El Rocío: Así era el Rosario según José Nogales
El cronista onubense describió en sus cartas la magia de luces, rezos y alegría que siguen presentes en la romería
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El Rocío/En 2008, coincidiendo con el centenario del escritor Valverdeño José Nogales, este mismo periódico, publicó un artículo dedicado a las Cartas del Rocío que escribió el cronista en 1900. En estas cartas, Nogales describía la curiosidad que le despertaba la devoción por la Virgen del Rocío."Nunca vi un tan alegre despertar de la muchedumbre. Según el orden de los ranchos, incensados ya por el humo de los primeros buñuelos, bailaban al fresco, y aquí se oían los jipíos trianeros, allá las seguidillas pileñas, en otra parte el fandanguillo de Andévalo”, cuenta en estas cartas que envía a una prima.
Así va contando todas las hazañas de la romería y en particular hay una que narra en palabra y también se puede explicar perfectamente a través de la imagen: El Santo Rosario. José Nogales empieza su carta tres definiéndolo de esta manera: “Con el poco dormir y el grandísimo cansancio (...) Anoche hubo gran rosario de gala, que hizo estación en los sitios donde acampan las Hermandades. Con este motivo hubo refresco en todas ellas, y cuál más, cuál menos, quemaron vistosos fuegos de artificio y derrocharon los cohetes”.
Y aunque ahora sean las hermandades las que buscan el encuentro en la Plaza de Doñana para rezar ante el Simpecado de Almonte por el que tendrán que pasar todas las filiales, la noche es igual de mágica y la única luz es la de las bengalas que portan los rocieros durante el recorrido.
“La marcha del rosario parece una fantasía; aquel relumbrón de faroles en el oscuro campo; aquel largo desfile de luces movedizas entre la masa rumorosa de gente que reza o canta; las posadas ante las Hermandades apercibidas con sus estandartes, sus barras doradas y sus carretas engalanadas con ramos de adelfa y hierbajos bien olientes; todo aquel estruendo en que se confunden voces, músicas, rezos, repiques y estallidos, es algo conmovedor que lleva al corazón alegría: la alegría de vivir entre gentes buenas, que saben ver el mundo por el lado menos feo”, redactaba Nogales.
Pero entonces narra cómo la ‘juerga’ siguió, durmieron y al día siguiente sucedió la misa y la procesión. “Antes de la función se celebraron no sé cuántas misas, que oyeron las Hermandades, y en la ermita no cabía un grano de trigo. Cuando empezó la solemne, pensé ahogarme: tal era el calor. Acabada la misa, salió la procesión. Todo cuando te diga es poco para ponderarte la majestad de esta sencilla ceremonia. En pleno campo, bajo un cielo azul purísimo que el sol abrillanta; las Hermandades, por su categoría, con todos sus estandartes e insignias, con sus tamboriles batiendo una pomposa marcha pastoril”. Actualmente, la misa de pentecostés sucede por la mañana del domingo, a las 00.00 h se reza el Santo Rosario y es de madrugada cuando la aldea queda en silencio, sin cantes, sin bulla, solo esperando a que el Simpecado de la Matriz llegue frente a la reja para que salten los almonteños.
Sea el que vivió José Nogales o el que vivimos en la actualidad, el Rosario es parte fundamental de la romería.
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