La política de Defensa en un mundo nuevo

Dietario de España

Los conflictos bélicos, el resquebrajamiento de las alianzas tradicionales y la radicalización política activan el debate sobre el incremento del gasto público en Defensa

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, firma una orden ejecutiva en el Despacho Oval de la Casa Blanca.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, firma una orden ejecutiva en el Despacho Oval de la Casa Blanca. / EP

16 de febrero 2025 - 07:00

EL mundo ha entrado en una turbina de la que no sabemos cómo vamos a salir. El cambio de era es una evidencia: el nuevo juego de equilibrios globales, la disputa por el liderazgo mundial con China y EEUU a la cabeza, el peso determinante de las tecnologías como clave de presente y futuro, la redefinición de las alianzas tradicionales y las amenazas bélicas, sociales, políticas y comerciales están cimentando un nuevo dibujo universal. Una última aceleración con el relevo en la Casa Blanca ha terminado por resquebrajarlo todo, porque más allá del efecto o la plasmación final de sus amenazas, Trump ya ha conseguido imponer un nuevo lenguaje, unos comportamientos basados en el chantaje y un estilo de matón de barrio que imposibilitan que los bloques sigan actuando como si nada hubiera sucedido.

El Occidente mundial, tradicionalmente unido y protegido militarmente por EEUU –ese error estratégico que hoy pagamos– ya no existe como tal. No podemos seguir franquiciando nuestra seguridad. El paraguas de la OTAN frente a las amenazas rusa o china puede plegarse en cualquier momento y dejarnos a la intemperie. Rusia ha iniciado una guerra en Europa al invadir Ucrania, un conflicto que va necrosándose pero en el que Putin ha encontrado cierta comprensión del presidente estadounidense, con una beligerancia tan calculada que más parece de cartón piedra. A la vez, en las cancillerías de toda Europa trabajan ya para sacar a Zelenski de la Presidencia de Ucrania al entender que ha cumplido una etapa y que hace falta otro líder que facilite una salida al conflicto. El Gobierno ruso actúa apoyado por China, Corea del Norte e Irán, mientras que la Europa democrática se interroga por su papel. El mundo, y singularmente Europa, ha entrado en una nueva fase de la historia. Y así, se ha instalado un debate en la opinión pública sobre la necesidad de incrementar el gasto público en Defensa.

Temor por los conflictos bélicos

En España hay, en general, una subcultura de la defensa. La idea del Ejército y las armas en nuestro país viene muy marcada por una Guerra Civil de consecuencias conocidas. Hubo una regresión con el intento de golpe del 23-F, el ruido de conspiraciones, cuartelazos e hipotéticas asonadas de los 80 y poco más. Las Fuerzas Armadas se han profesionalizado y se han ganado el respeto generalizado. La ausencia de guerras durante años ha terminado por adormecer cualquier demanda o comprensión bélica. No es un asunto al que se la haya prestado excesiva atención. Tradicionalmente, la preocupación por la guerra suele aparecer en los rankings por debajo de la décima posición. Muy por delante, la inflación, la vivienda, el empleo, la corrupción, la sanidad, la educación, la desigualdad social o la situación política. Pero algo ha cambiado. En encuestas recientes que maneja el sector de la defensa crece notablemente la preocupación por la posibilidad de que a los españoles nos afecte un conflicto bélico. Los temores se ordenan con la guerra de Ucrania en cabeza, seguida por Oriente Próximo, la pérdida de protección de EEUU, la “amenaza” china y el polvorín del Sahel y el norte de África. En el CIS de diciembre de 2023, el 68% y el 73% de los españoles estaban muy o bastante preocupados por los conflictos de Ucrania y Oriente Próximo.

La radiografía de quienes apoyan al sector de la Defensa y sus detractores es clara: los jóvenes de ideología de izquierdas son los más beligerantes; los grupos de edad a partir de 45 empiezan a templar sus posiciones. Los votantes de derechas apoyan más abiertamente al Ejército y a la industria del sector. Por comunidades, el mayor apoyo al sector se da en Andalucía, Madrid y el Levante, frente a Cataluña y País Vasco, donde se concentra el mayor rechazo.

