Alfonso X ‘El Sabio’: El rey que inició la devoción a la Virgen del Rocío
EL ROCÍO
Al monarca se le atribuye la construcción de la primitiva ermita tras la conquista de las tierras en 1262
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La devoción a la Virgen del Rocío es hoy día un fenómeno universal que traspasa fronteras. La aldea, en la que se asienta tanto el santuario como la imagen de la Blanca Paloma, es un enclave perteneciente al municipio de Almonte, pero esto no fue así hasta finales del siglo XVI, cuando en 1582 el Concejo de Almonte adquiere las tierras denominadas Madre de las Marismas, junto a la ermita, a su propietario Esteban Perez de Cavisos, según explica en su página web la Hermandad Matriz de Almonte.
Si bien diferentes yacimientos y restos arqueológicos muestran que la zona donde hoy se erige el santuario de la Virgen del Rocío estuvo poblada en diferentes períodos como paleolítico, Tartessos, romanos, visigodos o árabes, es bajo el reinado de Alfonso X ‘El Sabio’ (1252-1284) cuando esta zona adquiere un notable impulso tras ser conquistada estas tierras a los árabes, “cuya jurisdicción pertenecía al reino taifa de Niebla”, explica la Matriz.
Es precisamente al monarca Alfonso X ‘El Sabio’, al que se “atribuye la erección de aquella primera Ermita, tras la conquista de estas tierras, en 1262, mandando colocar allí la imagen de la Virgen. Por entonces, se denominaba ‘Coto de las Rocinas’, lo que dio inicialmente nombre a la devoción”, apunta la Hermandad.
“De todos estos datos deducimos que la Ermita fuera levantada por Alfonso X ‘El Sabio’ entre 1285 y 1300, como era costumbre del Rey Sabio, en los lugares recién conquistados, permaneciendo el siglo XIV levantada y dedicada a Nuestra Señora de las Rocinas”, añade la Matriz.
La hermandad explica que este enclave experimentó un gran significado, “a raíz del descubrimiento y conquista de América, en 1492, convertido en encrucijada de caminos, paso obligado para alcanzar los Puertos, o para unir la ciudad de Moguer con la de Sevilla, y un lugar frecuentado por pastores y ganaderos de Almonte, villa esta, distante quince kilómetros y en cuyo término se enclava”.
De esta manera, Alfonso X ‘El Sabio’ fue el responsable de aquella primitiva ermita en cuyo interior se colocó la imagen de que la sería siglos más tarde la Patrona de Almonte y el motivo de una de las devociones marianas más universales y conocidas.
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