“La artesanía sacra lleva cinco siglos rayando la excelencia”

Ildefonso Jiménez | Artesano y maestro bordador

El maestro bordador jerezano lleva más de 35 años trabajando en su taller de Jerez

"Los artesanos hacemos obras de arte; en cambio, lo que viene de Pakistán es una mala imitación”, afirma

Ildefonso Jiménez, en su taller de bordados en Jerez.
Ildefonso Jiménez, en su taller de bordados en Jerez. / Manuel Aranda
E. M. Cañas

05 de marzo 2025 - 04:59

Ildefonso Jiménez lleva más de tres décadas haciendo verdaderas obras de arte. Artesano y maestro bordador, de su taller de la céntrica calle Arcos de Jerez, han salido innumerables piezas — “mi currículum tiene más de 50 páginas”, apunta—. Hay una que reconoce que fue un antes y un después para su taller: la réplica de exacta del manto de San Juan de la Hermandad de los Judíos de Jerez, un bordado de estilo isabelino poco común “que nos marcó”. No le falta trabajo en su taller con encargos para toda Andalucía.

Pregunta.Usted lleva más de 35 años de artesano...

Respuesta.Por la edad, formo parte de un círculo muy pequeño de cuatro o cinco artesanos que bebieron de la fuente de los más grandes. Le hablo de Carrasquilla, una de las grandes casas de bordado de artesanía de Andalucía, o de Elena Caro. Yo no estuve con Elena Caro, pero sí con Carrasquilla. Y los que hemos salido de estas casas, se nota. Se nota en la calidad, en la forma de imprimir los tejidos, en el bordado, en los volúmenes, en los realces...

P.¿Qué ha cambiado en su oficio en estos 35 años?

R.La técnica sigue siendo la misma e, incluso, se ha podido innovar algo. Se han combinado gustos que han dado un resultado magnífico, pero la técnica o los materiales siguen siendo los mismos. Es más, a la hora de unir los elementos siempre se utiliza el mismo engrudo. Seguimos utilizando lo mismo desde el siglo XV. Evidentemente, hay ahora diseños más arriesgados y lápices con más valentía, pero sigue siendo lo mismo.

P.¿Hay espacio para la innovación en un mundo tan tradicional como el cofrade?

R.Evidentemente, la tecnología te ayuda hoy día a hacer cosas que antes eran muy difíciles de hacer. Antes se hacía un boceto con el lápiz, pero ahora se presentan los proyectos con un programa de ordenaror con un realismo increíble. En cuanto a los materiales, no hay innovación. El oro fino sigue siendo el mismo y el que trabajamos en esta casa es de máxima calidad, plata de ley con un baño de oro de 24 kilates, que es el máximo con el que se puede trabajar.

P.¿Se cuida ahora más el patrimonio?

R.Cuidarse se ha cuidado siempre, pero la diferencia está en que antes se cuidaba como se pensaba que había que cuidar. Ahora tenemos una entidad como es el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico que, aparte de dedicarse a hacer restauraciones, asesora también a los artesanos. Con los años, se ha conseguido un punto de cooperación entre el Instituto y los artesanos que ha permitido que haya más formación. Un ejemplo muy palpable fue la restauración del manto de la Señora del Socorro de Sevilla. Los criterios de restauración implican que no se sustituye ni se aplica nada, pero en cofradías es muy difícil de llevarlo a cabo. El Instituto trató el manto hasta donde pudo llegar con la limpieza, consolidación de algunas piezas y búsqueda de un terciopelo original idéntico. Pero la parte artesanal la hizo el artesano. Eso no se había dado antes y ahora está funcionando muy bien.

P.Entiendo que el el gran debate de su oficio es fijar el límite entre la restauración y la sustitución...

R.Para mí es muy sencillo porque está delimitado por una serie de parámetros. Aquí en Jerez hemos tenido ejemplos sangrantes de restauraciones de piezas que no se deberían haber tocado. En algunos casos se ha hecho una carnicería. Cuando la aportación de material nuevo a una prenda supera el 50% hay que pararse y sopesar. ¿Merece la pena restaurar o salvaguardar lo que quede y hacer una reproducción? ¿Merece la pena restaurar una pieza para sacar cuatro piezas? Rotundamente, no. Yo siempre he tenido claro que, en el momento que se pase esta línea, hay que estudiarlo bien. No podemos olvidar que estamos hablando de piezas a las que se les da mucho uso. Son mantos, bambalinas o sayas que se montan, que sufren cuando están en la calle por los cambios de temperatura o de humedad, que sufre ‘levantás’, que pierden piezas, que se tocan...

P.¿Hay ahora menos paciencia para sacar adelante algunos proyectos?

R.Hay de todo. Hay quien te dice que tiene una gran urgencia para que lo haga una determinada junta de gobierno. Pero hay piezas, como un manto de salida o un techo de palio, que no se puede hacer en cuatro años. Esto debe ser un proyecto de hermandad donde todos deben ir a una. Hay hermandades que están mentalizadas y hay otras que quieren el éxito espontáneo.

P.¿Cómo empieza usted un diseño?

R.Lo primero que necesito es conocer a la hermandad y a la cofradía en la calle. Me empapo de ella y luego viene la parte técnica donde se elige el estilo y se empieza a dibujar. Siempre busco que todo tenga un significado.

P.Hace poco le leí que los bordados se tienen que hacer de dentro hacia fuera. ¿Qué quiere decir con eso?

R.Es muy sencillo. Con todo lo que te has empapado de ese trabajo previo tienes que volcarlo en el papel. Es lo que te sale de dentro. Lo que no se debe hacer es empezar desde fuera copiando otras cosas.

P.Su oficio sufre la amenaza de los bordados ‘low cost’ procedentes de Asia...

R.En alguna que otra ocasión he dicho que el bordado pakistaní siempre ha estado en España. No es algo nuevo. Pero se ha dedicado a lo militar y a los complementos de sastrería. Pero el problema está en que los cofrades han decidido hacer bordados baratos. Cada uno en su casa puede hacer lo que quiera, pero la artesanía que se acerca a lo sacro lleva algo mas de cinco siglos puliendo y rayando la excelencia. Lo que hacemos son verdaderas obras de arte, pero lo que viene de Pakistán es una mala imitación, con baja calidad de los materiales y malos acabado y con volúmenes muy mal resueltos. Y por no hablar de los costes, que son infinitamente menores, pero, ¿por qué?. No solo por la calidad de los materiales, sino porque los trabajadores cobran 15.000 rupias, que al cambio son 120 euros. Y hay una cosa que no se dice: ese trabajo lo acaban haciéndolo niños que deberían estar estudiando en los colegios. Los artesanos nos hemos unido para luchar contra esto. Ya hay asociaciones en Cádiz, Sevilla, Córdoba y Málaga;y pronto la habrá en Huelva y Jaén.

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