Juan Mairena, el sacerdote que trajo al Papa a El Rocío
La devoción rociera ha estado marcada por grandes momentos históricos, como el latir de la vida misma, de su pueblo. Sin duda alguna, el gran acontecimiento de esta devoción es la presencia en el santuario de un Papa, pero además quien le visita es San Juan Pablo II, que se postra ante las plantas de la Blanca Paloma como un peregrino más.
Se enmarca en una efemérides tan especial como la celebración del V Centenario del Descubrimiento y Evangelización de América. En la que también se vincula el pueblo de Almonte en este tiempo de relaciones iberoamericanas; gracias a la manda testamentaria de Baltasar Tercero, aquella devoción sencilla encontrará cauces para arraigarse en el siglo XVIII y le ofrecerá ese impulso que le era necesario.
Nadie podía pensar que un papa visitara El Rocío, y aquello se cumplió. Por eso ahora, cuando se cumplen 25 años y se recuerda lo importante que significó para la devoción, es justo reconocer a quien fue el alma máter de aquel encuentro, quien supo coordinar a todos, ilusionar y tener la habilidad de no dejar a nadie fuera. El único horizonte era la Virgen del Rocío, fomentar su devoción y darlo todo por Ella, como desde siempre había hecho el pueblo de Almonte y esos miles de devotos del universo de la Virgen.
Juan Mairena Valdallo fue aquella persona, quien supo ver cómo dimensionar la celebración del V Centenario en su deseo de que la provincia de Huelva despertara y fuese reconocida más allá de sus fronteras, de que se valore su importancia en la historia de América e, igualmente, realzar que María fue la Estrella de la Evangelización, la que llevó esperanza a aquellos pueblos. Supo remar con un horizonte fijo, subiendo a esa barca a todos los que quisieron sumar.
Aquellas ideas tuvieron fundamentos y Juan Mairena fue el responsable como Coordinador de los Congresos Mariano y Mariológico Internacionales celebrados en Huelva en 1992 y de la Visita del Papa a Huelva. Con este motivo consiguió movilizar a los pueblos costeros, desde Ayamonte, Lepe, Moguer, Huelva, en los que se coronaron sus vírgenes y luego fue Palos de la Frontera de manos del Santo Padre.
Aquel encuentro era el vehículo para que al año siguiente, pasada toda la celebración civil y mediática del año 92, el Papa se uniera a la conmemoración española y acudiera a nuestro país.
Pero quién iba a pensar que el Papa llegaría a Huelva, si nadie la había tenido en cuenta nunca, relegada siempre a una segunda fila.
Había que traer al Papa de Sevilla a Huelva y, también por qué no hasta El Rocío. Por soñar… había que soñar. Aquí en El Rocío un magnífico triunvirato: Juan Mairena, junto con Antonio Salas Delgado, párroco de Almonte, y Ángel Díaz de la Serna, presidente de la Hermandad Matriz; y también sumando el Ayuntamiento con su alcalde, Francisco Bella.
Cuántas gestiones, charlas a todo nivel del incansable don Juan, para que fueran una realidad los deseos que iban anidando en miles de corazones. En el Vaticano, en Madrid en la Conferencia Episcopal, en Sevilla en el Arzobispado; con los países iberoamericanos, con el Celam; y aquí, en Huelva, tomando las riendas de esta gran empresa. Estaba convencido de la dimensión que le ofrecerían los Congresos y la Visita del Papa a nuestra provincia. Nadie se quedó atrás, Huelva Información también estuvo junto a este proyecto y en esta Redacción se forjó aquella frase de Huelva, capital espiritual del 92.
Nadie se quedaba indiferente a lo que proponía Juan Mairena; era quien informaba, convencía e incluso emocionaba a la gente con esos borbotones de ideas. No sólo hacía ver las cosas claras, sino que ponía a todos a trabajar, cada uno donde mejor podía hacerlo. De su habilidad de gestión estaba el saber que la ilusión se puede convertir en una realidad, si el trabajo es en común y aquí las posibilidades eran muchas, sólo había que ponerse en la tarea.
Aquella visita fue posible y El Rocío lo recuerda con el acontecimiento más importante de su historia. Un Papa Santo arrodillado ante la Virgen del Rocío.
Es necesario recordar que los grandes hitos en la historia rociera tienen nombres propios, en la divulgación a Baltasar Tercero; en la Coronación Canónica de la Virgen, de la que pronto se celebrará su centenario, a Juan Muñoz y Pavón; y en la Visita del Papa San Juan Pablo II, a Juan Mairena Valdayo. Almonte que es justa con aquellos que supieron fomentar la devoción a la Virgen del Rocío, escribió sus nombres en las calles de la aldea; falta ahora la que rotule el de Juan Mairena, quien será recordado por todos como el sacerdote que trajo al Papa al Rocío.
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