“Si las mujeres nos uniéramos, nos comeríamos el mundo”

Camilla Läckberg | Escritora

Camilla Läckberg.
Camilla Läckberg. / MAGNUS RAGNVID
Fátima Sigüenza

25 de febrero 2025 - 03:59

Camilla Läckberg publicó en 2002 su primera novela, La princesa de hielo, ambientada en Fjällbacka, la región costera de la que es originaria. El gran éxito que cosechó la llevó a abandonar su carrera como economista. Desde entonces, ha tenido una trayectoria fulgurante y ha superado los 39 millones de ejemplares vendidos en más de 70 países. Sueños de bronce (Planeta) es la última entrega de la serie Faye, la trilogía más visceral y sorprendente de Läckberg, que ha sido reconocida con el premio Mujer del Año en Suecia.

–‘Sueños de bronce’ supone el cierre de la trilogía sobre Faye Adelheim. ¿En quién se inspiró para crear a la protagonista?

–La saga de Faye pretendía hacer un homenaje, un tributo a las autoras de libros de los años 80 que yo adoraba y que no me cansaba de leer como Jackie Collins o Sidney Sheldon, por esos personajes femeninos tan fuertes que mostraban: mujeres empoderadas capaces de crear un imperio, que iban estupendas por la vida con su Chanel y que se merendaban a los hombres. Me inspiré en eso para crear a Faye.

–En la novela, Faye logra redefinir su identidad y tomar el control de su vida. ¿Utiliza la novela para mandar un mensaje?

–Yo nunca creo una historia para un libro ni diseño una trama pensando en contar un mensaje porque para mí lo primero es la historia. Luego, a medida que vas escribiendo, vas metiendo tus valores. En mi caso, mi experiencia me ha hecho cada vez más consciente de las desventajas que tenemos precisamente por ser mujeres y las dificultades en las que hemos tenido que movernos en este mundo patriarcal. Vi la luz claramente fue cuando mi hija mayor llegó a los 16-17 años, la edad en que la puedes soltar al mundo por sí sola, y pensé que ella no iba a tener las mismas ventajas ni las mismas condiciones que mis hijos varones. Fui consciente de esa injusticia y me hizo ser más agresiva con estos temas en mis novelas

–La red de apoyo que se teje entre mujeres resulta fundamental. En la vida real, ¿cree que existe esa sororidad o somos nuestras peores enemigas?

–Me has robado mis palabras. Suelo decir siempre que las mujeres somos nuestras peores enemigas. Esta sororidad que escribo en el libro es un sueño, es lo que quisiera ver en un mundo real. Los hombres son de otra manera, se apoyan más entre ellos, se cubren, se dan trabajo... En cambio nosotras tendemos más a competir las unas con las otras, incluso a ponernos la zancadilla. Si nos uniéramos, nos comeríamos el mundo.

La crítica siempre ha sido dura conmigo, pero ha tenido que comerse sus palabras”

–El pasado de la protagonista está marcado por los abusos físico, emocional y sexual. ¿Cuánto nos condiciona éste?

–En todas mis obras saco a relucir la cuestión del pasado. Todos tenemos un pasado, todos llevamos nuestras mochilas, es lo que nos define. A veces ni siquiera es nuestro propio pasado, sino el de nuestros padres o de nuestros abuelos, que lo vamos arrastrando y nos ha hecho quienes somos.

–Otro tema que aborda es la violencia de género, una terrible lacra en España. ¿Se toma en serio la magnitud de este problema?

–No. Como sociedad no nos lo estamos tomando tan seriamente como deberíamos. En España me consta que efectivamente es un gran problema, también en Suecia, donde cada año la sufre una cantidad excesiva de mujeres. Hay que tomárselo mucho más en serio.

–En la trilogía no hay policías ni investigadores, sólo mujeres fuertes. ¿Está preparada la sociedad para ellas?

–Creo que la sociedad todavía no está preparada para este tipo de mujer fuerte. De hecho, estamos viendo un retroceso: no hay más que ver en EEUU que fantasean con esta supuesta idea romántica de volver a los 50, con la mujer ama de casa, cuidando de su hogar, y el hombre trayendo el pan a casa; en Suecia también está pasando. Lo creamos o no, estamos dando pasos hacia atrás y por eso es más importante que nunca que haya mujeres fuertes, muchas más Faye en el mundo.

–Existe una corriente que rechaza el feminismo. ¿Qué le diría a quien piensa que el empoderamiento femenino no es necesario?

–¡Les llamaría imbéciles! (risas). No, en serio, a mí me cuesta la palabra feminista, tengo un conflicto con la palabra porque no estoy del todo de acuerdo con algunas ideas del supuesto feminismo. Hombres y mujeres somos diferentes, tenemos distintas cualidades y la igualdad de género se conseguirá cuando realmente no importe si eres hombre o mujer, y esos extremismos que proclaman algunas ramas del feminismo van incluso en contra. Hay que luchar por una igualdad de condiciones en que no importe si eres hombre o mujer. Ésa será la igualdad de verdad.

–¿Siguen estando mal vistas cualidades como la ambición en las mujeres?

–A la mujer se nos presupone una manera de ser: amables, cariñosas, ocupándonos de los cuidados, poniendo la otra mejilla. Es el clásico de que cuando un hombre es decidido es fuerte y cuando una mujer es decidida es una zorra. Nos queda muchísimo camino que recorrer y mucho que trabajar.

–“Echaba de menos un género de mujeres poderosas que no busquen hombres fuertes para romances” ¿Se está adaptando la literatura a los cambios en la sociedad?

–Sí, la literatura siempre es un reflejo de la sociedad. Por eso te hablaba de esos libros de los 80 que presentaban a una mujer empoderada, dueña de su vida. Empezábamos a creer que eso iba a ser verdad, pero otra vez damos pasos hacia atrás. Hay muchos libros de ese género que no están mal, pero siempre es lo mismo.

–¿Cree que una escritora no puede considerarse buena si la lee mucha gente?

–Se me ha criticado mucho por eso desde hace 20 años, porque no se me considera alta literatura. También en Suecia. La crítica siempre ha sido dura conmigo y no lo esconden, afirmando que este público tiene mal gusto. Pero cuando la revista Times me coloca entre los 100 mejores thrillers del mundo con La princesa de hielo compartiendo ranking con Dostoievski, Agatha Christie y Stephen King, han tenido que comerse sus palabras. Fue un momento de esos de ¡jódete! (risas).

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