Aquel Rocío de 1994: Cuando la lluvia apareció durante la procesión de la Virgen

40 años de Huelva Información

Hace 29 años ahora de aquella salida de la Blanca Paloma durante 13 horas intensas, en las que un capote la protegió del agua y en la que perdió (y recuperó) una estrella de la ráfaga de su corona

La Hermandad de Huelva desprende emoción a su llegada a la Plaza del Punto

Cuando la lluvia apareció durante la procesión de la Virgen del Rocío / H.I
J.R.

27 de mayo 2023 - 21:32

La lluvia en la aldea este fin de semana seguramente ha recuperado en muchos rocieros el recuerdo de la procesión de 1994. No fue la última marcada por el agua pero sí una de las más recientes, con varias circunstancias que la hicieron especial, sobre todo para los almonteños.

Aquel Pentecostés casi 30 años atrás tuvo a la Patrona de Almonte 13 horas justas en las calles de El Rocío. El salto a la reja se produjo a las 2:05 y no volvió la Virgen a su ermita hasta las tres y cinco de la tarde pese a la lluvia que se hizo presencia de forma intermitente a lo largo del recorrido.

Nada impidió su encuentro con sus fieles peregrinos. La aparición de las precipitaciones fue solventada con la colocación de un capote de agua por parte de la camarista. Era un impermeable que cubría a la Señora y su traje completo sin ocultar su rostro, su mirada, como Los Marismeños le cantaron el siguiente año. Tan lejos entonces esa pesadilla que ha sido para todos la pandemia del coronavirus, el mal tiempo no iba a impedir ese año que la Blanca Paloma se reencontrara con sus hijos en su día.

Cuando el rosario aún recorría las calles camino del santuario, más parecía una noche primaveral que poco dejaba pensar en la aparición posterior de la lluvia. Pero por más que haya circunstancias sobrevenidas, nada da la sensación de que se deje a la improvisación.

Ese año 1994, bajo la presidencia de Ángel Díaz de la Serna en la Matriz, había 93 filiales que se presentaron el día anterior a la Virgen. Y todos sus simpecados quedaron dispuestos durante la procesión a la espera de su paso, todos ellos cubiertos también con impermeables para protegerlos de la lluvia que caía en la aldea.

Alrededor de las 8:00, a la altura de la casa hermandad de Hinojos, la Virgen fue cubierta con el impermeable por la persistencia de la lluvia. Quedaron libres del velo transparente su cabeza y el Niño.

Cuatro horas tardó en atravesar El Eucaliptal y de nuevo, en torno a las 11:00, tuvo que ser cubierta completamente la Virgen con el capote de agua por una lluvia más intensa.

"La lluvia es lo que más puede perjudicar a la Virgen, cosa que no ocurre cuando hace calor y se levanta polvo”, explicaba la camarista, María del Carmen Morales, en palabras recogidas en el periódico.

Más tarde, al paso por la Matriz, y a petición de los almonteños, la Blanca Paloma fue descubierta por el cese de las precipitaciones.

Alguien percibió la desaparición de una estrella de la ráfaga de la corona, y el caminar de la Virgen tuvo una pausa para encontrarla, enredada en la toquilla y puesta a buen recaudo después para su restauración tras la romería.

En la calle Moguer, uno de los puntos clave del recorrido antes de la recogida, los cantes se sucedían. Allí estaban Los Marismeños y Eduardo Fernández Jurado, a quien la visión de la Virgen cubierta por el impermeable le inspiró las sevillanas Cuando me miras así, compuestas con Juanini y publicadas un año más tarde en el disco Por los adentros del grupo onubense.

Contaba la tradición que no hubo una presencia tan importante de la lluvia en la procesión de Pentecostés desde 1933, y aún así, la Virgen disponía de un capote transparente para protegerla si aparecía, donado en su día por el vizconde Ignacio de Cepeda. Otra cosa eran los traslados, como la ida de 1960 o la venida de 1971, recordadas todavía en Almonte por los más veteranos por la importante presencia del agua y la obligada protección de la Virgen del Rocío. Después de 1994, sólo en 2005 ocurrió algo parecido.

No todo fue lluvia. Aquella romería fue especial en Almonte por el accidente que le costó la vida a un joven rociero en el camino de la Matriz hacia la aldea. Por él, uno de los varales lució un crespón negro y se guardó durante el recorrido de la procesión un minuto de silencio que puso los pelos de punta a los presentes. Fue una circunstancia más para alimentar el recuerdo, que sigue muy vivo, presente casi tres décadas después.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último