Una oportunidad para modernizar la mirada sobre la defensa

En realidad, entre la mayoría que apoya al sector no hay belicosidad alguna: consideran que la defensa es clave para preservar nuestro modo de vida y se demanda algo alambicado pero filosóficamente fácil de entender: una defensa para la paz. Es puro pragmatismo, ese lugar en el que se hacen posible muchas cosas y al que no ha arribado aún buena parte de la población española. Un porcentaje terminará moviéndose hacia zonas templadas, especialmente en la reclamación de que el desarrollo del sector se haga en el entorno europeo y si puede ser, con dinero venido de Bruselas, como si fuéramos ajenos a ese club. Pero otro porcentaje relevante de la población va a permanecer anclado en el rechazo, con una componente ideológica relevante y, en ocasiones, con un dogmatismo insobornable. Los españoles están mucho más cerca de apoyar la ayuda militar a Ucrania que de permitir la venta de armas a Israel. No todos los conflictos se miran con la misma lupa. Pero, en cualquier caso, todo cambia y estos tiempos no se parecen en nada al comienzo de siglo, hace ya 25 años.

En esta coyuntura, con el apoyo popular más caliente que nunca, España tiene la oportunidad de modernizar su mirada sobre la defensa o de agrandar la grieta entre promotores y detractores. Hacer de esta necesidad evidente una virtud ayudaría a enterrar atavismos absurdos y juegos imposibles: mientras el debate más maniqueo siga situándose en el eje de tanques vs camas de hospital, será imposible avanzar. Por eso ha de advertirse que en esta alocada carrera por disparar los presupuestos públicos hacia la defensa se corren riesgos. No se debe perder la cabeza. La transparencia es más necesaria que nunca. De hecho, cada año se hacen enmiendas a los presupuestos incrementando el gasto en defensa muy por encima de lo estimado en las partidas consignadas en las cuentas generales. Pero es un dato que difícilmente trasciende. Hace falta pedagogía e inteligencia. Argumentos sólidos, que los hay, y mucho contexto.

El sector aporta el 2% del PIB

Otros elementos adicionales y nada desdeñables respecto a la industria de defensa es su aportación tecnológica –hay desarrollos pendientes en campos sofisticados a los que sólo podrá acceder España de la mano de su industria de defensa– y la creación de empleo estable y de calidad. La facturación consolidada del sector en 2023 fue de 13.900 millones, el 2% del PIB y un 15% superior a 2022, según el reciente informe de PwC para Tedae, la Asociación Española de Empresas Tecnológicas de Defensa, Seguridad, Aeronáutico y Espacio. El resultado se disparó gracias al incremento de los presupuestos del Estado en defensa, por el incremento de la actividad en aviación civil y el impulso a las exportaciones en el sector del Espacio. A esas cifras hay que añadir otros 5.880 millones de impacto en el PIB por el efecto arrastre en la economía y otros 4.346 por consumo inducido en los hogares. Un dato: el 79% de esa contribución total se concentró en Madrid, Andalucía País Vasco, Cataluña y Castilla-La Mancha. En la UE, el sector facturó 135 billones en 2022, con exportaciones por 52 billones y dio empleo a medio millón de personas.

Las ineficiencias europeas

La UE ha puesto el turbo. El Informe Draghi ya advierte de que nunca como hasta ahora el sector de la defensa encara riesgos externos de seguridad, tras ir cayendo el gasto público en el sector durante los últimos 50 años, lo que ha debilitado a la industria y ha mermado su capacidad. El gasto europeo es una tercera parte del americano y el de China, disparado en los últimos años. Los problemas del sector en Europa se resumen en unas pocas ideas: incompatibilidad de productos, dispersión estratégica, excesivo número de operadores fabricando pedidos pequeños para el mercado local, poca inversión en I+D+i y dificultad de acceso al crédito. Mientras EEUU ha avanzado hacia productos de síntesis, integrando al sector y optimizando las inversiones y la producción, en la UE la falta de coordinación, la ausencia de estrategias comunes con productos que no son interoperables (la producción colaborativa solo alcanza el 18%), las normas de competencia de la UE a veces disuasorias, los recelos por cuestiones de soberanía nacional y la incompatibilidad y multiplicidad de los productos nos sitúan en un punto de ineficiencia complicado.

