Alberto Paramio: “La sociedad es consciente de que no es infalible”
![El psicólogo gaditano Alberto Paramio.](https://static.grupojoly.com/clip/59b28384-d7f9-4ef6-88b4-13c2ae12d396_source-aspect-ratio_1600w_0.jpg)
Desde el dolor a la ansiedad, desde la sexualidad a las instituciones, desde los medios de información, tradicionales y de rabiosa (y enrabietada) actualidad, el campo de investigación de Alberto Paramio Leiva (Cádiz, 1995) es ancho y diverso. Ninguna materia le es ajena, ningún asunto que implique la psicología social e individual. Este profesor e investigador en Psicología en la Universidad Internacional de Valencia y en la Universidad de Cádiz se ha especializado en salud mental. También ha indagado sobre los vinos gaditanos, sobre sus efectos espirituosos: su conclusión, basada en lo consuetudinario, es que las manzanillas y los finos son más para celebrar que el amontillado.
–Internet, las maletas con ruedas y la creciente preocupación por salud mental de las personas son fenómenos característicos del presente siglo. ¿Estamos abocados a la vorágine?
–No nos paramos a pensar sobre cómo estamos con nosotros mismos, pero soy optimista. El cuidado de la salud mental está más presente que nunca. El problema es que está más en la palabra y en el papel que en el día a día. No hay nada más saludable que detenerse, pensar y examinarse a uno mismo.
–¿Y pensar demasiado en uno mismo no resta pensar también en lo demás?
–Una mayor concienciación individual nos llevará a una mayor concienciación general y, con suerte, supondrá un aumento de la inversión para la prevención e intervención en la salud mental.
–Se percibe un cierto desorden y crispación en el ambiente. ¿El caos es un agente que provoca un miedo paralizante o, por el contrario, un hiperactivo frenesí?
–La crispación siempre ha estado presente, es parte de nuestra naturaleza, pero ahora tenemos un altavoz para que todo el mundo conozca nuestro descontento. Es uno de los grandes retos a los que nos enfrentamos.
–¿No es un mundo menos en calma que hace unas décadas?
–Debemos aprender a vivir en un mundo completamente diferente al de nuestros padres, con múltiples fuentes de información, algunas falsas, que nos bombardean constantemente mientras aprendemos que no tenemos por qué pensar como los demás. Tenemos las herramientas, aunque no estoy tan seguro de que tengamos la voluntad. Al menos todavía.
–¿Aumenta el apetito sexual en tiempos de mudanza?
–No es tanto que aumente sino que se adelanta. El problema está cuando se adelanta tanto que no contamos con los recursos para saber qué queremos y qué quiere el otro. Existe una paradoja evidente entre vivir en un momento con menos tabúes y que a la vez el conocimiento siga siendo muy bajo.
–¿Cómo afecta a las cabezas una pandemia?
–Aún lo estamos investigando. La investigación, no sólo la sanitaria, viró su interés hacia la pandemia del Covid-19 en cuanto apareció. Ahora vivimos en una sociedad consciente de que no es infalible, de que los desastres naturales no se limitan a terremotos, volcanes o inundaciones.
–¿Las pandemias anteriores provocaron los mismos efectos en la sociedad?
–Por paradójico que resulte, en otros momentos de la historia el problema fue la falta de información y en nuestro caso el mayor enemigo ha sido el exceso de información o, mejor dicho, de desinformación. Para mucha gente ha sido difícil cribar entre la información de fuentes científicas y los bulos.
–En aquellos instantes todos nos preguntábamos de dónde venía el virus, cómo podíamos protegernos o las secuelas de la enfermedad.
–Y, si buscabas esas preguntas, podías encontrar la respuesta basada en la evidencia científica o la opinión del menos informado y no existían mecanismos eficaces que nos ayudasen a diferenciarlas.
–¿Ha contribuido la pandemia a hacer irreconciliables las posturas políticas?
–El mundo ya se estaba polarizando, aunque la pandemia no ha ayudado. El proceso es el siguiente: abrimos la red social y leemos publicaciones de múltiples perfiles que piensan igual que nosotros. Comparten nuestras ideas y nos dan la razón, por lo que alimentan la creencia que estas ideas deben ser las acertadas, una verdad incuestionable. Entonces aparece un comentario con una idea distinta, tal vez opuesta a la nuestra, que nos genera malestar, percibimos que esta persona intenta tambalear el sistema de creencias que tenía tan bien afianzado.
–¿Y cuál es la respuesta que damos?
–Bloqueamos a la persona o la dejamos de seguir. Nuestras ideas por fin están a salvo. Sin embargo sabemos que esto solo consigue que se radicalicen cada vez más y, con ello, nuestro malestar. Y ya no es necesario que bloquees o dejes de seguir a nadie, los algoritmos de las redes aprenden de ti y deciden no mostrarte esas ideas diferentes a las tuyas.
–¿Son las redes sociales una fuente de satisfacciones o de frustraciones?
–Seguramente sean de ambas, pero por mucho tiempo solo hemos estado centrándonos en los aspectos positivos. Es necesario establecer un control individual del uso de las redes sociales y las consecuencias de pasar del uso al abuso, pero esto requiere de mucha educación. Parece que la tendencia va hacia relacionarnos cada vez con menos personas, tendremos que aprender a detectar qué es real y puede que nos dirijamos a una situación muy compleja.
–El barómetro andaluz del Centra reflejó en diciembre un notable desafecto ciudadano hacia las instituciones. Los encuestados mencionan la necesidad de un “líder fuerte dispuesto a romper las reglas”. ¿Qué tienen los caudillos que no tengan los otros mandatarios?
–Los caudillos son previsibles. Aumentan la certidumbre y aportan explicaciones sencillas a cuestiones a menudo complejas. Estamos buscando cada vez líderes más decididos y radicales porque no nos creemos a los que tenemos.
–Pues vaya faena, ¿no?
–Otras veces, las respuestas ciudadanas de ese tipo son una forma de mostrar el descontento. Muchos políticos pueden decir y hacer barbaridades tremendas sin afectarles porque han descubierto cómo llegar emocionalmente a los electores.
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