"Llegué a poner tierra de por medio, pero nunca dejé de pensar en el piano"

Manuel López. Pianista

Manuel López, 'el pianista de la mano izquierda', durante un concierto.
Manuel López, 'el pianista de la mano izquierda', durante un concierto. / M. G.
Cristina Valdivieso

01 de diciembre 2024 - 12:51

Una entrevista con el pianista Manuel López es un golpe de realidad de los que todo ser humano debe tener al menos una vez en la vida para valorar el esfuerzo de aquellos que, por padecer una discapacidad, se sienten al margen del sistema. Nacido en Málaga, aunque criado en Madrid, se siente andaluz por los cuatro costados.

Un cúmulo de circunstancias y mala suerte le llevaron a convertirse en el pianista de la mano izquierda, el único capaz de hacerlo en España y uno de los cuatro que lo hacen en todo el mundo. Este martes, 3 de diciembre, y Día Internacional de las Personas con Discapacidad, a las 19:00 horas, ofrece un concierto en el Colegio de Médicos de Sevilla a beneficio de la Asociación Española del Músico Distónico, para el que todavía hay entradas disponibles en este enlace.

No se guarda nada. Por cada respuesta ofrece un golpe de autenticidad de los que hacen reflexionar.

Pregunta.Ha tocado el piano desde que era niño. ¿Qué es para usted este instrumento? 

Respuesta.Desde los cuatro años cuando mi abuela materna me llevó a una escuela de música de Madrid y empezó el idilio con la música, con el piano. Antes casi que hablar. Puede figurarse que para mí, después de Dios, después de mi madre y después de la Virgen del Carmen que está aquí en Málaga, el piano es todo (sonríe). Estoy por y para el piano.

P.Pese a todo, su relación con él no siempre ha sido idílica...

R.Yo creo que cada uno de nosotros tenemos una misión en la vida y a mí me ha tocado sufrirla durante muchos años o pasarlo mal, sin dramatizar, pero siempre ha estado girando en torno a tocar el piano. A los 14 años, cuando llevaba toda la vida tocando con las dos manos, tuve que dejarlo por una lesión en la mano derecha, que luego se complicó. Nadie sabía lo que era y pasé por tres operaciones traumatológicas, por psicólogos, por psiquiatras... Estaba ya desesperado. Fue muy doloroso ver cómo mi carrera a dos manos, al uso como cualquier pianista, se esfumaba. Tuve que ver cómo me adelantaban compañeros del Conservatorio por todos lados y yo no podía tocar. Lo dejé. Y pasaron diez años.

P.¿Cómo vivió ese periodo de tiempo?

R.Huyendo, en todos los sentidos. Físicamente cambié de país. Estuve viviendo en Rusia trabajando de traductor, de marketing online, de cualquier cosa que no estuviera relacionada con la música. Pensé que cuanto más lejos mejor. Yo creía que con eso se iba a calmar mi amor por el piano, o la llamada de la música, y no fue así. En San Petersburgo empecé a ir a conciertos, a echarlo mucho de menos. Fue muy duro con 17 años, 18, 19, 20, cuando estás intentando hacer lo que es el amor de tu vida, y no poderlo hacer, además, porque no sabes qué es lo que te pasa. La droga temporal de la novedad de cambiar de hábitos me permitió huir, pero sólo fue temporal.

P.¿Qué ocurre para que vuelva a intentarlo?

R.Yo siempre había estado mirando de reojo al piano. Fue casi 16 años después, a los 37 años, cuando en el Hospital Jiménez Díaz, en Madrid, fui a ver a un neurólogo porque yo quería recuperar mi pasión y había estado investigado por Google haciendo búsquedas sobre "problemas en la mano izquierda en pianistas" y había encontrado un montón de ejemplos en Estados Unidos de grandes compositores como Robert Schumann o pianistas como Leon Fleisher que no es conocido en España, y todos coincidían en que tenían distonía focal. Eso fue justo lo que me confirmó el neurólogo en este hospital y lo primero que pensé fue "ya sé quien es el asesino de mi vida musical, ahora hay que ponerse manos a la obra para intentar resolverlo".

P.¿Qué hizo entonces?

R.Probé varias técnicas e incluso hubo quien me intentó engañar cuando en mi desesperación buscaba ayuda, pero la distonía focal no tiene cura definitiva. Ahora lo sé mejor que nunca. Aún así, probé mil sitios hasta que un día encontré en una revista de medicina internacional un neurocirujano que en Japón hacía lo que se llama talamotomía, básicamente que talar el tálamo y poner una especie de ablación para corregir aquella parte de cerebro que no me dejaba usar mi mano izquierda. No me lo pensé. Fui a Tokio a visitarlo dos veces y decidí operarme un día tal como el 22 de diciembre del 2018. El día de la Lotería de Navidad en España. A mí me trajo un ictus de regalo.

P.Otro golpe más...

R.No me habían dicho los riesgos de la intervención o no los entendí bien. A partir de ahí empezó mi gran depresión. Me quedé en una cama en estado de vegetación, me afectó al habla, al andar y necesité una rehabilitación profunda. Aún así, seguía pensando en el piano y en poder volver a tocarlo con las dos manos. Pero entonces fueron muchos médicos los que me confirmaron que la mano derecha no la iba a recuperar.

P.Pero volvió a levantarse con el piano en el horizonte...

R.Pues sí. Empecé la rehabilitación y, causalmente o no, el 22 de diciembre de 2021 estaba en Torremolinos y se me ocurrió pedir una oportunidad alternativa para poder tocar un primer concierto con la mano izquierda, que no se ha visto nunca en España. Aquí no lo hace nadie. De hecho, en el mundo somos cuatro. Me presenté como el pianista de la mano izquierda y recuerdo que me miraban un poco raro. Les dije que no iba a cobrar y me dieron la oportunidad para el día 3 de agosto, que es el del cumpleaños de mi madre. Y ya después de ahí, popularizado como el pianista de la mano izquierda, empecé a progresar, a superarme, a mejorar... Hasta llegar a ser lo que soy hoy que no tiene nada que ver con cómo empecé. En 2021 tenía cuatro composiciones mal tocadas, y ahora tengo cosas propias, arreglos de flamenco y toco a grandes clásicos... Ha crecido muchísimo mi manera de tocar. Ahora siento que el público me aplaude por cómo suena mi concierto y antes lo hacían porque contaba mi historia.

P.Final feliz, no sin sufrimiento, pero, después de todo lo vivido, ¿cree que los músicos o artistas con discapacidad tienen suficientes oportunidades?

R.No. Y es una denuncia que quiero hacer pública. Yo no quiero que regalen nada, pero noto esa exclusión, que siempre va a estar en nuestro país, en cualquier país del mundo. Yo tengo constantemente que recordar que lo que le doy al público, es único, no solamente por la historia que hay detrás, sino por la música que recibe la gente que me va a oír y, sobre todo, por la gente a la que voy a ayudar. Echo en falta un poco en falta esas oportunidades y esa exclusión me duele mucho. Todo lo que ingreso en los conciertos lo destino a la investigación, es mi único objetivo.

P.¿Llegó a pensar en algún momento que nunca más volvería a tocar el piano?

R.No. Yo dejé el piano, pero mirándolo de reojo. Eso no es cerrar un capítulo, porque si hubiera cerrado un capítulo, no me hubiera ido a Japón, no hubiera buscado en internet aquella noche de diciembre qué es la distonía focal o qué músicos le han padecido en la historia a la música. Yo nunca dejé de creer. Ni después de las operaciones, ni después del ictus y tampoco estoy dejando de creer ahora mismo.

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