Por resumir: en la UE tenemos varios modelos de casi todo. Sólo del Leopard alemán hay cuatro versiones de ese carro de combate, pero es que en total tenemos 17 diferentes tipos de tanques, frente a EEUU que prácticamente trabaja con dos modelos. Manejamos en Europa 20 tipos de vehículos de combate de infantería y hasta 27 tipos de obuses. En EEUU sólo hay dos versiones de cada uno. Nuestra dependencia tecnológica del exterior es de un 78% (el 63% depende de EEUU, que además nos vende el 89% del material que compramos).

Sumen a esto las dificultades del sector para acceder a la financiación, las exclusiones del BEI y los criterios de ESG (Environmental, Social and Governance) que alejan a la banca privada de la financiación del material de defensa. Todo, en conjunto, es resultado de una gobernanza débil de la UE en política industrial de defensa. Vamos tarde y mal. Pero al menos ahora parece que vamos a ir. Algo es algo.

BREVERÍAS

La Justicia bajo mínimos

Álvaro Ortiz, fiscal general del Estado, borró todos los mensajes de su WhatsApp el mismo día en el que el TS le abrió una investigación por revelación de secretos, según un informe de la UCO de la Guardia Civil. Pues bonito no parece, no. Y queda muy tocado el fiscal y la Fiscalía. Otra cosa es que el líder del PP, Núñez Feijóo, lo haya tildado ya de “delincuente común” y lo acuse de “borrar compulsivamente las pruebas que le incriminan”. ¿Si los mensajes se borraron y nadie los ha leído cómo puede saber Feijóo que eran mensajes probatorios de algo y además incriminatorios? No hay medida: se utiliza el lanzallamas para todo. A la vez, ha exigido Feijóo al TC que deje “de sobar” las decisiones del TS, que debe equivaler a solicitar la disolución del Tribunal Constitucional o la modificación de su estatuto para que deje de hacer su trabajo en según qué casos. Qué más da si ya tenemos a todas las instituciones judiciales con una crisis de credibilidad y confianza tremenda. Esto va a quedar irrecuperable.

Jugada de acero

Algunas empresas siderúrgicas españolas han respirado relativamente tras anunciar las barreras del 25% al acero y el aluminio. Es el caso de Acerinox, Tubos Reunidos o Tubacex. Las tres, al igual que el gigante Arcelor Mittal, comenzaron a construir sus propias plantas en EEUU en 2018, cuando Trump en su primera Presidencia ya empezó a colocar aranceles a estos productos. Llevan invertidos miles de millones en fábricas en diferente estados así como en adquisiciones. Buena operación para proteger sus intereses económicos, pero a la postre, otro triunfo del proteccionismo trumpista, que atrae inversiones que podrían localizarse en sus territorios de origen. Con Trump parece que, de momento, siempre gana la casa.

El ministro payaso

El polémico y excéntrico Michael O’Leary, consejero delegado de RyanAir, no se corta un pelo: ha puesto a la venta 179.000 asientos por 19,90 euros para utilizar en febrero y marzo con el reclamo de una foto del ministro de Derechos Sociales y consumo, Pablo Bustinduy, disfrazado de payaso. “Reserva precios locos antes de que un payaso suba precios”, es el lema que acompaña la imagen. Consumo sancionó con 107 millones de euros a cinco aerolíneas, entre ellas, Ryan Air, por prácticas abusivas como el recargo del equipaje o por reservar un asiento junto alguna persona menor de edad o dependiente. Su compañía acumula sanciones por medio mundo, aunque eso no arredra al empresario, quien ha llegado a disfrazarse de Papa o de torero para vender tickets. No conviene engañarse: es un tipo muy inteligente que no da puntada sin hilo, aunque haya llegado a mandar a la mierda a pasajeros o a mofarse de sus clientes por no imprimir los billetes. Éste sabe manejar el ruido y es evidente que no le asusta. Para algunos un loco, para otros un genio.

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