El Rocío abre sus puertas a la vida
El sábado de Romería recupera el ambiente perdido en los dos últimos años
Miles de personas disfrutan de la aldea en una jornada con una temperatura agradable
Imágenes de la presentación de la Hermandad de Huelva
La Casa de Hermandad de Emigrantes parecía una corrala de vecinos el mediodía del sábado. Una estampa añeja que hacía a los mayores retrotaerse y ser más felices por un momento. Esta estampa, tan de verdad, tan necesaria, se veía desde fuera con envidia y desde dentro se disfrutaba, aunque no se era consciente ni siquiera del tiempo. Se vivía. Que de esto trata la vida. Esta corrala se adaptó a una Romería que volvió con una fuerza incontestable en cualquiera de los sentidos.
Y en este patio, una joven, en el piso de arriba, cruzaba en pijama más de la mitad de la barandilla para llegar a la ducha. Pasó por delante de una mesa con mujeres costureras que arreglaban trajes de flamenca. Cada mesa era una ramificación de una habitación. En cada habitación, un ramo de flores. Que no se diga que no estamos en primavera. La Casa de Hermandad de Emigrantes era una pequeña ciudad. Con sus visitantes. En una mesa, ocho personas disfrutaban de un aperitivo. En otra, uno rociero se arrancaba por sevillanas. En otra se sentaba junto a unos amigos uno de la Hermandad del Rocío de Huelva. Había medallas con cordones de todos los colores, pero en todas ellas estaba la Virgen del Rocío.
"Echa el toldo que pica el sol"; la cocina a pleno rendimiento; los niños que juegan como si portaran a la Virgen del Rocío siendo una silla de plástico el paso; y la cerveza y los refrescos que salen sin parar. Esto es El Rocío. Y reír. Reír mucho. La guasa, el buen ambiente, cantar y bailar. Y a eso de que se acercaba la hora de almorzar, por decir algo porque en la Aldea no existe el reloj, que saltó la noticia de que Juanma Moreno llegaría en un rato y tomar una tapa. "Niña, que va a venir el presidente de la Junta de Andalucía. Mira que le dije que no viniera a esta hora, que viniera más tarde", bromeó un rociero hablándole a su pareja.
Y en todo este ajetreo, el hermano mayor, José Antonio Ortiz, no paraba de saludar, organizar. Foto aquí, foto allá. "Habré descansado diariamente dos o tres horas". Desde el miércoles de salida. Pero merece la pena. Confesó que la Romería está yendo "fantástica", el camino "bien", aunque apuntó que hay que mejorar la organización a la hora de entrar en la Aldea ya que por el tapón que se forma por delante de otras filiales, en vez de a las 22:30 "entramos a las 01:30". Y frente al Simpecado expresó que el exorno para la presentación "es una obra de arte". "Es la primera vez que lo pone Antonio Rivera, que estuvo todo el día con el mayordomo, Enrique Cordero.
La Casa de Hermandad de Emigrantes era un fiel reflejo de lo que sucedía en el resto de la aldea. Todo era generosidad. Y la vida se resumía en cualquier porche. El "¿qué queréis tomar?" es una frase que dicen en las casas antes incluso de saludar. Y desde allí, al resguardo del sol, se veía la organización de presentaciones que hace de la aldea el lugar más maravilloso del mundo por momentos. Con un lleno absoluto, sin coches, con botos camperos, sin preocupaciones, con trajes de flamenca. Y con todo por delante.
La Casa de Hermandad de Bonares era una fiesta. Con las mesas abarrotadas de su patio interior. Con los tamborileros poniendo la banda sonora. Y con los abrazos dando significado a la Romería del Reencuentro. "Los andaluces somos personas de contacto y parece que lo hemos echado en falta y ahora es el momento de abrir los brazos a todo el mundo", señalaba la presidenta María José Martín. Y añadió además que este año ha habido en el camino "más gente que otros años". También ocurrió con Moguer, según apuntó su mayordomo Manuel Rojas, quien aseguró que "había muchas ganas de Rocío. Mucha gente que antes venía solo al camino este año hacen El Rocío entero".
La aldea era un hervidero de devoción. En la iglesia eran rezos continuos, las tiendas recuperando el color, la marisma como nunca. Esto es el Rocío. Un lugar tocado por lo divino que siempre tiene las puertas abiertas.
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