paralelo, podría impactar negativamente sobre el crecimiento. En cuanto a la inflación, el incremento de aranceles generará crecimiento de precios al elevar el coste de las importaciones. Es, por ello, que la nueva Administración quiere bajar los costes energéticos para intentar contrarrestar el impacto alcista de su política arancelaria. A la vez algunas declaraciones de Trump están metiendo presión a la Reserva Federal para que continúe bajando los tipos de interés. La autoridad monetaria había señalado una cierta pausa en la reducción del precio oficial del dinero, ante las dudas que mantiene sobre la futura evolución de la inflación. Está por ver si las presiones de la Administración Trump lograrán quebrar la independencia de su banco central y le haga cambiar de hoja de ruta hacia más reducciones de tipos en 2025. Y por último, en cuestiones sociales, la eliminación de algunos programas de gasto social y la introducción de reducciones fiscales beneficiaría principalmente a los sectores de mayores ingresos y perjudicaría a los menos privilegiados, aumentando los problemas de desigualdad del país.
El apoyo a las grandes empresas tecnológicas ha sido uno de los mensajes más llamativos. La presencia en lugar destacado de sus principales directivos en la toma de posesión de Donald Trump era un claro mensaje de defensa de estas BigTech, que se las prometían –y probablemente aún se las prometen, a pesar de lo acontecido esta semana– muy felices en un entorno más desregulado y confortable para ellas. Hace algo más una semana fue la presentación del proyecto Stargate, una iniciativa conjunta de OpenAI, Oracle y el banco nipón SoftBank, con socios tecnológicos como Microsoft y Nvidia. Con una inversión de hasta 500.000 millones de dólares en infraestructura de inteligencia artificial (IA) durante los próximos cuatro años y una creación prevista de hasta 100.000 nuevos empleos, se pretende fortalecer el liderazgo estadounidense en IA, con una infraestructura avanzada que impulse la investigación y el desarrollo en este contexto. La Administración Trump desea apoyar decididamente a las empresas estadounidenses en su pugna por la supremacía tecnológica con los tecnológicas chinas. No parecía haber muchas dudas sobre la fortaleza e incluso superioridad de las BigTech de EEUU hasta hace pocos días. Sin embargo, el reciente anuncio de la empresa tecnológica china DeepSeek de que sus modelos de IA tienen unos costes muy inferiores a las de sus competidores estadounidenses, causó un terremoto bursátil en el Nasdaq, y especialmente en BigTech como Nvidia, Microsoft y el resto. Nvidia registro el récord de caída de un valor bursátil el pasado lunes en el que se dejó unos 590.000 millones de dólares de su valor. Se necesitará tiempo para conocer las implicaciones de la aparición de DeepSeek en el mercado de IA global. Hay que confirmar si cuenta con ventajas competitivas más allá de su considerablemente menor coste y si puede mantener esa situación privilegiada en el tiempo. Asimismo, vista la experiencia de su primer mandato y de la estrategia proteccionista de la actual administración Trump 2.0 no se puede descartar algún tipo de acción para proteger a las grandes tecnológicas de su país y restringir la actividad de la IA china. Ya ocurrió de manera análoga con la tecnológica china Huawei en la primera Administración Trump. Mucha tela que cortar en este contexto pero esta línea de acción del gobierno estadounidense también va a encontrar más dificultades de las inicialmente previstas.
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