El año en el que el Simpecado de Huelva entró en El Rocío sin carroza y roto
EL ROCÍO
La filial rociera cumplió con su visita a la aldea a pesar de las duras condiciones en las que se vio envuelta
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La Hermandad del Rocío de Huelva es una de las más importantes y significativas de cuantas peregrinan a la aldea almonteña con motivo de la celebración de la Romería de Pentecostés. Se trata de la filial con más peregrinos y su camino está lleno de momentos de gran fervor e intensidad como son, por ejemplo, la despedida de la ciudad el jueves de Rocío o su llegada a la aldea en la tarde noche del viernes bajo una humareda de polvo provocada por el lento y pesado caminar de la comitiva por las arenas.
Huelva es la filial número nueve y fue fundada en 1880, si bien las primeras noticias de la devoción onubense por la Virgen del Rocío datan de mediados del siglo XVIII y desde 1813 o 1814 “parece ser que iban familias por su cuenta, cada vez más numerosas, pasando después a ser grupos que se reunían en la Iglesia Mayor de San Pedro y en la de la Concepción”, según reza en el libro de Antonio José Martínez Navarro llamado ‘Historia de la Real e Ilustre Hermandad de Nuestra Señora del Rocío de Huelva’
Fue por tanto en 1881 cuando la filial onubense hizo su primera presentación oficial en la aldea iniciando a partir de ahí la historia de la corporación que vivió en 1910 uno de sus episodios más duros. Y es que la enfermedad que padecía el entonces hermano mayor, Gilabert Cordero, hizo temer que la filial no peregrinaría ese año al Rocío. “En esta situación, D. Manuel González García, Arcipreste de Huelva, encargó a Manuel Oliveira y a Manuel Siurot que se hiciesen cargo de organizar la expedición”, explica la propia hermandad en su página web.
El resultado final fue que Huelva cumplió con su cita con la Virgen del Rocío pero en unas duras condiciones, ya que tras “un penoso viaje, en el que resultó destrozada la carroza y con graves deterioros el Simpecado, Huelva entró en El Rocío sin carroza y con el estandarte roto”.
El propio Siurot explicaría que a pesar de estas vicisitudes, “llevábamos a Gilabert, que valía más que todas las carrozas del mundo, porque sobre él se había posado el Espíritu de Dios en un momento de tribulación y angustia. Y cuando montado en mi caballo presentaba yo a las autoridades de Almonte en la puerta de la ermita aquel estandarte que parecía venir de una batalla, las gentes que ya conocían el suceso lloraban y vitoreaban”. Al año siguiente la Hermandad de Huelva estrenó una nueva carroza.
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